Un legado persistente de la pandemia de Covid-19 es la crisis de salud mental, que se ha agravado. Al inicio, problemas ya existentes como el acceso limitado a la atención y sistemas fragmentados se volvieron imposibles de ignorar de la noche a la mañana. Como respuesta, la salud conductual entró en una nueva era de rápida digitalización, marcada por una oleada de inversiones en tecnologías de salud mental que prometían mayor acceso e innovación a gran escala.
En superficie, esta explosión de soluciones digitales era un avance necesario. La atención virtual, plataformas impulsadas por IA y aplicaciones de salud mental proliferaron, ofreciendo herramientas para todo, desde detección de depresión hasta adherencia a medicamentos. Según un informe de Rock Health sobre financiamiento en salud digital en 2023, casi 9 de cada 10 startups ese año se enfocaban solo en soluciones puntuales. Ahora, tras medio década desde el inicio de la pandemia, vemos que, en lugar de simplificar la atención, esta avalancha ha creado un ecosistema desarticulado que complica la prestación de servicios y perjudica los flujos clínicos.
Los límites del modelo de salud mental centrado en plataformas
Un factor clave de esta fragmentación radica en cómo las empresas de salud conductual digital se han estructurado. Muchas startups siguen el modelo tradicional de la industria tecnológica: crear una plataforma atractiva, escalar rápido e impresionar a inversionistas con crecimiento de usuarios. Pero la salud conductual no es una industria tecnológica típica, sino de prestación de servicios clínicos. Cuando el valor de una compañía se basa en capacidades técnicas y no en experiencia clínica, las soluciones resultantes pueden desalinearse con las necesidades reales, dificultando que los pacientes accedan a recursos clínicos y que los profesionales tengan la información necesaria para brindar una atención de calidad.
He visto este escenario repetirse: una startup invierte todo en desarrollar software que conecta pacientes con una red amplia de clínicos mediante un modelo estilo gig. En teoría, reduce barreras como la geografía o los horarios, pero la continuidad de la atención sigue siendo esquiva. No hay una cultura clínica compartida, ni protocolos de atención definidos, ni compromiso con resultados medibles. Sin una base de clínicos dedicados y respaldados, estas plataformas se convierten en puertas giratorias.
Usar la tecnología para unir, no dividir
La próxima generación de tecnologías de salud conductual debe priorizar la conexión sobre la proliferación. Esto implica crear sistemas que unifiquen, con herramientas que permitan una visión longitudinal del paciente en todo el continuo de atención.
Hoy, los clínicos suelen tener que reconstruir información de fuentes dispersas: una app de manejo de medicamentos por aquí, un sistema de notas terapéuticas por allá, quizá un EHR que no se comunica con ninguno. De hecho, menos del 20% de las apps de salud mental están integradas en sistemas clínicos o validadas por evidencia. La carga de integración recae en el proveedor, quitando tiempo y enfoque de la atención al paciente.
Por ejemplo, imagina un paciente con ansiedad y diabetes que ve a un terapeuta en una plataforma, a un psiquiatra en otra y a un médico de cabecera en un sistema distinto. Sin datos interoperables, no hay una visión integral de su salud. Esta falta de cohesión puede derivar en tratamientos redundantes, diagnósticos omitidos o, peor, pacientes que caen en el olvido.
En cambio, imagina un sistema totalmente conectado que funcione como una columna vertebral digital para el diagnóstico y tratamiento en salud conductual. Integraría historial médico, resultados de laboratorio, determinantes sociales y datos conductuales en una sola interfaz. Los clínicos pasarían menos tiempo saltando entre herramientas y más tiempo atendiendo. Capas adicionales de tecnología, como la IA, podrían destacar insights clínicos y sugerir pasos a seguir, pero el profesional mantendría el control, usando la tecnología como apoyo, no como reemplazo. Lamentablemente, solo el 38% de los proveedores de salud conductual están conectados a EHRs interoperables, y algunos incluso tienen limitaciones para obtener una visión completa del paciente.
Abriendo camino hacia una atención integral
Usados responsablemente, algoritmos avanzados y IA podrían guiar decisiones de tratamiento al analizar inputs complejos —notas clínicas, resultados reportados por el paciente, comorbilidades— y generar recomendaciones accionables.
Imagina un paciente en tratamiento por depresión que también sufre dolor crónico. Además del cuestionario rutinario y las notas del clínico, un sistema de apoyo a decisiones integra datos del EHR completo —resultados de laboratorio recientes, diagnósticos coexistentes, historial de síntomas— junto con determinantes sociales y otra información relevante. Detecta que el régimen actual de manejo del dolor podría aumentar el riesgo de recaída depresiva.
Un sistema así también podría sugerir protocolos basados en evidencia para pacientes con perfiles similares —por ejemplo, integrar terapia cognitivo-conductual (TCC) centrada en el dolor y reevaluar la dosis inicial de antidepresivos—.
Este apoyo es crucial en salud conductual, donde no existe un tratamiento único. Ya sea que un clínico practique TCC, manejo de medicamentos o atención traumainformada, una plataforma tecnológica unificada potencia su capacidad de personalizar el tratamiento.
Haciendo que la atención de calidad sea más accesible
Más allá de mejorar resultados, los sistemas conectados ofrecen modelos de costos más sostenibles. El reembolso tradicional por servicio incentiva cantidad sobre calidad —un enfoque cada vez más insostenible en salud conductual—. Pero cuando los clínicos tienen datos que muestran qué funciona (y qué no), podemos alinear el reembolso con el valor real.
Al determinar los protocolos más efectivos, la tecnología reduce el uso innecesario de recursos —disminuyendo costos para aseguradoras y proveedores—. Así, una atención potenciada (no dominada) por la tecnología se vuelve clínicamente sólida y financieramente viable para todo el sistema.
El futuro de la salud conductual digital no está en otra app aislada o plataformas fragmentadas. Se construirá reenfocando la atención en clínicos empoderados por tecnología digital. El resultado será una atención integral, escalable y sostenible —clínica, operativa y financieramente—.
