Los costes de la vivienda siguen bajo presión en toda Europa mientras la UE busca fórmulas para impulsar la oferta y aliviar los precios.
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Si has intentado alquilar o comprar una casa en cualquier rincón de España –o prácticamente en cualquier lugar de Europa– durante los últimos dos años, no necesitas ningún informe para saber que algo falla. Los pisos desaparecen en cuestión de horas, los precios no dejan de escalar y barrios enteros parecen haberse esfumado silenciosamente del alcance de la mayoría.
Ahora, Bruselas entra oficialmente en el debate.
Esta semana, la Comisión Europea ha presentado su primera hoja de ruta real en materia de vivienda, prometiendo más financiación, más construcción y nuevas normas dirigidas a recuperar viviendas para el mercado. Se enmarca como una vía para que trabajadores, jóvenes y familias vulnerables no vean el acceso a un hogar como una quimera –todo ello sin imponer controles de alquiler desde arriba.
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¿Cambiará las cosas de la noche a la mañana? No. Pero sí supone un cambio de tono que resulta significativo.
Más financiación, por fin –y un nuevo impulso europeo a la vivienda desde 2026
En el centro del plan está algo que los gobiernos llevan tiempo reclamando: más fondos.
Según el comisario europeo de Vivienda, Dan Jørgensen, ya se han movilizado más de 43.000 millones de euros para proyectos relacionados con la vivienda en Europa. A partir de 2026, Bruselas quiere ir más allá lanzando una plataforma paneuropea de inversión público-privada, diseñada para agrupar fondos de la UE y capital privado con el fin de construir viviendas asequibles.
La idea es bastante sencilla: utilizar el respaldo de la UE para hacer más atractivos los proyectos de vivienda a inversores que, en gran medida, han evitado el sector. Si los Estados miembros están dispuestos a redirigir parte de sus fondos de cohesión, la Comisión calcula que se podrían desbloquear otros 10.000 millones de euros en los próximos dos años.
No es llamativo, ni rápido. Pero supone un reconocimiento explícito de que el mercado, por sí solo, no ha estado cumpliendo.
Viviendas vacías, alquileres turísticos y por qué la oferta sigue siendo insuficiente
Una de las verdades más incómodas que subyacen en el plan de la Comisión es esta: aproximadamente un 20% del parque de viviendas en Europa está vacío.
Parte corresponde a inmuebles envejecidos. Otra parte está bloqueada en limbo legal. Y otra simplemente permanece sin uso porque rehabilitar resulta caro, lento o enredado en trámites burocráticos. Bruselas quiere impulsar con fuerza la rehabilitación, con el objetivo de reincorporar estas viviendas al circuito en lugar de construir sin fin en las periferias.
Luego está el asunto del que todo el mundo habla en voz baja: los alquileres de corta duración.
La Comisión se detiene antes de prohibir los alquileres turísticos o imponer restricciones generalizadas. Pero reconoce abiertamente que, en algunas ciudades, las estancias breves han expulsado a los residentes a largo plazo. Una propuesta prevista para el año que viene permitiría a las autoridades locales delimitar “zonas tensionadas” y aplicar medidas proporcionales donde los alquileres turísticos estén distorsionando claramente la oferta.
En otras palabras: no habrá una represión a nivel europeo, pero sí más margen para que las ciudades actúen sin ser acusadas de extralimitarse.
Por qué Europa necesita constructores –y muchos
Quizá la cifra más llamativa del plan sea esta: Europa necesita alrededor de 650.000 nuevas viviendas cada año durante la próxima década solo para mantenerse al día.
Es una cifra enorme. Y construirlas no será fácil.
La Comisión admite abiertamente que existe un problema laboral. El sector de la construcción en Europa lucha por reclutar mano de obra, y el envejecimiento de los trabajadores no ayuda. La solución que se plantea es ambiciosa: formar hasta tres millones de trabajadores de la construcción al año de aquí a 2030.
Si ese objetivo es realista o no es otra cuestión. Pero subraya algo que a menudo se pasa por alto en los debates sobre vivienda: el dinero, por sí solo, no construye casas. Las personas sí.
Sin controles de alquiler –y es deliberado
Algo que el plan excluye de forma muy clara son los topes al alquiler impuestos por la UE.
Bruselas quiere dejar claro que no se dedica a fijar precios desde arriba. Cualquier medida futura se basará en datos, condiciones locales y decisiones nacionales. Está prevista una revisión de la especulación en los mercados residenciales el próximo año, pero, de nuevo, el énfasis está en la evidencia, no en normas generales.
Para los inquilinos que esperaban un alivio inmediato, esto puede sonar decepcionante. Para los gobiernos temerosos de una reacción del mercado, probablemente sea tranquilizador.
Entonces, ¿qué significa esto en la práctica?
Este impulso europeo a la vivienda no hará que los pisos sean más baratos de repente en Madrid, Barcelona o Málaga. No inundará mágicamente el mercado el año que viene. Y no resolverá cada problema local de vivienda.
Lo que sí hace es señalar que la vivienda, por fin, se ha elevado a la categoría de prioridad a nivel europeo, y no es solo un quebradero de cabeza nacional. Más financiación, más coordinación, más presión para liberar oferta –y más cobertura política para las autoridades locales que intentan actuar.
Es posible que el acceso a la vivienda no deje de ser una lucha de la noche a la mañana. Pero por primera vez en años, Bruselas al menos reconoce lo que los ciudadanos ya saben: la escasez no es un bache pasajero –y dejarla en manos del mercado no ha funcionado.
Eso, por sí solo, hace que este plan merezca la pena ser seguido con atencción.
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