Orihuela enfrenta un dilema crucial: o reconoce sus errores con transparencia y asume la responsabilidad que demanda la democracia actual, o persiste en una trayectoria marcada por la opacidad, la inacción y los escándalos judiciales.
Aunque muchos municipios españoles han adoptado políticas de gobierno abierto, Orihuela se resiste a este cambio, generando crecientes críticas por su falta de transparencia, rendición de cuentas y ética en el liderazgo. Las recientes decisiones políticas y administrativas reflejan una gestión anclada en prácticas obsoletas, alejadas de los estándares democráticos modernos.
Acceso restringido a la oposición
Una medida polémica fue la decisión del alcalde José Vegara de limitar el acceso al registro municipal. Los partidos opositores, especialmente el PSOE local, denuncian que esta política busca obstaculizar la fiscalización. Según las nuevas normas, los concejales deben solicitar por escrito consultar documentos y solo pueden hacerlo dos días a la semana. Los críticos argumentan que esto retrasa el escrutinio y debilita la transparencia.
Decisiones opacas
La opacidad aumentó cuando el ayuntamiento traspasó la gestión del mantenimiento viario en Orihuela Costa a una empresa pública sin debate previo. Cambiemos Orihuela condenó que la decisión se comunicara mediante la prensa, evitando el pleno y excluyendo a la oposición—un claro menosprecio a la democracia participativa.
Gestión presupuestaria cuestionable
Aunque el consistorio presume de superávit, Cambiemos Orihuela denuncia que encubre ineptitud. Más del 80% de los fondos de inversión para 2024 no se ejecutaron, paralizando proyectos clave. Lejos de ser prudencia, el superávit refleja incapacidad para materializar mejoras prometidas.
Irregularidades electorales
La credibilidad de los presupuestos participativos tambien está en entredicho. En diciembre de 2024, vecinos de La Campaneta reportaron un sospechoso aumento de votos a última hora para una propuesta rival, poniendo en duda la integridad de un proceso diseñado para fomentar la confianza ciudadana.
Pese a las graves acusaciones, no hay constancia de acciones o resultados sobre la petición de investigación. La solicitud sigue abierta y, ocho meses después, aún aguarda respuesta de las autoridades.
La sombra de la corrupción
Los problemas de Orihuela no son nuevos. El municipio fue epicentro del caso Brugal en los 2000, un escándalo de sobornos, manipulación de contratos y abuso de poder. Con sentencias pendientes, el caso sigue manchando su cultura política.
Procesos contra el alcalde
En enero de 2025, la Fiscalía inició acciones disciplinarias contra Vegara tras ser imputado por presunto fraude fiscal y falsificación documental durante su etapa como director de ITV Vega Baja en 2005. Se le reclaman prisión y una cuantiosa multa.
Conclusión
La cultura de opacidad, la inejecución de proyectos y los vínculos con la corrupción han creado una crisis institucional que ya no puede atribuirse a rivalidades políticas o ineficacia burocrática. Orihuela no solo ignora la tendencia nacional hacia la transparencia—la rechaza activamente, perjudicando a sus ciudadanos.
Con denuncias electorales sin resolver, un legado de corrupción y un alcalde procesado, la credibilidad de Orihuela se desploma. Reconstruir la confianza ciudadana, una vez perdida, es titánico. Sin reformas transparentes y una ruptura definitiva con el pasado, el municipio arriesga convertirse en sinónimo de mala gestión y opacidad política.
Orihuela está en una encrucijada: o enfrenta sus fallos con honestidad y asume la responsabilidad que exige la democracia, o sigue por una senda donde el secretismo y los escándalos definen su identidad.
