Vidas secretas: La verdad sobre los ronquidos nocturnos

La repartidora de dos galletas Marietta preguntó con despreocupación: ‘¿Sobre qué escribes esta semana?’ ‘Sobre los ronquidos’, respondí. Su inmediata y ácida réplica interfirió con mi tranquilidad: ‘Por Dios, ¡si me mentas estás muerto!’

Las vidas secretas de los roncadores seriales…

Ahí estaba yo, sentado en mi propio sillón, en mi propia casa, con un ojo puesto en las noticias de la CNN, una taza de café recién hecho a mi izquierda, la libreta sobre la rodilla, la pluma en la mano –y luciendo mi rostro tranquilo. Ya se hacen una idea… mientras comenzaba a esbozar un borrador para la columna de esta semana.

La repartidora de dos galletas Marietta preguntó con despreocupación: ‘¿Sobre qué escribes esta semana?’ ‘Sobre los ronquidos’, respondí. Su inmediata y ácida réplica interfirió con mi tranquilidad: ‘Por Dios, ¡si me mentas estás muerto!’

He ahí el problema actual. Tras veinte años (recientemente dije que eran dieciocho, pero verifiqué y el primer artículo, ‘Bajando el telón’, se publicó en 2005) de esta columna y su particular *craic*, toda la fruta al alcance de la mano ha sido recolectada y nos quedan solo temas espinosos que transitar. Dada la dificultad de aportar ejemplos, nuestro muestrario de ronquidos es muy limitado –y, en honor a la verdad, especialmente para mí, ¿a cuántas personas se puede uno admitir que conoce para saber si roncan o no? Sumado a esto; cuando aquellos de quienes tenemos pruebas de que roncan –y aun así estamos impedidos de nombrar (como la portadora de galletas)– ¿qué se supone que debo hacer? Supongo que ceñirme al panorama más amplio y general.

LEAR  ‘¡Estoy tan honrado!’: Noah Lyles conmovido por el emotivo tributo de un fanático enfermo de cáncer en la reseña de Netflix sobre la carrera.

El ronquido es un problema para casi el 100% de la población. La mitad de la gente ronca y la otra mitad padece el problema. Diría que no existe otra condición humana donde quien la padece sufre tan poco y los inocentes espectadores… o debería decir ‘ecchadores’, sufren tanto. (¡O eso me cuentan!)

Al escribir sobre este tema peliagudo, bien podríamos tener que recurrir a esa vieja palabra segura: ‘supuestamente’. Donde no aparezca escrita, por favor, asuman que se trata de un error de imprenta.

Tengo una anécdota segura sobre ronquidos que podemos usar. Trata de mi gran, difunto y profundamente añorado amigo, Joe Bardon. Durante añós, Joe y yo viajamos a partidos en Liverpool y alguno que otro en Londres. Maurice, el hermano de Joe, que vivía en Londres, nos conseguía las entradas mediante sus contactos laborales. Lamentablemente, Maurice también nos dejó hace poco y no puedo desaprovechar esta oportunidad para rendir tributo a una de las personas más amables y solícitas que haya tenido el privilegio de conocer. Que la luz del cielo ilumine a los hermanos Bardon.

¡Joe Bardon roncaba! Con los años empeoró hasta dar la sensación de que el edificio entero se estremecía. Solíamos alojarnos en una habitación doble pequeña de un hotel económico. En fin, antes de un viaje a Liverpool; como Blackadder, se me ocurrió ‘¡un plan tan astuto que podrías ponerle una cola y llamarlo comadreja!’.

Nada más llegar a la habitación después del registro, sacué dramáticamente un par de tapones para los oídos del bolsillo y los coloqué en mi mesita de noche. ‘¿Qué es eso?’, preguntó mi compañero de cuarto (¡como si no lo supiera!). ‘Tapones para salvarme de volverme loco y conseguir algo de tregua ante tus ronquidos’, dije yo. Ahora, cualquiera que conociera a Joe no se sorprendería lo más mínimo de la rapidez con la que manejó este desaire. ‘Genial… idea genial;’ Joe asintió… ‘pero tú también me mantienes despierto con tus ronquidos cuando duermes; así que lo más justo es que usemos uno cada uno.’ Y dicho esto, Joe se inclinó, cogió uno de mis tapones y como suele decirse… ‘aquí paz y después gloria’.

LEAR  Tren nocturno de Ámsterdam a Barcelona retrasado por un año.

‘Ponte de lado’, me solía ordenar la Señora Youcantbeserious –tras el codazo en las costillas. Desafortunadamente, parece que puedo roncar igual de bien de lado que boca arriba –¡si hemos de creer a algunos, claro está! Sin embargo, existe un remedio infalible que funciona igual de bien para ambas partes y revelaremos nuestro hallazgo en un momento.

En línea se anuncian todo tipo de artilugios antironquidos. Hay insertos nasales de plástico, espray para la garganta, tiras de mentol, bandas para la barbilla, soplar en una caracola marina, etc. Una *supuesta* (nuestra palabra temática del día) solución es un aparatito musical que emite una nana repelente de ronquidos en el oído toda la noche. Me temo que la nana me irritaría más que el ronquido –¡de haber tenido la desgracia de dormir alguna vez con un roncador, me apresuro a añadir! El consejo aquí es que se guarden el dinero; ninguno de estos artilugios funciona… ¡supuestamente!

Quizá les resulte una decepción enterarse de que el ronquido por sí solo no constituye motivo de divorcio. No obstante, (como un erudito jurista comenzaría la siguiente frase) *no obstante*, el ronquido puede contribuir a problemas maritales al alterar el sueño y causar estrés. A esto se le conoce como ‘divorcio sleep’, si la pareja tiene que dormir en habitaciones separadas.

Después de todo lo expuesto, no estoy tan seguro de poder darles ahora la cura definitiva para lidiar con un problema de ronquidos. No me citen… solo lanzo la pregunta. Pero, ¿tienen una habitación de más en su casa?

No olviden

LEAR  Escolar Ingresa de Urgencia por Puñalada de un Compañero en la Costa Blanca

¿Cómo es que siempre es el roncador más sonoro quien se duerme primero?