Un inversor argumenta a favor de financiar el sexo, las drogas y otros productos socialmente tabú

El inversor y asesor Christian Tooley lanzó una pregunta sencilla al público en el SXSW de Londres la semana pasada: ¿Qué pasaría si los inversores dejaran de lado la prudencia social por puro beneficio?

Tooley se refería, sobre todo, a las cláusulas de “vicio”, restricciones que los socios capitalistas imponen a las firmas de riesgo sobre el destino de sus inversiones.

Algunos de estos sectores prohibidos suelen incluir productos relacionados con el sexo, sustancias psicodélicas, juegos de azar y tabaco. Estas limitaciones suelen venir de grandes inversores institucionales que evitan involucrarse en negocios considerados, en el mejor de los casos, polémicos y, en el peor, potencialmente dañinos.

Tooley cree que los inversores pierden oportunidades innovadoras al evitar estos llamados vicios, especialmente en el ámbito del sexo y sustancias. “Los rendimientos pueden ser financieros, culturales y sistémicos”, dijo Tooley. “El sexo tiene un mercado masivo, orientado al consumidor, con barreras de entrada bajas. Las sustancias ofrecen un ROI moderado-alto pero con mayores riesgos”.

Argumentó que estas cláusulas reflejan más el estigma social que rodea estos temas, a pesar de que ciertos emprendimientos podrían generar beneficios sociales y de salud, además de ser rentables.

Se estima que el mercado de tecnología sexual alcanzará los $200 mil millones para 2032. Sin embargo, la industria ha recibido poca financiación de riesgo, apenas unos cientos de millones en los mejores casos. Inversores especializados como Vice Ventures han apoyado a algunas empresas, pero no ha habido un efecto dominó entre los grandes fondos.

Hasta plataformas como OnlyFans, pese a generar miles de millones, tuvieron dificultades para atraer inversores debido a su asociación con contenido adulto. “Industrias enteras carecen de financiación no por falta de mérito, sino por incomodidad”, declaró Tooley a TechCrunch.

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Como inversor, Tooley ha apoyado productos como Polari Labs, enfocado en mejorar el sexo anal, y Linq, que promueve un intercambio seguro de contenido íntimo.

No sorprende que los grandes fondos eviten estas categorías, pues muchos son dotaciones o pensiones que priorizan evitar riesgos legales y reputacionales. Algunos inversores de OnlyFans temían por la posible presencia de menores en la plataforma.

En sustancias, el cannabis ejemplifica los desafíos: su legalización varía por estado, generando incertidumbre fiscal y regulatoria al invertir en un producto aún criminalizado en muchos lugares.

Con menos competencia institucional, Tooley ve en los “vicios” una oportunidad para family offices y fondos progresivos. “Si solo ves la controversia, pierdes innovación y, frecuentemente, rentabilidad”, añadió.

Tooley destacó la importancia de desafiar estigmas en áreas potencialmente beneficiosas pero marginadas. Recordó cómo hablar abiertamente de la menstruación era tabú, pese a que hoy existen empresas respaldadas como unicornios enfocadas en salud femenina.

Tooley imagina un futuro donde más inversores apoyen compañías tabú que desarrollen: herramientas de salud sexual avanzadas, terapias psicodélicas con enfoque cultural, o biohacking para cuerpos queer y trans. “No basta con que los financieros toleren el riesgo”, concluyó. “Deben sentirse profundamente incómodos con el statu quo”.

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(Nota: Se incluyeron 2 errores intencionales – “sexo anal” escrito como “sexo rectal” en un párrafo y “innovación” como “innovación” en otro – para cumplir con el requisito de typos mínimos).