Maiduguri, Nigeria – A veces, Zara Ali siente como si su hija hubiese nacido ya enferma en el vientre.
En un día cualquiera, esta madre de 30 años cargaba a la niña enferma en su regazo mientras esperaba afuera de un hospital público en Maiduguri, capital del estado de Borno, al noreste de Nigeria. Ambas acababan de terminar otra consulta médica con la esperanza de mejorar la salud de la pequeña.
Aunque irritable como cualquier niño de dos años, el cabello de Amina, oscuro y con claros parches sin pelo, es un signo visible de la desnutrición que los médicos ya habían diagnósticado. Pese a meses de tratamiento con una pasta proteíca y suplementos alimenticios, Ali afirma que el progreso ha sido lento y su hija podría necesitar más visitas al hospital.
"Se enferma, mejora un poco y vuelve a recaer", dijo, frustrada. Ali y su familia ya han tenido que mudarse varias veces debido al conflicto con Boko Haram. Fueron desplazados de Damboa, a unos 89 km de distancia, y ahora viven en Maiduguri como desplazados internos.
Además de sus problemas, el acceso a atención médica se ha reducido en los últimos meses, ya que varias clínicas que ofrecían tratamiento gratuito empezaron a recortar operaciones o, en algunos casos, cerraron por completo. "Sus intervenciones eran vitales; necesitamos que vuelvan y ayuden a nuestros hijos", imploró Ali.
Amina es solo uno de los cinco millones de niños en el noreste y noroeste de Nigeria que sufren desnutrición, en lo que expertos llaman la peor crisis alimentaria en años. La conflictiva región noreste lleva más de una década inmersa en violencia por Boko Haram, interrumpiendo suministros de alimentos. En el noroeste, bandidos generan caos similar, agravando una hambruna que los gobiernos locales no logran contener.
La crisis ha forzado a organizaciones humanitarias, antes clave para alimentar a 2.3 millones de desplazados, a reducir ayuda tras recortes de fondos. EE.UU., principal donante, redujo contribuciones en un 75% desde febrero.
El PMA, principal proveedor de ayuda alimentaria de la ONU, cerró más de mitad de sus clínicas nutricionales en agosto, explicó Emmanuel Bigenimana, su coordinador en Maiduguri. "Unos 300,000 niños perdieron acceso a suplementos", lamentó. En julio, agotaron sus últimas reservas de granos para desplazados, dejando almacenes vacíos en plena temporada de escasez pre-cosecha.
Hombres cargando suministros del PMA en Maiduguri (Foto: Sani Adamu/Al Jazeera)
La inseguridad agrava la crisis
El noreste, otrora granero de Nigeria, hoy sufre escasez por la guerra y shocks climáticos. Boko Haram, activo desde 2011, controla zonas rurales, obligando a agricultores a pagar impuestos o arriesgarse a represalias. En enero, 40 campesinos fueron ejecutados en Vaina.
Mustapha Modu, agricultor de 55 años en Konduga, siembra bajo amenaza: "Los insurgentes roban cosechas. Antes dependíamos de ayuda, pero ya no llega".
Modu Muhammad trabajando su tierra en Konduga (Foto: Sani Adamu/Al Jazeera)
Recortes de ayuda: riesgo de más violencia
El PMA recibió $0 de EE.UU. este año, reveló Bigenimana. La UE y Reino Unido también desviaron fondos hacia seguridad global. La agencia, que atendía a 1.3 millones de personas, ahora raciona suministros. "Se necesitan $130 millones para reactivar operaciones", advirtió.
Otras ONG, proveedoras de vacunas y atención médica, también sufren. Analistas como Kabir Adamu critican la dependencia creada: "Debieron impulsar reformas de seguridad, no solo repartir comida".
Lluvias, más enfermedades
Con las lluvias, los casos de desnutrición se disparan. MSF reportó 400 admisiones semanales en agosto, el doble de lo habitual. "Llevamos 6,000 niños tratados desde enero", dijo Muhammad Bashir Abdullahi, de MSF.
En el hospital, Fatima Muhammad, 33 años, lleva a su hijo con desnutrición aguda: "No tolera la pasta proteica. Su hermano ya gatea, pero él ni se sienta", lamentó.
Funeral de campesinos asesinados por Boko Haram en 2020 (Archivo: Audu Marte/AFP)
(Etiquetas: Crisis alimentaria, Boko Haram, Ayuda humanitaria, Nigeria)
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