En las calles bañadas por el sol de Torrevieja, un valiente presidente de comunidad se ha propuesto defender la tradición más sagrada de España: la siesta. ¿Su arma? Una nota escrita a mano, pegada en la pared y publicada en ‘X’, que decreta solemnemente silencio absoluto entre las 16:00 y las 18:00 horas. El mensaje incluso era bilingüe—porque todos, turista o local, deben saber que los sueños no deben perturbarse.
Pero antes de cancelar tu sesión de aspiradora vespertina, hay una trampa: la nota no tiene ningún poder legal. En el mejor de los casos, es una sugerencia educada. En el peor, pura ilusión en Times New Roman. La ley española es clara: solo los reglamentos municipales pueden establecer límites de ruido, y en Torrevieja, estos aplican por la noche (22:00–8:00). La siesta, por muy amada que sea, sigue siendo opcional legalmente.
Entonces, ¿qué pasa si tu vecino de arriba decide practicar zapateado flamenco a las 16:30? Primero, se lo pides amablemente. Si eso falla, te quejas a la asociación de vecinos. Si también falla, llamas a la policía. Y si aún así no funciona, inviertes en tapones, auriculares con cancelación de ruido o, quizá, te mudas al campo.
Para que conste, estos son los límites de ruido en Torrevieja:
- Día: 35–45 decibelios (como una “conversación en voz baja”).
- Noche: 30–35 decibelios (como un “susurro de biblioteca”).
¿Algo más alto? La ley está de tu lado. ¿Algo más bajo? Bueno… quizá la batidora de tu vecino no arruine tu vida tanto al fin y al cabo.
Al final del día, la convivencia es complicada. Las parejas se separan al vivir juntas, así que ¿qué oportunidad tienen cien desconocidos en un mismo edificio? A veces, una conversación calmada basta. Otras, solo hay que admitir la derrota, ponerse los tapones y recordar: la siesta puede ser sagrada, pero tristemente, no está consagrada en la ley.
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