Las Mejores Películas de 2025 en EE. UU. Número 3: La Torre de Hielo

Lucile Hadžihalilović es posiblemente la directora más infravalorada del planeta. En 20 años solo ha realizado cuatro largometrajes, pero con una consistencia obsesiva en cada uno: un mundo hermético y exquisitamente controlado que exhala extrañas ansiedades biológicas y psicológicas. Desde el internado de preadolescentes de *Inocencia* (2004) hasta el hospital-isla donde se gestan niños en *Evolución* (2015). Estos microcosmos, regidos por sus propias leyes internas, parecen existir en un lejano reino de cine de autor indiferente al cine convencional.

Pero su nueva película, *La Torre de Hielo*, dirige una mirada tímida hacia el territorio comercial al basarse en Hans Christian Andersen. “Vasto, inmenso, brillando como el hielo era el reino de la Reina de las Nieves”, arrulla Marion Cotillard en el prólogo; esta historia es la lectura favorita de la huérfana adolescente Jeanne (Clara Pacini), quien huye de su casa de acogida, baja la montaña y se cuela en el rodaje del cuento. La reina es interpretada por la diva imperiosa Cristina van der Berg (que para nosotros la interpreta nada menos que la propia Cotillard).

Visto a través de los ojos de Jeanne, es el propio acto de hacer cine lo que se convierte, esta vez, en un mundo rarificado y hierático de Hadžihalilović. La utilería, los vestuarios y las esperas entre bastidores están cargados de un significado latente. Ofreciéndose como extra, Jeanne se inicia en este rito. Después de que Jeanne interpreta a “Bianca” en el set, Cristina adopta a la chica con la sustancia blanca como su protegida; la joven, fascinada por entrar al fin en el reino mágico, está más que feliz de someterse. Mientras las escenas del rodaje giran caleidoscópicamente en los sueños diurnos de Jeanne, Hadžihalilović nos mantiene en un umbral crepuscular entre lo artificial y lo real, la ficción y la verdad.

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Pero este es un cuento de advertencia sobre los peligros de la fantasía y la idolatría. Guiada por su ensoñación, Jeanne no comprende que busca en su gélido modelo a seguir: un sustituto materno o una obsesión amorosa. Podríamos llamarlo un complejo de madonna y cortesana. O quizás es incluso más: convertirse en la propia Reina de las Nieves. Compartiendo un pasado solitario similar, Cristina conoce el precio de habitar la fantasía: “¿Crees que eso es suficiente para ella?”, dice sobre el espléndido aislamiento de su personaje. En el ambiente analógico indeterminado de los años 70 de la película, hay una advertencia para todos los que se deslumbran y hechizan por el exceso de imágenes en la bola de nieve digital.

Y, mientras el ondas Martenot gorjea inquietantemente en la banda sonora, ¿dónde se esconde el monstruo en este cuento de hadas? ¿Podría ser el director (interpretado por la pareja real de Hadžihalilović, el *enfant terrible* Gaspar Noé), visto en un momento acercándose a otra ingénua? No, por supuesto debe ser Cotillard, reinando sobre la película con su característica altivez dañada, cada vez más claustrofóbicamente. Se podría interpretar *La Torre de Hielo* como una especie de película #MeToo, pero con un giro muy francés, pues el país abrazó el movimiento con cierta suspicacia. Quizás el monstruo es el cine y el arte en sí mismos: acumular y cristalizar la belleza, como Hadžihalilović hace con tanta maestría, hasta que el deseo llega al cero absoluto.

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