La vida cotidiana en una remota isla amazónica continúa pese a la disputa diplomática.

Llueva o truene, todos los días de semana desde marzo hasta diciembre, Salvador Mitidieri lleva en su bote a estudiantes desde la orilla del Río Amazonas en Brasil hacia la única escuela primaria en kilómetros a la redonda, ubicada en Santa Rosa. Esta es una isla remota que ahora es objeto de una disputa territorial entre Perú y Colombia.

El trabajo diario de Mitidieri es solo un ejemplo de cómo la pelea diplomática entre los dos vecinos sudamericanos por la isla tiene poco efecto en la vida de sus aproximadamente 3.000 residentes.

Perú mantiene que es dueño de la Isla Santa Rosa basándose en tratados de hace un siglo, pero Colombia disputa esa propiedad porque la isla aún no había emergido del Río Amazonas en aquel entonces.

A pesar del constante intercambio de palabras entre los funcionarios gubernamentales, la vida en Santa Rosa continúa sin perturbaciones. Los residentes se identifican como peruanos, pero coexisten pacíficamente con sus vecinos colombianos y brasileños, y a menudo dependen de esos países para necesidades básicas.

Nombrada en honor a una santa del siglo XVI, Santa Rosa no tiene agua corriente ni sistema de alcantarillado. La gente cruza el río a ciudades en Colombia o Brasil para ver a un médico, pero los niños de esos lugares vienen aquí para asistir a la escuela.

“La gente de Colombia, Perú y Brasil vive normalmente”, dijo Melany Mejía, una peruana de 17 años que vive en Tabatinga, Brasil, pero estudia la secundaria en Santa Rosa. “Los comerciantes, los turistas, la gente, todos se tratan con buena onda”, afirmó.

Mitidieri, el barquero, comienza su jornada laboral en el muelle de Tabatinga en Brasil, esperando a los estudiantes para llevarlos a la única escuela primaria de Santa Rosa, identificada solo con el número “601014”.

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“Me siento tranquilo aquí, trabajando con mis colegas. Todos nos conocemos”, dijo Mitidieri, de 36 años, refiriéndose a sus vecinos extranjeros. Dijo que cree que las relaciones locales no tienen nada que ver con la disputa entre países y que líderes como el presidente colombiano Gustavo Petro simplemente no conocen la realidad del Amazonas.

“Quizás los niños que traigo algún día serán doctores, abogados, policías”, comentó, mientras dirigía su bote y decenas de otras pequeñas embarcaciones cruzaban el Río Amazonas en diferentes direcciones.

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