En 2014, un sargento de una prisión en California mandó a James "JJ’88" Jacobs, quien tenía 25 años en ese momento, al "hueco" – confinamiento solitario en una celda de 2×2 metros. Una litera, una ventana pequeña. Jacobs ya llevaba una década encarcelado para entonces; a los 15, le dieron cadena perpetua por homicidio en segundo grado. Solo en el hueco, Jacobs pensaba, como siempre, en el mes más devastador de su vida, abril de 2004: el día 16, disparó y mató a otro adolescente afuera de un club en su ciudad natal, Long Beach, California. Tres días después, otro joven mató a su querido hermano mayor, Victor. Durante años, Jacobs quedó atrapado en un ciclo terrible de dolor – por lo que él había hecho y por lo que le habían hecho.
En el hueco, Jacobs se acostaba en el piso, ojos cerrados, e imaginaba su vida fuera de la prisión. Creaba ritmos golpeando su litera o su pecho. Un talentoso cantante y rapero, empezó a componer canciones en hojas de cuaderno, junto con ideas para videos musicales imaginados. Sus letras hablaban de sanación y confrontación – cómo mantener la dignidad frente a la violencia interpersonal y sistémica, cómo reconciliar lo peor que has hecho con tu valor como ser humano. La prisión lo mantuvo en el hueco por 2.5 meses – mucho más que los 15 días que la ONU considera tortura.
"Estar aquí, la muerte siempre se siente cerca," dice Jacobs en una llamada grabada desde la prisión, al inicio del documental Canciones desde el Hueco. "Tengo que fabricar esperanza. Y la forma en que lo hago es escribiendo música."
Jacobs logró grabar demos de sus canciones como JJ’88 y, años después, se las mostró a Contessa Gayles, una directora que rodaba The Feminist on Cellblock Y en la prsión. "Él y richie reseda, otro recluso, tenían un teclado sobre un bote de basura en el gimnasio – richie tocaba y 88 cantaba," recordó Gayles. "Vi su talento increíble y la belleza íntima de sus letras." Los tres mantuvieron contacto y, cuando reseda salió, empezaron a trabajar en videos basados en las ideas de Jacobs.
El resultado es Canciones desde el Hueco, un documental profundamente emotivo que mezcla las visiones musicales de Jacobs – con fragmentos de sus borradores escritos a mano en pantalla – y escenas tradicionales de su vida y seres queridos.
"Queríamos que no se sintiera como un típico documental carcelario," dijo Gayles. "Siempre lo vimos como una película musical antes que nada. La expresión creativa era lo central."
Gran parte del documental se desarrolla como el álbum visual hip-hop que Jacobs imaginó en confinamiento – historias de su familia, la cultura de pandillas en que creció, y el sistema que encierra y castiga a hombres negros, con actores interpretando su yo joven y a Victor.
A pesar de incluir recreaciones y material carcelario, el equipo evitó dar voz al sistema penal, centrándose en los reclusos y sus familias.
Jacobs describe cómo siguió a su hermano en la vida callejera y usó la violencia como "herramienta para todo." Las armas eran fáciles de conseguir. A los 15, creía que disparar a alguien le daría respeto. Esa idea se rompió tras la muerte de Victor.
"Me impactó que él y su familia vivieran ambos lados de la violencia," dijo Gayles. "Él quitó una vida y luego le quitaron una."
Durante años, Jacobs sintió rabia y desesperanza. Hasta que conoció a Jay, otro recluso que habló con remordimiento sincero sobre la vida que tomó. Jay lo inspiró a pensar en la familia que había dañado y a buscar un camino sin rabia.
El sistema carcelario de California siguió un ciclo de violencia basado en venganza, del que Jacobs intentó escapar. La escena donde busca perdón, tanto para sí como para el asesino de su hermano, es impactante – por la capacidad humana de compasión y la indiferencia del sistema hacia ella. *"La violencia no es la única respuesta a la violencia", dijo Gayles. "Cuando ocurre daño y violencia, no hay que contestar con más daño y violencia a través de castigos, venganza, represalias o encarcelamiento." La pareja de Jacobs, Indigo, lo dice más claro: "Mi sanación no depende del castigo de otros."
Fotografía: Cortesía de Netflix
A pesar del tema pesado, Songs from the Hole no es un retrato de desesperación. Jacobs busca encontrar alegría: en la educación, en su familia y prometida, en el simple hecho de estar vivo y en la "esperanza fabricada" de su arte. Finalmente, la libertad llegó: en 2020, el gobernador de California, Gavin Newsom, conmutó la sentencia de Jacobs por la edad en que cometió su crimen y su trabajo de rehabilitación, haciendolo elegible para libertad condicional. En 2022, tras 18 años en prisión, Jacobs salió libre. La película termina con él en el estudio grabando musica nueva, cantando, disfrutando la libertad de equivocarse en una canción y volver a grabarla. La creciente carrera musical de Jacobs prueba que "hay artistas brillantes encarcelados, con historias que contar y que pueden cambiar la cultura", afirmó Gayles.
En un momento del filme, todavía en prisión y desanimado por otro revés legal, Jacobs hizo una lista de razones para seguir viviendo. Incluía a su familia, su pareja y su arte. La última era una creencia: "Mis errores no borran lo bueno que hay en mí". En 106 minutos, Songs from the Hole* hace un gran trabajo para hacernos creerlo.
"Todos tenemos heridas que sanar—daños que hemos sufrido y daños que hemos causado", dijo Gayles. "Espero que esta película sea un punto de partida, y tal vez una herramienta, para que la gente pueda sanar."
