John Oliver investigó el auge de los med spas en EE.UU. en el último Last Week Tonight. "Probablemente ya los conocés", explicó sobre estos lugares, ya sea porque viste uno en tu barrio o porque te lo recomendaron influencers en miles de videos.
Un med spa es un término general para clínicas que ofrecen tratamientos estéticos, tanto médicos (láser, Botox, sueros) como no médicos (limpiezas faciales). En la era de Instagram, es un negocio lucrativo: hay unos 10.000 med spas en el país, facturando $17 mil millones al año.
Pero, "aunque muchos son seguros y tienen profesionales", dijo Oliver, "el rápido crecimiento también trajo un aumento" de casos de mala praxis o procedimientos fallidos. Esto pasa porque "la industria opera en un vacío legal", ya que muchos tratamientos caen entre la estética y la medicina. "Algunos servicios son claramente médicos, pero nadie —ni profesionales, clientes ni la policía— actúa como si lo fueran", agregó.
"No hay normas federales ni una definición legal de qué es un med spa", explicó Oliver, lo que permite que operen personas sin escrúpulos. Lo llamó el "lejano oeste" de la medicina: "Si una industria crece tan rápido y con tan poco control, la gente saldrá lastimada".
Oliver analizó los factores de este caos, empezando por el modelo de franquicias que permite abrirlos en cualquier lado con dinero en efectivo. "No inspira confianza que promocionen un lugar médico como si fuera una sucursal de Subway", bromeó. "Ambos implican meterte sustancias raras, pero de formas muy distintas".
Las regulaciones varían por estado. En Nueva Jersey, solo médicos pueden hacer depilación láser; en Nueva York, cualquiera. En Texas, cualquiera puede certificarse para inyectar Botox. Y en Oklahoma, las enfermeras deben decidir qué procedimientos hacer basándose en leyes confusas. "Casi como si les dijeran que consulten una Magic 8 Ball: ‘¿Puedo rellenarle el mentón a esta señora?’", ironizó.
"Desde los servicios que venden hasta lo que te inyectan, los med spas están mucho menos regulados de lo que creés", advirtió. Algunos tratamientos, como limpiezas faciales, tienen base científica; otros, como "baños desintoxicantes iónicos", no. Y muchos usan dispositivos "aprobados" por la FDA, lo que —como Oliver ya explicó— solo significa que se pueden vender, no que sean seguros.
"Lo ideal sería que un médico te explique los riesgos", dijo, "pero en muchos med spas eso no pasa". Aunque deben ser supervisados por un profesional, esa supervisión puede ser remota, incluso a horas de distancia.
La mayoría del personal son enfermeras o asistentes médicos. "No es que no sean capacitados", aclaró Oliver, "pero su formación en estética es limitada". Citó un curso que promete enseñar a inyectar Botox en un día: "No parece suficiente entrenamiento para meter una neurotoxina paralizante en la cara de alguien". Menos si puede tener efectos mortales, como le pasó a una mujer en Texas que sufrió convulsiones tras un tratamiento aplicado por alguien sin certificación médica. El protocolo del med spa era llamar a su médico supervisor… que estaba a tres horas de distancia.
"Las protecciones típicas de un consultorio no aplican acá", resumió Oliver. "El control es inexistente", ya que muchos estados ni siquiera exigen que registren su existencia.
Además, muchos usan productos falsos. Oliver mencionó el caso de una influencer que fue por inyecciones de B12, le vendieron un "quemagrasas" y terminó cuatro meses en el hospital con una infección necrosante. Demandó al responsable, pero no tenía licencia, seguro ni bienes. "La impunidad no sorprende", dijo Oliver. "Si te lastimás en un med spa ilegal, casi no hay recursos a menos que la policía se interese".
Aunque es fácil juzgar a quienes buscan estos tratamientos, Oliver aclaró: "Es razonable quererlos y esperar que los proveedores estén capacitados. Pero muchas veces, no lo están".
¿Qué hacer? "Como mínimo, las leyes estatales deben ser claras, difundidas y aplicadas", propuso. Pero "si la demanda es alta y el dinero fácil, siempre habrá quienes incumplan las normas". Recomendó investigar a los proveedores, pedir consultas completas y ver los frascos de lo que te inyectan.
"Y si se ponen a la defensiva o no te los muestran, salí de ahí corriendo", concluyó, porque "en muchos lugares, es demasiado fácil montar algo que parece medicina… pero sin ninguna de sus garantías".