El año pasado, he vivido contando la historia de estar entre el público del Governor’s Ball del año pasado. Ese día caluroso bajo el sol, la multitud más grande del principal festival de música de Nueva York—más gente de la que cabía en el césped de Flushing Meadows Corona Park en Queens—se reunió a una hora inusual para un concierto intermedio. Si tienes suerte, hay algunos momentos en la vida de un asistente habitual a conciertos en los que no es solo otro gran espectáculo, sino que sientes el peso del cambio cultural. Chappell Roan, vestida como la Estatua de la Libertad y llevada al escenario en una manzana gigante, cantando Red Wine Supernova ante un mar de sombreros de vaquero rosas en uno de los coros más fuertes que he escuchado, fue uno de esos momentos, un claro despegue de un cohete cultural.
El momento estelar de Roan marcó un año clave para las mujeres en la música pop, y el Gov Ball del 2024 estuvo en el centro. El festival tuvo suerte al reservarla antes de que explotara, lanzando su candidatura no oficial para los Grammy como mejor artista nueva. Lo mismo con Sabrina Carpenter, también programada en horario diurno antes de que Espresso se convirtiera en la canción del verano. Desde la cantante palestino-chilena Elyanna hasta la orgullosamente queer Reneé Rapp, pasando por la cabeza de cartel SZA, el festival vibraba con la energía de artistas femeninas en ascenso. Aprovechando el "año flojo" de Coachella, fue un fin de semana más barato y accesible para, como escuché más de una vez, "las chicas y los gays".
Este año, esa energía faltó en el Gov Ball. Fue más frío y lluvioso, alejado del pulso cultural, con menos momentos destacados o grandes debut, aunque aún mostró el talento de artistas internacionales. No fue culpa total de los organizadores, que tuvieron que lidiar con tormentas que retrasaron todo el sábado, acortando conciertos y creando colas interminables. Aún así, hubo buenas actuaciones, especialmente Olivia Rodrigo, la princesa del pop que atrajo a la multitud más grande del fin de semana—tanta gente corrió hacia las puertas con Get Him Back! que el tráfico peatonal se detuvo por completo.
No sorprende que Rodrigo fuera la estrella del fin de semana—el sábado fue el único día agotado—, ya que el Gov Ball atrae a un público joven, con precios relativamente bajos (3 días desde $359, comparado con $649 de Coachella) y accesible en transporte público. (Ojalá las adolescentes con faldas blancas y botas vaqueras no estuvieran en planes de pago de Klarna). Rodrigo, como su ídolo Taylor Swift, atrae a los más jóvenes—niñas en hombros de sus padres, adolescentes gritando "¡luce increíble!" cuando apareció en lencería de lunares rojos y Doc Martens. Muchas eran demasiado jóvenes para entender a David Byrne, que apareció para un dúo de Burning Down the House que divirtió y confundió por igual.
Rodrigo, aún ingenua al hablar pero poderosa en sus canciones, cumplió con un set ya reconocido, ya que su gira Guts lleva más de un año. Esto pesó en el Gov Ball, que tuvo a otros cabezas de cartel como Tyler, The Creator y Hozier al final de sus giras, no al inicio como en 2023. Tyler, el provocador del hip-hop experimental, lo admitió en su set del viernes: "Estoy cansado de mi tour, pero me gusta el Gov Ball, así que vine". Y vino, dando una clase magistral de carisma desde un contenedor, mezclando lo diabólico y lo juguetón.
Si el año pasado fue pop puro, esta vez fue más folk pop, con artistas acústicos como Mt Joy, The Japanese House y Hozier, además de bandas indie como Wallows y Royel Otis. La estrella viral fue Benson Boone, con su sinceridad y nueve saltos mortales. ("¿En serio me dijeron que no salte? ¿Qué pensaban que sería este show?"). Lo que en Coachella fue criticado, aquí encantó.
Aunque la energía fue irregular, hubo momentos destacados. La sudafricana Tyla hizo su debut en vivo con Bliss, hipnotizando con su baile. Mk.gee abrió el fin de semana con un set lleno de virtuosismo