Gibraltar necesita a sus mejores talentos, más allá de cualquier afiliación.

En su columna final acerca del prolongado caso McGrail —y con la publicación del informe aplazada hasta el 15 de diciembre— el antiguo editor de noticias del Gibraltar Chronicle, Francisco Oliva, reflexiona sobre el partidismo político: ¿nos importa la afiliación partidista del médico que nos practica una cirugía para salvarnos la vida?

CUANDO alguien yace en un quirófano a la espera de una intervención de urgencia, ni el director del hospital, el paciente, ni cualquiera con un ápice de sentido común se pondrán a cuestionar si el cirujano vota republicano o demócrata, conservador o laborista, PP o PSOE, GSLP o GSD.

A nadie en su sano juicio le importará cuál es el alma máter del cirujano, si prefiere la carne poco hecha o muy hecha, cuál es su lengua materna, o si profesa una religión, otra o ninguna en absoluto.

La única preocupación relevante es si la persona es un profesional competente que puede realizar un buen trabajo y salvar al paciente. En ese momento, todo lo demás es francamente, completamente irrelevante.

Una vez finalizado el procedimiento, las opiniones pueden abrirse a todo el mundo y las partes interesadas proceder a un intercambio enérgico de puntos de vista.

El ejemplo alegórico sirve para ilustrar la tormenta en un vaso de agua que se armó el verano pasado con motivo del nombramiento del abogado Peter Montegriffo como presidente de la Autoridad Policial de Gibraltar.

Montegriffo, socio principal de Hassans, es otro de esos miembros de la élite del establishment progresista y, hablando objetivamente, probablemente esté más capacitado que la mayoría para corregir con urgencia una institución defectuosa que es pieza clave en el sistema de contrapesos constitucionales del Peñón.

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PRIORIZAR LO IMPORTANTE

Que el GSD y otros hayan objetado debido a sus vínculos profesionales con dicha firma no es un debate para hoy.

Una vez que la nueva APA esté funcionando como debe, y se pueda verificar fehacientemente que la autoridad podrá desempeñar sus funciones supervisoras con eficiencia e independencia plena, como corresponde a una democracia madura como la nuestra, se podrán examinar con mayor detalle otros aspectos secundarios del método de selección.

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Pero prioricemos primero lo importante, y salvar al paciente; en este caso, contar con una autoridad policial que funcione correctamente para superar la crisis abierta actual prevalece sobre otras consideraciones.

Aquellos de cierta generación y con memoria suficiente recordarán que Montegriffo también es un ex político que en su día fue preparado para convertirse en Ministro Principal y habría sido uno de los pocos gibraltareños con capacidad para alcanzar el más alto cargo político del territorio.

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Su pericia profesional y conocimiento del gobierno democrático están fuera de toda duda, y se le debe dar el espacio necesario para completar la tarea de restaurar la credibilidad de la autoridad en interés público de Gibraltar, sin los ataques políticos mezquinos de antiguos colegas del partido que fundó hace más de treinta años.

Partiendo de la situación en la que estábamos —que no era particularmente buena—, enredarse en una disputa sobre la elección del “médico” resulta ilógico.

Dadas las circunstancias, que se le haya llamado para liderar la reforma de una estructura vital que no cumplía su propósito es la decisión correcta.

Un abogado experimentado con perfil político parece idóneo para la tarea inmediata.

Aparte de los mencionados murmullos de descontento, su nominación y disposición a asumir el reto han sido mayormente poco controvertidas.

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DEFICIENCIAS GRAVES

La investigación McGrail reveló deficiencias graves en la APA y la necesidad de garantizar que haya una persona al mando con el temperamento adecuado para tratar con poderosos actores de la comunidad, y naturalmente versada en doctrina constitucional clave, incluyendo el Estado de derecho y la separación de poderes.

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A su debido tiempo, una vez que —se espera— logre forjar una nueva estructura viable que garantice una supervisión robusta de la independencia policial frente a presiones políticas, comerciales o de otro tipo no deseadas, se podrán entablar otros debates.

CONSIDERACIONES ADICIONALES

Quizá sea un momento apropiado para discutir si es necesario contar con mecanismos legislativos que frenen la influencia excesiva de cualquier grupo de presión, bufete de abogados o grupo de interés en los pasillos del poder, y también para examinar el evidente desequilibrio por el cual el sesgo a favor de elementos progresistas en puestos políticos y constitucionales importantes parece darse por sentado como una norma dogmática e incuestionable.

No obstante, esto último es una anomalía que trasciende este caso, teniendo una significación y repercusiones más amplias en todo el sistema político.

La investigación también puso de relieve un sistema de nombramientos para puestos sensibles menos que satisfactorio, ya sea la Comisión de Nombramientos Especificados o la Comisión de Servicios Públicos.

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Tal vez sea hora de revisar estos mecanismos tanto para mejorar la transparencia, el equilibrio y la independencia —para puestos donde dicha cualidad se considere esencial— como para asegurar que siempre se seleccione a la mejor persona para puestos críticos por estrictos méritos y no por razones de afinidad ideológica o personal.

Ha de hallarse una fórmula, idealmente por consenso parlamentario, para el reclutamiento de individuos idóneos y debidamente cualificados para dichos puestos sensibles.

Si bien es cierto que es preferible evitar que una sola entidad esté sobrerrepresentada institucionalmente en la vida pública y acumule así una influencia desmesurada en la determinación de la dirección a seguir, en un lugar como Gibraltar, con un reducido grupo de candidatos potenciales de alto calibre para ocupaciones tan especializadas, resulta poco inimaginable que todos graviten en torno a un puñado de poderosas organizaciones corporativas totémicas.

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También sería ilógico establecer listas negras o exclusiones automáticas en virtud de una sobrerrepresentación pasada o la percepción de la misma. Sería una necedad privarnos de las mejores personas.

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Lo cierto es que Gibraltar no puede huir de sí mismo, de los factores condicionantes de larga data que definen lo que somos en esencia, por razones de evolución política e histórica, posición geográfica y limitaciones físicas.

La política partidista divisiva es uno de esos factores que a menudo va en contra del interés público más amplio, una medida odiosa que obstaculizará iniciativas pragmáticas y la creación de espacios no partidistas para la gestión profesional de instituciones administrativas críticas.

Sin duda habrá tiempo en una etapa posterior para debatir tales cuestiones, incluido cuál es el mejor garante de la independencia policial en Gibraltar.

NO TAN IMPENSABLE

El planteamiento inicial de este artículo proponía lo que habría sido un escenario impensable.

De hecho, dista mucho de serlo. En el norte de España —el País Vasco— el gobierno nacionalista tiene un sistema en vigor que antepone el dominio fluido del euskera a las cualificaciones médicas.

Es algo que parece sacado de un guion absurdista.

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Si usted es un cirujano eminente sin conocimiento de la lengua regional, sus posibilidades de empleo en el servicio de salud serán muy inferiores a las de alguien con un currículo académico menos formidable pero fluido en euskera.

No es ese tipo de mentalidad, donde se permiten que factores extraños frustren elecciones razonables, la que deberíamos seguir y mucho menos imitar.

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