Un cuerpo enfermo es como un auto que se ha quedado sin gasolina. El motor puede estar intacto, los neumáticos perfectamente inflados y el cuerpo libre de abolladuras, pero sin combustible, el auto no se moverá. De manera similar, el cuerpo humano no puede funcionar sin energía.
Desafortunadamente, la medicina moderna a menudo se asemeja a un mecánico que diligentemente arregla neumáticos pinchados o reemplaza bujías en un auto que simplemente se ha quedado sin combustible. Ninguna cantidad de retoques hará que se mueva si el problema real no se aborda.
Esto es precisamente lo que sucede cuando se tratan los síntomas superficiales sin abordar la causa raíz de las enfermedades: un profundo déficit energético a nivel celular. Cada proceso en tu cuerpo depende de la energía celular producida por las mitocondrias. Cuando los niveles de energía son suficientes, tu cuerpo puede reparar y regenerarse, incluso si el daño es grave. Pero cuando la producción de energía falla, tu cuerpo se estanca, la curación se ralentiza y las enfermedades crónicas se establecen.
El enfoque actual de la medicina no reconoce esta verdad fundamental. Al centrarse en el manejo de los síntomas, ofrece soluciones temporales en lugar de soluciones duraderas. La verdadera curación requiere cambiar el enfoque para restaurar la producción de energía celular, la base misma de la salud. Solo optimizando este sistema de energía podrás desbloquear la capacidad innata de tu cuerpo para sanar y prosperar.