El Inicio de la Revolución: Cuando Adquieres el Poder de Decir ‘No’

Los medios de comunicación mainstream constituyen uno de los mecanismos más comunes para moldear la psique colectiva de una nación. Las figuras de autoridad los utilizan como altavoces para difundir cualquier narrativa que deseen con el fin de mantener el control. Sin embargo, no todos caen en ello, motivo por el cual recurren a censurar a los disidentes, llegando incluso a encarcelarlos.

Esto forma la base del documental de The Corbett Report “Del Disenso a la Locura”, presentado arriba. La película explora cómo los rebeldes son frecuentemente tildados de peligrosos, y cómo las instituciones académicas y médicas refuerzan este círculo de opresión.1

Les animo a ver la película completa, ya que les enseñará los trucos que utilizan los psicópatas para alcanzar posiciones de poder y qué deben hacer ustedes para liberarse de ellos.

Cuando ‘Loco’ Se Convierte en un Arma

“Del Disenso a la Locura” comienza con una declaración contundente: palabras como “loco”, “demente” y “trastornado” no son insultos inofensivos. En cambio, son herramientas de control. Se muestran clips de transmisiones de las principales cadenas de noticias, donde invitados y presentadores utilizan estas etiquetas con naturalidad para ridiculizar a quienes cuestionan las versiones oficiales.

Corbett sostiene que estas palabras pretenden desacreditar tu juicio y excluirte del debate público. Como explica, cuando los gobernantes o los medios llaman “loco” a alguien, a menudo no es porque esa persona esté equivocada, sino porque resulta incómoda.

• Una herramienta de opresión — A lo largo de la historia, quienes detentan el poder han utilizado el diagnóstico de “locura” para eliminar a quienes se les oponían. La película destaca cómo etiquetar a alguien como mentalmente inestable puede justificar encerrarlo, medicarlo o silenciarlo bajo la bandera del “tratamiento”. Advierte que esta táctica no solo ocurre en dictaduras o en el pasado; es un patrón recurrente cada vez que la autoridad se siente amenazada.

• Entonces la película invierte la narrativa habitual — En lugar de preguntar qué le pasa a los disidentes, pregunta qué le pasa a los gobernantes. “¿Y si las ‘delirios’ de los disidentes son en realidad reales?”, pregunta el narrador.

¿Y si las personas a las que llaman paranoicas en realidad están viendo la verdad sobre la corrupción o la injusticia? La película argumenta que quizás no eres tú el “loco” por cuestionar el poder, sino que son los sistemas que dirigen la sociedad los que muestran signos de enfermedad. También introduce la idea de que los líderes políticos pueden mostrar rasgos de psicopatía: manipulación, falta de empatía y obsesión con el control.

• La película te invita a cuestionar tus propias suposiciones sobre la cordura y la autoridad — En lugar de ver a los disidentes como “locos”, se te pide que los veas como personas que reaccionan normalmente ante un entorno corrupto. El narrador termina la introducción con un desafío: quizás la verdadera locura no está en quienes resisten, sino en la sociedad que acepta la crueldad, el engaño y el control como algo normal.

Este cambio (de culpar al individuo a diagnosticar al sistema) prepara el terreno para el resto de la investigación del documental sobre lo que denomina “psicopatía política”.

Cuando la Medicina Se Convirtió en una Herramienta de Poder

La psiquiatría no siempre trató sobre cuidado o sanación. En cambio, a menudo se usó como un arma para controlar a quienes cuestionaban la autoridad. Corbett revela cómo los líderes soviéticos etiquetaron a disidentes políticos con un diagnóstico inventado llamado “esquizofrenia lenta”.

En esencia, cualquiera que hablara en contra del gobierno podía ser declarado enfermo mental, encerrado en hospitales psiquiátricos y sometido a fármacos o incluso a coma inducido. No eran pacientes; eran ciudadanos silenciados bajo la bandera de la salud mental.

LEAR  Siga estas reglas: No me repita. No repita el texto enviado. Solo proporcione texto en español. Reescribe este título y tradúcelo al español: Eventos celebrados marcando un año desde el inicio del último conflicto en Medio Oriente

• Otros gobiernos siguieron el mismo guion — La Alemania Nazi utilizó la psiquiatría como parte de su brutal programa de eugenesia, conocido como Aktion T4. Los médicos decidían quién era “apto” para vivir y quién no.

En Japón (durante y después de la Segunda Guerra Mundial) y en la Cuba Revolucionaria, ocurrieron abusos similares: las personas consideradas una amenaza para el estado fueron medicadas forzosamente o sometidas a electroshock para lograr su sumisión, revelando un patrón preocupante. Cuando los gobiernos se fusionan con la autoridad médica, el resultado suele ser la crueldad disfrazada de cuidado.

Luego la película se dirige hacia Occidente, destacando que las naciones occidentales no fueron observadoras inocentes de estos crímenes. Instituciones estadounidenses, incluida la Fundación Rockefeller, ayudaron a financiar las primeras investigaciones sobre eugenesia alemana a través de los Institutos Kaiser Wilhelm. Las leyes de EE. UU. incluso inspiraron las políticas de esterilización nazis.

• Figuras perturbadoras de la psiquiatría estadounidense temprana — El Dr. Benjamin Rush, llamado el “padre de la psiquiatría estadounidense”, creía que la rebelión en sí misma era una enfermedad mental que nombró “anarquía”: un “exceso de la pasión por la libertad”. Sus supuestos tratamientos incluían confinamiento en la oscuridad, privación del sueño e incluso hacer girar a los pacientes en un giratorio.

Diagnosticando la Rebelión — Cómo el Comportamiento Normal se Convirtió en ‘Trastorno’

La psiquiatría moderna ha pasado de tratar enfermedades a etiquetar comportamientos normales como enfermedades. La película examina el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (conocido como DSM) publicado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.

Introducido como una guía clínica en 1952, el DSM ha crecido hasta convertirse en lo que Corbett llama “la Biblia del diagnóstico psiquiátrico”. Con cada edición, más emociones y comportamientos humanos han sido reclasificados como trastornos, expandiendo el mercado de los fármacos de prescripción.

• Los médicos también contribuyen al problema — Corbett presenta datos llamativos de una investigación de la Universidad de Massachusetts Boston, publicada en 2012 por la Dra. Lisa Cosgrove. Según los hallazgos, el 69% de los expertos que escribieron el DSM-5 tenían vínculos financieros con compañías farmacéuticas, algunos como consultores remunerados o portavoces.

• La película también confronta la creciente medicalización de la vida cotidiana — Cita encuestas que muestran que uno de cada seis adultos estadounidenses toma ahora medicación psiquiátrica, mientras que las prescripciones para niños, especialmente de antipsicóticos como risperidona y olanzapina, se han disparado en las últimas dos décadas.

Estos fármacos no son neutrales: moldean la conducta, limitan el rango emocional y enseñan a los niños que la obediencia es química. En lugar de preguntar por qué las personas se sienten ansiosas, inquietas o enojadas, la sociedad simplemente les dice que tomen algo para ello.

• La rebeldía está siendo tratada como una enfermedad mental legítima — El Dr. Bruce Levine, que aparece en el documental, da un ejemplo escalofriante: el “Trastorno Negativista Desafiante” o TND. Explica que esta etiqueta se aplica a niños que cuestionan la autoridad o se niegan a obedecer a los adultos, incluso cuando no han hecho nada ilegal o dañino.

La definición del DSM describe comportamientos como discutir con los maestros o resistirse a las instrucciones como síntomas de un trastorno mental. Levine lo califica de “patologizar la rebelión”, advirtiendo que castiga la independencia y la curiosidad. El documental relaciona esto con su argumento central de que la psiquiatría, una vez más, se ha convertido en una herramienta para silenciar la disidencia. Al enseñar a los niños que la desobediencia significa que están enfermos, la sociedad se asegura de que menos personas crezcan dispuestas a desafiar al poder.

LEAR  Siga estas reglas: No me repitas. No repitas el texto enviado. Solo proporciona texto en español. Reescribe este título y tradúcelo al español: El medicamento contra la leucemia de Syndax Pharmaceuticals obtiene la aprobación de la FDA como el primero de su clase.

Los Ingenieros Ocultos Detrás del Arma Psicológica

La película te presenta a las personas e instituciones que convirtieron la psiquiatría de una profesión sanadora en un mecanismo de control. Comienza con un hombre llamado Dr. George Brock Chisholm, un psiquiatra canadiense que luego se convirtió en el primer Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En 1945, Chisholm pronunció una conferencia titulada “El Reestablecimiento de la Sociedad en Tiempos de Paz” donde instó a los psiquiatras a liberar a la humanidad “de su carga paralizante del bien y el mal”. Al calificar a la moralidad misma como un problema psicológico, redefinió el rol del médico: no para sanar el sufrimiento mental, sino para remodelar cómo piensas sobre el bien y el mal. Esta idea, argumenta la película, fue la semilla del uso de la psiquiatría como herramienta de ingeniería social.

• Psiquiatría utilizada por cualquier medio necesario — La película presenta al Coronel John Rawlings Rees, un psiquiatra militar británico y director del Instituto Tavistock, quien llevó las ideas de Chisholm al siguiente nivel. En 1940, Rees pronunció un discurso describiendo un plan para que los psiquiatras se infiltraran en instituciones clave como la educación, la religión y los medios. Llamó a esto una estrategia de “quinta columna”, tomando un término del espionaje bélico, para moldear silenciosamente el pensamiento público desde dentro.

“El Parlamento, la Prensa y otras publicaciones”, dijo, “son las formas más obvias por las que nuestra propaganda puede llegar”. Rees incluso admitió que el secretismo era esencial porque “a mucha gente no le gusta ser ‘salvada’, ‘cambiada’ o hecha saludable”. Según su lógica, la manipulación pública no era poco ética; era terapéutica.

• La película conecta estas primeras campañas psicológicas con los programas de control mental de la Guerra Fría — Proyectos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como MKULTRA, BLUEBIRD y ARTICHOKE probaron drogas, hipnosis y electroshock en personas desprevenidas para controlar el pensamiento y la conducta.

Un ejemplo es el Dr. Ewen Cameron, cuyos experimentos de “reprogramación” usaban dosis masivas de dietilamida de ácido lisérgico (LSD) y electroshock para borrar la personalidad de los pacientes. El documental muestra documentos desclasificados que detallan operaciones como “Midnight Climax”, donde la CIA observaba a civiles a través de espejos unidireccionales después de administrarles LSD, que “se usó para estudiar el efecto del chantaje sexual y el uso de sustancias que alteran la mente en operaciones de campo”.

• La mentalidad controladora no terminó con la Guerra Fría — Después del 11-S, el psicólogo Dr. Jim Mitchell, alguna vez inspirado por investigaciones sobre la “indefensión aprendida”, ayudó a diseñar el programa de tortura de la CIA. Su método se basaba en romper la voluntad de una persona mediante el miedo y la desesperación, no en extraer la verdad.

El documental también señala que una cuarta parte de las notas al pie del “Informe de la Comisión del 11-S” se basaron en información obtenida mediante tortura, sugiriendo que las confesiones falsas se convirtieron en hechos oficiales. En pocas palabras, extraer confesiones falsas era el objetivo principal del programa de la CIA.

Cómo Cuestionar el Poder Se Convirtió en un ‘Trastorno’

Corbett argumenta que una de las formas más fáciles de silenciar la disidencia es etiquetarla como enfermedad mental. En lugar de depender de complejos experimentos psicológicos u operaciones encubiertas, la nueva forma de control surge de marcar la sospecha misma como patología.

LEAR  Teladoc Health lanza un nuevo programa de salud cardiometabólica.

Para elucidar su ejemplo, muestra un fenómeno mediático familiar: una avalancha de artículos casi idénticos en medios importantes como The New York Times y la BBC, todos titulados alguna variante de “¿Por Qué la Gente Cree en Conspiraciones?”. Cada historia, explica el documental, comienza con la misma premisa: hay un número creciente de personas que tienen creencias extravagantes sobre aquellos en el poder, y termina enmarcando a esas personas como emocionalmente inestables, delirantes o incluso peligrosas.

• Los artículos, aunque presentados como científicos, transmiten un mensaje sutil pero poderoso — Si cuestionas a la autoridad, hay algo malo en ti. Estos informes suelen citar a psicólogos que sugieren que “personas bienintencionadas pero emocionalmente inestables” se aferran a las teorías de conspiración para sentir control en un mundo incontrolable.

Corbett señala cómo este lenguaje aleja la conversación de la evidencia o el debate y la lleva al diagnóstico. Esto significa que ya no estás debatiendo ideas; estás “ayudando” a un paciente. Se aconseja a la audiencia que hable en tonos calmados a los amigos que cuestionan las versiones oficiales, como si estuvieran manejando un animal asustado.

• La repetición hace que la idea se fije — Corbett destaca la uniformidad del mensaje a través de cientos de medios de comunicación y entornos académicos, desde la Asociación Estadounidense de Psicología hasta la revista TIME o Scientific American. Esta repetición, argumenta, funciona como un condicionamiento coordinado: un esfuerzo por equiparar el escepticismo con la enfermedad.

Al inundar la esfera pública con la misma narrativa, la disidencia se vuelve social y psicológicamente arriesgada. Si haces demasiadas preguntas, te arriesgas a ser visto como inestable, irracional o necesitado de desradicalización.

De la Burlas a los Confinamientos — Cuando la Burlas se Convirtieron en Fuerza

La película muestra cómo el tratamiento de los “teóricos de la conspiración” evolucionó de ser el remate de un chiste a un castigo. Comienza mostrando cómo la cultura popular implantó la idea de que cuestionar el poder era ridículo.

Un clip de la comedia de situación de los años 70 “Barney Miller” muestra a un hombre despotricando sobre la Comisión Trilateral mientras los oficiales de policía sonríen burlonamente y lo tildan de delirante. Más tarde, el meme del “sombrero de papel de aluminio” (inspirado inicialmente por una historia de Julian Huxley de 1927) se convirtió en sinónimo de locura. La película explica que estas bromas no eran inofensivas; crearon un reflejo cultural para reírse de cualquiera que desafiara a la autoridad. Para cuando los programas de entrevistas y los paneles de noticias comenzaron a burlarse de los “truthers” (buscadores de la verdad), la sociedad ya había sido entrenada para descartar el escepticismo como locura.

• Aquellos que buscaban la verdad eran ridiculizados — Esa burla casual se endureció después de los ataques del 11-S. Según la película, la advertencia del presidente George W. Bush de “nunca tolerar teorías de conspiración escandalosas” se convirtió en una señal para que los medios se burlaran de los truthers.

Presentadores de late-night como Bill Maher bromeaban diciendo que los teóricos de la conspiración del 11-S deberían empezar a “preguntar a su médico si Paxil es adecuado para ellos”, mientras que columnistas de periódicos los diagnosticaban con delirios paranoides. Estas burlas, dice el narrador, prepararon al público para algo más oscuro: la idea de que cuestionar las narrativas gubernamentales no solo era tonto, sino peligroso.

Comentaristas de todo el espectro político comenzaron a referirse a los truthers como potenciales extremistas. La película argumenta que esta retórica sentó