¿Dónde está el acceso? Residentes con discapacidad enfrentan barreras diarias mientras el Comité de Accesibilidad del Ayuntamiento de Orihuela permanece en silencio

Para muchos residentes con discapacidad y personas mayores, transitar por Orihuela sigue siendo una dura prueba cotidiana, marcada por obstáculos físicos y por lo que los activistas describen como una persistente falta de acción efectiva por parte del Ayuntamiento.

Barreras diarias ignoradas: discapacitados y ancianos siguen lidiando con las calles de Orihuela

Para una gran parte de los residentes con discapacidad y de edad avanzada, desplazarse por Orihuela constituye un calvario diario, jalonado de obstáculos materiales y de lo que los colectivos denuncian como una inacción efectiva crónica del Consistorio. Aunque el discurso oficial alude con frecuencia a la inclusión y la accesibilidad, la realidad sobre el terreno evidencia un abismo considerable entre las declaraciones políticas y la vivencia ciudadana.

Aceras irregulares, pasos de peatones mal diseñados, aceras estrechas y obstruidas y un drenaje inadecuado ponen sistemáticamente en riesgo a usuarios de sillas de ruedas, personas con discapacidad visual y aquellas con movilidad reducida. Estos problemas no son descuidos ocasionales, sino elementos recurrentes del entorno urbano, lo que sugiere un fallo sistémico de los responsables municipales a la hora de comprender cómo utilizan el espacio público los residentes con discapacidad.

Los críticos sostienen que, para el Ayuntamiento, la accesibilidad se aborda con demasiada frecuencia como un mero trámite reglamentario, no como una necesidad práctica. Los proyectos de infraestructura pueden cumplir técnicamente con los estándares mínimos, pero aun así pasan por alto las realidades del día a día: bordillos que impiden el movimiento autónomo, pavimentos táctiles que conducen a obstáculos o callejones sin salida, y mobiliario urbano colocado sin considerar un paso seguro y continuo. El resultado es un municipio que parece accesible sobre el papel, pero que en la práctica sigue siendo excluyente.

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Una de las críticas principales se refiere a los pasos de peatones, todos los cuales deberían contar con bordillos rebajados para garantizar un acceso seguro e igualitario para todos. Los vados son esenciales para personas con discapacidad, usuarios de sillas de ruedas, personas con movilidad limitada, ancianos, padres con carritos y cualquiera que utilice ayudas para caminar. Sin ellos, los pasos de cebra se convierten en barreras físicas que incrementan el riesgo de caídas y accidentes, excluyendo a los usuarios más vulnerables de una movilidad independiente.

Instalar bordillos rebajados es una medida sencilla y de bajo coste que fomenta la inclusión, mejora la seguridad vial y contribuye a crear espacios públicos accesibles y adaptados a todas las edades para el conjunto de la comunidad.

Agrava la frustración la falta de una consulta significativa. Los residentes con discapacidad y los grupos de defensa afirman que raramente se incluye su voz en la fase de planificación, y que cuando se plantean inquietudes, a menudo se despachan como inconvenientes menores o inevitables. Este enfoque reactivo, arguyen, refuerza una cultura en la que se espera que sean las personas con discapacidad las que se adapten a la ciudad, y no al revés.

Estas preocupaciones son compartidas por la asociación Orihuela Sin Barreras, que ha denunciado en repetidas ocasiones lo que describe como una práctica “permanente” de los servicios municipales de colocar vallas, señales de prohibido estacionar y otro material del Ayuntamiento directamente sobre las aceras. Según el colectivo, dichas obstrucciones restringen seriamente la accesibilidad y persisten a pesar de los repetidos llamamientos a los responsables municipales para que actúen con mayor cuidado y empatía.

La asociación advierte de que el problema va más allá de la incomodidad y constituye un riesgo real para la seguridad. Los usuarios de sillas de ruedas y personas con muletas se ven a menudo obligados a circular por la calzada o por el borde mismo de la acera, con el peligro de deslizarse hacia el tráfico, mientras que los residentes de mayor edad y aquellos con discapacidad visual enfrentan un mayor riesgo de tropiezos y caídas. Ante la continua inacción, Orihuela Sin Barreras ha instado a la ciudadanía a reportar y fotografiar los problemas de accesibilidad para poder denunciarlos públicamente.

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Entre sus quejas más recientes, el grupo destacó que la única plaza de aparcamiento reservada para personas con discapacidad en la calle Loazes—una de las principales vías de la ciudad—estaba bloqueada por contenedores de obra, quedando así inutilizable de facto.

A pie de calle, estas deficiencias se traducen en pérdida de autonomía, mayor riesgo y exclusión social. Los activistas insisten en que, sin un cambio claro de prioridades—que sitúe la accesibilidad en el centro de la planificación urbana y de la práctica municipal diaria—Orihuela seguirá siendo una ciudad llena de barreras para muchos de sus propios habitantes, en lugar de un espacio que posibilite una participación equitativa en la vida pública.











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