Más de 200 personas se reunieron el sábado para despedir al escultor Günther Uecker, uno de los artistas alemanes más importantes de la posguerra.
Nacido en 1930 en el norte de Alemania, Uecker alcanzó fama internacional al incorporar clavos en su arte. Sus emblemáticos relieves de clavos, organizados en pinturas esculturales y táctiles, se exhiben en museos e instituciones políticas de todo el mundo.
Falleció el 10 de junio a los 95 años.
Un servicio funebre en Schwerin rindió homenaje a su estrecha relación con el estado de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, donde nació.
Tras comenzar sus estudios en la antigua Alemania del Este, Uecker se mudó a Düsseldorf en 1955 para continuar su formación artística, libre de dogmas políticos e inspirado por nuevos desarrollos en el arte abstracto.
Más tarde, se convirtió en pionero del movimiento avant-garde ZERO, que buscaba un nuevo comienzo en el arte explorando la luz, el espacio y el movimiento, a menudo con materiales y técnicas poco convencionales.
Uecker viajó por el mundo con un mensaje humanitario de paz, exponiendo en muchos paises, incluidos dictaduras.
Creó pinturas con cenizas tras el desastre nuclear de Chernóbil, defendió al pueblo indígena navajo y mostró mensajes de derechos humanos en Pekín.
Organizó “happenings”, como besar al pintor Gerhard Richter en un evento en la Kunsthalle Baden-Baden en 1968. Y en 1978, Uecker montó un camello por los pasillos de la Kunstakademie Düsseldorf, donde enseñaba.
Tras la caída del Muro de Berlín, Uecker volvió regularmente a Mecklemburgo para trabajar y diseño cuatro grandes vidrieras en tonos azules para la catedral de Schwerin.
El predicador Volker Mischok ofició el funeral del difunto artista en la catedral de Schwerin. Nacido el 13 de marzo de 1930 en Wendorf y criado en la península de Wustrow, Uecker vivió y trabajó en Düsseldorf desde mediados de los 50.