Dinamarca pone fin a 400 años de servicio de entrega de cartas

Dinamarca pondrá fin al servicio de reparto de cartas tras más de 400 años de historia postal.
Crédito: Karl Aage Isaksen, Shutterstock

Durante siglos, fue parte de la cotidianidad. Una carta en el buzón, un buzón rojo en la esquina, un reparto que llegaba sin que nadie lo cuestionase. En Dinamarca, esa rutina está a punto de desvanecerse.

A partir del 30 de diciembre, el servicio postal estatal cesará por completo la entrega de correspondencia, dando fin a un servicio cuyos orígenes se remontan a 1624. Tras más de cuatro siglos, PostNord alega que el reparto de cartas simplemente ha dejado de ser sostenible.

El anuncio ha sido recibido con una mezcla de resignación y sorpresa. No porque no se vislumbrase, sino por la contundencia que conlleva.

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Por qué Dinamarca decidió dar el paso definitivo

PostNord, creada en 2009 tras la fusión de los servicios postales danés y sueco, lleva años advirtiendo sobre el rápido declive del correo tradicional. Ahora, las cifras han hecho la decisión ineludible.

Según la empresa, el volumen de cartas ha disminuido en más de un 90% en los últimos 25 años. En la Dinamarca actual, la comunicación digital ha relegado al papel a un segundo plano. Más del 90% de la población recibe ya documentos oficiales en línea, ya sean informaciones fiscales, extractos bancarios o notificaciones gubernamentales.

Mantener una red nacional de reparto de correspondencia en estas condiciones carece de sentido, sostiene PostNord. A finales de año, retirará unos 1.500 buzones rojos de las calles del país y se centrará exclusivamente en la entrega de paquetes, sector que sigue creciendo gracias al comercio electrónico.

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La transición no será indolora. Se prevé la supresión de alrededor de 1.500 empleos en Dinamarca. PostNord seguirá existiendo, pero el reparto de cartas –el servicio que la definió durante generaciones– habrá desaparecido.

El correo privado entra en escena, contra pronóstico

Para quien en Dinamarca aún desee enviar una carta, la solución será ahora privada. La empresa Dao está preparada para asumir el servicio de correo postal, y confía en que la correspondencia física no está tan muerta como muchos presuponen.

Dao anticipa que su volumen de cartas aumentará considerablemente, pasando de unos 30 millones en 2025 a aproximadamente 80 millones en 2026. Lo más llamativo es el segmento del que espera dicho crecimiento: adultos jóvenes de entre 18 y 34 años.

Aunque Dinamarca suele percibirse como una sociedad sin efectivo y sin papel, Dao considera que aún hay espacio para el correo físico –solo que no bajo el antiguo modelo.

Para esta compañía, la retirada de PostNord no es una señal de alarma, sino una oportunidad.

¿Podrían otros países seguir el ejemplo de Dinamarca?

La medida danesa ya se observa con atención en otras partes de Europa. La caída del volumen de cartas es un problema compartido, no una excepción local.

En Francia, por ejemplo, la Cour des comptes advirtió en diciembre de 2024 que el servicio de cartas representa ya menos del 15% de los ingresos de La Poste, frente a más del 50% en 2010. Según el regulador ARCEP, el 82% de los franceses envía menos de cinco cartas al año.

En este contexto, la idea de reducir –o incluso eliminar– el reparto diario de correspondencia vuelve recurrentemente a la mesa de debate.

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Dinamarca podría ser simplemente el primer país en aceptar lo que otros aún discuten: que la carta, como servicio público entregado seis días por semana, ya no refleja la forma en que la gente se comunica.

Para la mayoría de los daneses, el cambio apenas afectará su día a día. Los mensajes llegan al instante, las facturas son digitales, los paquetes siguen apareciendo en la puerta. Pero simbólicamente, supone un gran giro.

Un servicio que sobrevivió a guerras, revoluciones industriales y siglos de cambio ha sido finalmente superado por el correo electrónico y los portales en línea. Cuando desaparezca el último buzón rojo, no solo marcará el fin del reparto de cartas –marcará el fin de una era.

Y puede que no sea el último país en despedirse.

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