De código a volantes: la alemana que cambió Londres por los vestidos flamencos en España
Dejé la rutina corporativa en Londres por el sol, la costura y el autoempleo —y construí mi negocio soñado en España sin experiencia previa.
Imagen genérica: Mujer cosiendo a máquina un vestido flamenco amarillo y blanco en su casa.
Crédito: adriaticfoto, Shutterstock.
No tenía título de moda, ni plan de negocio, ni idea de cómo hacer un traje de flamenca… pero eso no la detuvo.
Conocé a la mujer que cambió el estrés londinense por las calles bañadas de sol de Granada y montó su empresa desde cero, cosiendo trajes flamencos sin experiencia y con mucho valor.
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Una tarde tranquila, Anke Herrmann se hizo una pregunta sencilla: «¿Qué haría si no hubiera límites?». Jamás imaginó que la respuesta la llevaría a una vida llena de volantes, desvelos y alegría como diseñadora de trajes flamencos en el sur de España.
Pero así fue.
Esta ex programadora alemana escribía código para un gran banco en Londres. Ahora corta tela en los adoquines del Albaicín, creando vibrantes vestidos flamencos a medida para bailaoras de todo el mundo. Y no mira atrás.
Software, España y sueños a máquina
En 2004, Herrmann dejó su cómodo trabajo en IT, hizo las maletas y se fue a Andalucía con una meta clara: unir sus dos pasiones —la costura y el flamenco— en un negocio.
No era precisamente una costurera experta. Según admite en su artículo de Medium, no tenía formación en diseño de moda, ni experiencia empresarial, ni idea de vestidos flamencos: «Solo me encantaba su ajuste y los volantes», confesó.
¿Qué la impulsó? Un CD de flamenco, un vestido de verano y un chispazo de inspiración.
«Cortaba tela mientras escuchaba a Camarón de la Isla cuando lo vi claro: quería abrir un taller de costura», dijo.
Nada de fábricas ni producción masiva. Solo piezas únicas para mujeres que quieran sentirse «como un millón de dólares».
Plan A: dejar el trabajo y coser el sueño
La idea no fue del todo espontánea. Años antes, al planear un viaje a Perú, aprendió español con Bilingual America. Ese curso despertó su obsesión por el idioma… y por España.
Un viaje a Granada la conquistó.
«Me enamoré del lugar. El Albaicín parecía haberse quedado atrapado en el tiempo», recordó.
Pero el amor no pagaba el alquiler. Así que ideó su «Plan A»: dejar el trabajo, mudarse a Granada y convertirse en diseñadora flamenca autónoma.
¿Locura? Quizá. Pero pronto llegó el método.
Tomó clases con el sastre londinense Imtaz Khaliq. Hizo su primer vestido flamenco para la bailaora Anita la Maltesa a cambio de consejos. Y se lanzó.
Gracias a un jefe visionario, incluso consiguió un contrato remoto para financiar la transición.
Faldas, estrés y noches en vela
Su primer encargo serio: doce faldas para una gala de flamenco.
¿Suena glamuroso? Nada de eso.
«No dormí las últimas 48 horas. Terminé el último vestido 90 minutos antes del espectáculo. Cuando se apagaron las luces, me quedé dormida en la silla y me perdí toda la función», confesó.
Las imágenes de esos vestidos se convirtieron en la base de su negocio —y en prueba de que podía trabajar bajo presión.
Desde entonces, ha diseñado cientos de trajes para bailaoras de España y el mundo. Su taller granadino, a la sombra de la Alhambra, es ahora un hervidero de color, tela y creatividad.
Sin arrepentimientos, solo volantes
¿Lo volvería a hacer?
«Absolutamente. Crear mi negocio me desafió en todos los sentidos. Fue lo mejor que hice», asegura.
Ahora dirige Flamencreaciones, una marca de moda flamenca hecha a medida, y asesora a emprendedores del sector. Su mensaje: con un poco de pasión, puedes triunfar en España.
«¿Lo habría hecho si hubiera sabido lo duro que sería? Probablemente no. Pero, ¿me arrepiento? Ni un segundo».
Darse el gusto y mudarse a España
El viaje de Herrmann, del teclado al corsé, es pura determinación. Demuestra que salirse del camino marcado puede valer la pena. Su historia prueba que no necesitas un título en diseño o un plan de negocio aprobado por inversores —solo una visión, sentido común, un poco de agallas y la voluntad de coser hasta altas horas.
Así que la próxima vez que veas a una bailaora girar entre volantes de colores, recuerda: en algún callejón de Granada, una expatriada alemana está frente a su máquina de coser —prueba viviente de que, a veces, el Plan A es todo lo que necesitas para lanzarte.
Sigue el viaje de Anke:
www.flamencodressmaking.com
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