Los residentes de una urbanización en Alicante respiran aliviados tras la aparente retirada de una banda de okupas que los había amenazado a ellos y a sus mascotas.
No se les ha visto en más de una semana, pero al marcharse parece que se llevaron todo lo que había dentro de la propiedad —dejando atrás solo un perro.
Los intrusos se instalaron en la vivienda deshabitada de la urbanización con control de acceso de Lo Crispín, cerca del pueblo de Algorfa, a finales de junio, al parecer bajo la dirección de un grupo criminal organizado.
Se produjo un enfrentamiento desagradable cuando los residentes intentaron reconstruir el muro que los okupas habían derribado para acceder a la casa.
Una familia de okupas se instaló en la propiedad el pasado junio.
Los líderes criminales –una mujer embarazada con un bebé en brazos y otro descrito como un ‘hombre malvado’– intentaron derribar las reparaciones, lesionando la mano de un residente en el proceso.
El hombre incluso hizo un gesto de degollación a Elizalde, prometiéndole atropellarlo si lo veía en la calle.
El presidente de la comunidad, Daniel Elizalde Elizalde, declaró a The Olive Press que la propiedad había estado vacía durante aproximadamente dos semanas hasta el pasado sábado –a excepción de un perro, que había sido abandonado a su suerte durante una ola de calor de agosto–.
“Algunos vecinos notaron que había muy poco movimiento, que no había nadie, pero comprensiblemente tenían un poco de miedo de ir a comprobarlo por sí mismos”, declaró.
“Las luces estaban encendidas, pero no había coches ni señales de vida, aparte de este perro al que podíamos ver gimiendo y angustiado.
“Supusimos que nadie lo cuidaba, así que nos acercamos y le dejamos algo de comida y agua, porque las condiciones climáticas eran totalmente insoportables”.
Fue entonces cuando vieron el verdadero estado en que los okupas habían dejado la villa de tres habitaciones, propiedad del banco y valorada en unos 180.000 euros.
Todos los muebles y electrodomésticos habían desaparecido –incluso las unidades de aire acondicionado de la planta superior habían sido arrancadas de las paredes–.
Los suelos estaban cubiertos de heces de perro y, para mayor escarnio, parecía que los okupas habían dejado deliberadamente todas las luces encendidas y el aire acondicionado de la planta baja funcionando al máximo.
Se describió a los okupas como ‘no violentos’ en sí mismos, pero trabajaban con un grupo criminal que usaba amenazas e intimidación.
“Parecía que se habían llevado todo lo que no estaba clavado”, afirmó Elizalde.
La comunidad aún no estaba segura de si los intrusos planeaban regresar, con el perro abandonado sirviendo para ‘retener’ la propiedad en su ausencia.
Pero el perro desapareció misteriosamente el pasado sábado, lo que llevó a la comunidad de Lo Crispín a concluir que se han ido para siempre.
“Toda la presión mediática definitivamente ayudó. Incluso tuvimos un equipo de noticias de televisión aquí la otra semana, lo que creo que les puso muy incómodos”.
Pero mientras la pesadilla podría haber terminado para la tranquila comunidad residencial, Elizalde cree que el problema simplemente se ha transferido a otro lugar.
“Tengo entendido que este grupo de okupas ha encontrado otra casa para ocupar en una comunidad diferente, una que les resulta un poco más fácil.
“Estoy muy orgulloso de cómo la comunidad se unió para enfrentarse a los okupas –lo cual no fue fácil– de manera pacífica y legal. Los hicimos salir usando medios justos”.
Elizalde también defendió a la Policía Local y la Guardia Civil, a quienes muchos residentes han acusado de cruzarse de brazos y no hacer nada.
“Nos ayudaron todo lo que pudieron dentro de la ley, pero tenían las manos atadas. Las leyes del país implicaban que realmente no podían hacer mucho.
“La familia que vivía realmente en la propiedad no era violenta ni agresiva”, continuó.
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Esta figura ha sido identificada como uno de los cabecillas.
“Son las bandas organizadas las que buscan apartamentos vacíos y que otros los ocupen –ellos son los que realizaron las amenazas–.
“Es una locura lo que hacen –‘alquilan’ estas propiedades a familias pobres y desesperadas– les cobraban 1000 euros al mes por vivir allí con un contrato falso para vivir en esta villa de tres habitaciones con piscina.
“Incluso tenían un contrato de electricidad para la propiedad que era legítimo –me lo dijo alguien de la compañía eléctrica–. No entiendo cómo lo hicieron”.
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