Alemania promete reforzar su capacidad militar, pero la retórica puede no reflejar la realidad

Días después de que Rusia comenzara su invasión a gran escala de Ucrania en 2022, Olaf Scholz anunció un *Zeitenwende*, o un “punto de inflexión” histórico. El entonces canciller alemán prometió una transformación en seguridad: aumentar el gasto en defensa, enviar más ayuda a Ucrania, ser más duro con los estados autoritarios y reducir rápidamente la dependencia de Alemania de la energía rusa.

Fue un cambio psicológico para un país marcado por su pasado nazi, pero que ahora se espera que actúe—como la mayor potencia económica de Europa—ante una amenaza para el continente.

Sin embargo, dos años después, el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores publicó un informe diciendo que la transformación de Scholz aún no había “logrado cambios significativos”.

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Entonces, con un nuevo canciller, ¿puede el *Zeitenwende* ser real esta vez? No falta acción, ni retórica. Desde que asumió hace tres semanas, Friedrich Merz prometió que Alemania tendrá el ejército convencional más fuerte de Europa, recibió al presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, en Berlín, visitó Kyiv y asistió a la presentación de tropas alemanas en Lituania, el primer despliegue permanente de soldados alemanes en suelo extranjero desde la Segunda Guerra Mundial. Críticamente, eliminó el freno de deuda, liberando gasto urgentemente necesario para el Bundeswehr, el ejército alemán.

En su primer discurso como canciller, prometió proporcionar todos los recursos financieros necesarios para esto. Los aliados de Alemania lo esperan, dijo Merz en su declaración gubernamental: “De echo, prácticamente lo exigen”. Anunció su intención de transformar Alemania de una “potencia media dormida a una líder”. Ya se ha adaptado fácilmente a ese papel.

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En Lituania dijo: “La protección de Vilnius es la protección de Berlín. Y nuestra libertad común no termina en una línea geopolítica—termina donde dejamos de defenderla”. Esto, de un país que en 2011 vio a su presidente federal dimitir bajo críticas por sugerir que acciones militares podrían ser necesarias en emergencias para “proteger nuestros intereses”.

Pero no todo va bien. El lunes, Merz anunció que ya no había restricciones en las armas suministradas a Ucrania por Reino Unido, Francia, Alemania y EE.UU., y que Ucrania ahora podía hacer “ataques de largo alcance”. La implicación era que los misiles Taurus, de 500 km de alcance, finalmente estarían disponibles, como Merz había prometido en la oposición. Esto significaba que Moscú era vulnerable a estas bombas, al igual que los puentes estratégicos de Crimea.

La respuesta de Moscú fue inmediata. Serguéi Lavrov, el ministro de exteriores ruso, dijo: “Escuchar del líder alemán actual que Alemania recuperará su posición como la principal potencia militar en Europa, justo después de celebrar el 80 aniversario de la derrota de Hitler, es bastante sintomático. Aparentemente, la historia no les enseña nada”.

El expresidente ruso Dmitri Medvédev recordó al mundo el pasado nazi del padre de Merz y advirtió una vez más de la amenaza de una tercera guerra mundial.

La realidad de lo que Merz ofrece a Ucrania es más compleja, al igual que lo que puede hacer para cumplir con las demandas de la OTAN de expandir el ejército alemán.

El día después de su compromiso “sin límites”, tuvo que matizar su declaración, diciendo que esto ya era así desde hace tiempo, y luego evadió la pregunta sobre si cumpliría su promesa de suministrar los Taurus. Se sospecha que el ministro de finanzas, Lars Klingbeil, del Partido Socialdemócrata—socio de coalición de Merz—lo bloqueó. El episodio recordó a la parálisis del anterior gobierno de coalición.

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También puede que, en el cargo, Merz haya entendido mejor las complejidades, como el entrenamiento de seis meses que requieren los ucranianos para usar los Taurus y las implicaciones de que soldados alemanes den entrenamiento dentro de Ucrania. El gobierno ahora mantiene una ambigüedad estratégica sobre qué hará y se enfoca en ofrecer a Ucrania una asociación para fabricar misiles juntos.

Los aliados de Merz dijeron que el episodio no fue inútil. Thomas Röwekamp, de la Unión Demócrata Cristiana y presidente del comité de defensa del Bundestag, dijo al *Frankfurter Allgemeine Zeitung* que, al rechazar límites de alcance, Merz había “eliminado un argumento que impedía la entrega de los Taurus”. Aún no es un “compromiso”, pero la razón para la negativa anterior había sido “eliminada”.

El mayor riesgo para Merz es que su retórica no coincida con la realidad de lo que puede lograr, y reconstruir un ejército alemán después de décadas de abandono tomará muchos años.

Por ejemplo, en 2021, Alemania acordó aportar 10 brigadas a la OTAN para 2030—unidades de unos 5,000 soldados. Actualmente tiene ocho brigadas y está formando la novena en Lituania, que estará lista en 2027.

En total, tiene unos 182,000 soldados en activo, más, según el ministro de defensa Boris Pistorius, 60,000 reservistas disponibles. En comparación, durante la Guerra Fría había hasta 500,000 soldados en el Bundeswehr, con acceso a unos 800,000 reservistas. Para 2031, el número de soldados activos debería crecer a 203,000.

Aún así, sin importar el tiempo que tome o los tropiezos, los socios de Alemania ya se han adaptado mentalmente al regreso del país como la principal fuerza militar de Europa.

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