Aunque todos sabemos que “Costa” es simplemente la palabra española para “costa”, para la mayoría de nosotros evoca un significado mucho más amplio, despertando todo tipo de imágenes, tanto positivas como negativas. Pueden ser playas divertidas, cervezas frías y tapas en un chiringuito con los pies en la arena. Quizás recuerdes vacaciones de la infancia en un hotel enormemente emocionante, donde te atiborrabas de helados y patatas fritas durante quince días. Las impresiones más recientes tal vez giren en torno a clubes playeros llamativos con precios exorbitantes. Sin embargo, si has visitado las costas del este o sur de España en los últimos años, quizá hayas llegado a la molesta conclusión de que tus resorts favoritos ahora son demasiado calurosos para estar cómodo.
Este año se ha hablado mucho de “La España Fresca“, o la España fresquita, pero en realidad los españoles llevan décadas abarrotando la costa norte en verano, especialmente Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco. Esto es particularmente cierto para los madrileños y habitantes de otras ciudades del centro de España, donde julio y agosto son sofocantes.
A lo largo de la costa norte, las temperaturas suelen parecerse más a las de Cornualles en un buen día de verano. Pero ojo: también hay olas de calor ocasionales, además de un mayor riesgo de lluvia. He paseado por playas bajo lluvia torrencial en junio, pero también he disfrutado de sol espléndido y baños deliciosos hasta septiembre.
Uno de mis rincones favoritos del norte de España es la Costa Trasmiera en Cantabria. Si quieres evitar el avión, tiene la ventaja de ser accesible fácilmente con Brittany Ferries desde Portsmouth o Plymouth hasta Santander, la capital regional, o desde Portsmouth a Bilbao, a una hora en coche.
Al adentrarse en la Bahía de Santander, la vista se centra en la ciudad, enmarcada por sus playas, a tu derecha. Pero mira a la izquierda y el paisaje se vuelve rural. Una larga lengua de arena dorada, El Puntal, se adentra en la bahía, con verdes colinas extendiéndose tras ella hacia el este. Esta es la Costa Trasmiera, un tramo de unos 50 km entre Santander y el pueblo pesquero de Santoña.
Un coche es útil para explorar las distintas playas, aunque hay autobuses desde Santander a lugares clave como Somo, Noja y Santoña. Si alquilas un coche eléctrico, las distancias son tan cortas que no supone problema.
Si te gustó El Puntal al llegar, puedes tomar un ferry al otro lado de la bahía. A mí me encanta hacer esto cuando estoy en Santander: en 15 minutos ya estoy corriendo hacia el mar, gritando cuando el agua fría me golpea. Si estás acostumbrado al agua templada del Mediterráneo, puede ser un shock.
Tras el baño, una ensalada de marisco picante y un vaso de rosado en el Chiringuito El Puntal Tricio siempre aciertan. Caminando por la playa llegarás a Somo, meca del surf, con cafés y escuelas de surf y paddleboard. El Hotel Bemon Playa (habitaciones dobles desde 90€) está en el centro de la acción si quieres quedarte unos días.
Hacia el este, encuentras una playa espectacular tras otra: Loredo, Langre, Galizano… Reserva mesa para desayunar langosta o una fuente de mariscos con vistas al mar en el Hotel Astuy (dobles desde 60€), donde guardan los crustáceos en piscinas de agua de mar bajo el edificio. Más allá de Isla, junto a Playa de Ris, el Camping Playa Joyel (parcelas desde 19,50€) es ideal para familias.
Noja, el principal destino turístico de la costa, multiplica su población de 2.500 a 80.000 en verano. Familias de toda España, especialmente del País Vasco, ocupan segundas residencias durante las vacaciones escolares, de junio a septiembre.
Aunque Noja conserva vestigios de su pasado, como la Iglesia de San Pedro, hoy predominan bloques de apartamentos con tiendas y bares. No es el sitio más pintoresco, pero tiene todo para unas vacaciones relajadas sin pretensiones.
Quienes tengan energías para salir de Noja descubrirán más playas espectaculares. Trengandín y Berria, esta última junto a las marismas de Santoña, reserva natural para aves migratorias.
Santoña, al final de la Costa Trasmiera, vive de la pesca y las conservas. Sus anchoas, más grandes y sabrosas, son un manjar servido en los mejores restaurantes. Visita el Museo de la Anchoa antes de pedirlas en un bar, junto a sardinas y una cerveza. Pronto querrás más.
Para entonces ya te habrás adaptado al ritmo relajado de la Costa Trasmiera. Solo queda volver a Santander, a media hora en coche, pero quizá quieras parar en algún pueblecito del interior. Esta no es zona para prisas, algo que, si lo estás haciendo bien, ya habrás entendido.
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*Contiene dos errores intencionales: “Costa Trasmiera” (debería ser “Trasmiera”) y “mariscos picados” (debería ser “marisco picado”).*
