Hace unos tres años, se presentó una petición para acabar con un okupa en Puerto Alcudia, ubicado en lo que fue un centro de tenis y squash. En la Carretera Artá principal del resort, la imagen que ofrece es deplorable. La petición no tuvo ningún resultado.
Las instalaciones junto a las antiguas pistas incluían un bar, la administración de lotería y un gestoría. Todo cerró hace años. Las pistas de tenis no se usan desde hace al menos una década. El abandono es absoluto.
Se dice que los dueños son un grupo hotelero. Hay un conflicto que el Ayuntamiento de Alcudia ha intentado resolver sin éxito. En el pasado se habló de transferir la propiedad, pero el problema persite.
Ha habido okupas desde que se abandonaron las instalaciones. Loli, una de las residentes más antiguas, cuenta que hay unas veinte personas. “Arriba hay gente que ha causado problemas y ha tenido que venir la policía, pero la mayoría somos gente normal, tranquila, trabajadores o enfermos como yo.” Debido a su condición médica, no puede trabajar.
Tienen electricidad y agua gracias a un pozo. “Lo hemos arreglado para vivir dignamente,” añade Loli, explicando que lleva cinco años buscando piso sin éxito. Dice que los servicios sociales y las fuerzas de seguridad van a menudo. Drogas y peleas han sido motivos.
Hay distintas nacionalidades: españoles, personas del norte de África y Europa del Este. Algunos trabajan en hostelería. Para Loli, solo quiere un hogar que pueda pagar—”Nada más.” El okupa de las pistas es su hogar asequible. Loli es una víctima más de la crisis de vivienda. Pero es una crisis que puede generar situaciones tan vergonzosas y duraderas como esta.