El aire acondicionado se apaga de golpe. La tele se corta. El zumbido constante de la electricidad desaparece, reemplazado por el silencio y el calor sofocante de Lagos, mezclado con el olor a lavanda de un difusor. Todos en la habitación suspiran.
Estamos en el apartamento de M3lon, un músico de 23 años en el suburbio de Lekki, hablando del Afro-Adura de Nigeria, también conocido como música de las trenches (una jerga para barrios marginales). Este estilo crudo mezcla gospel, trap y el pop energético nigeriano del fuji, usando refranes yoruba, modismos y mucha fe—adura significa oración.
Es irónico que se haya ido la luz justo ahora. La lucha y la supervivenza van de la mano en esta música, cuyas raíces se remontan a los fines de los 2000, cuando el cantante de Afrobeats Oritse Femi cambió a letras sobre fe con Mercies of the Lord. El Afro-Adura clama a Dios con desesperación, y su audiencia religiosa lo usa para sobrellevar el colapso económico diario.
La canción Nepa de M3lon, el impactante inicio de su EP When Life Gives You Melons, capta esta tensión perfectamente—hace referencia a la compañía eléctrica de Nigeria y refleja la impotencia que millones, incluido él, viven. «Crecí en las trenches de Ikorodu, a veces pasábamos semanas sin luz», dice. «Ahora vivo en una zona exclusiva de Lagos y aún hay noches en completa oscuridad. Esta canción es un homenaje a eso.»
En abril del 2024, el gobierno nigeriano aprobó un aumento brutal en las tarifas eléctricas, subiendo de ₦68 a ₦225 por kWh. Aunque luego lo ajustaron, el alza del 200% afectó a escuelas, negocios y hogares como el de M3lon. Como muchos, ahora vive en una realidad donde la luz es inconstante e inalcanzable.
Por eso un verso como «Nepa no tan na, but my people still turn up» pega tan fuerte. En Nigeria, «turn up» (fiestear) sin luz no es solo resiliencia, es un ritual. Esa alegría rebelde ante el fracaso del sistema le da peso a esta música.
En un país donde más de 130 millones viven en pobreza, no solo la luz está en crisis. La inflación es la peor en décadas: el transporte casi duplicó su precio desde que quitaron los subsidios en el 2023, y un kilo de arroz cuesta ₦80,000 en algunas ciudades. Olanrewaju, un fotógrafo de 27 años, dice que el Afro-Adura le da esperanza cuando no hay trabajo: «Me identifico con las luchas y la música de sus artistas. Para entenderlo, hay que vivirlo.»
«La luz subió, y hasta la gasolina no da pa’ los generadores», dice Adekunle, un despachador de 25 años. M3lon y yo vamos a recargar nuestro generador, y al ver los audífonos de Adekunle, le pregunto qué escucha. «¡Na Seyi! Sin Seyi, no hay vibes», responde, nombrando a uno de los artistas más exitosos del género.
En su álbum Billion Dollar Baby (2022), Seyi Vibez cuenta su escape de la pobreza. Canciones como Ife y Saro recuerdan su vida en las trenches, su éxito marcado por gratitud y dolor. El sufrimiento no solo está en las letras—late en la percusión, el temblor de su voz, las escalas menores. La música no olvida el precio del ascenso.
Bhadboi OML, otra estrella emergente, sigue esta tradición, uniendo lucha y redención con honestidad. Su nuevo proyecto Bhad Boi (Deluxe), dice, «es todo lo que he visto y sentido. Es como escribir mi vida con beats.» Aunque reconoce que no todo su música encaja ya en el Afro-Adura, el corazón del género—verdad, fuerza, esperanza—sigue ahí. «La gente quiere algo real. Cuando la música habla de lo que viven, pega distinto. No solo es dolor, sino poder: convertir el sufrimiento en oración y comunidad.»
Para Diamond Jimma, otro prodigio del género, la fe es clave: «La fe es la luz que nos agarramos cuando todo está oscuro—y con el Afro-Adura, la convertimos en sonido.»
De vuelta en casa de M3lon, salimos al balcón. El apagón hace el silencio más denso, roto solo por el generador de una urbanización cercana. Abajo, Lekki parece una constelación fallida—mansiones iluminadas junto a otras en sombra. Es un símbolo de quién vive fácil y quién sufre, quién come tres veces al día y quién reza sobre ollas vacías. «Esta vista es una locura», murmura M3lon. «Millones con luz. Millones en oscuridad. Misma ciudad. Mismo país.»
