El trabajo de Yiyang Chen ocupa ese lugar donde la teoria y el tacto no luchan por espacio, sino que colaboran juntos. Esta artista e investigadora china, radicada en Glasgow, se mueve con facilidad entre la pintura, el video, la cerámica, la performance y la escritura. Esta soltura viene tanto de años de formación como de su voluntad para experimentar. Lo que mantiene todo unido es su enfoque constante en el cuerpo—sus superficies, gestos y bordes—y en cómo estos son moldeados, observados y a veces deformados por la cultura, la tecnologia y los mitos.
Actualmente, se encuentra en un momento de su carrera donde su obra está ganando reconocimiento en el mundo del arte. Con exposiciones en el Reino Unido, Europa y Asia, se está forjando una reputación como alguien que puede unir la investigación y la práctica.
En *Myths of Disavowal* (2024), el óleo y el acrílico se unen en un lienzo para crear una escena que se niega a definirse. Las formas flotan entre lo familiar y lo extraño: una parte de una mesa, una mancha verde, una franja vertical rojiza y una marca blanca que podría ser una nube o un trozo de tela rasgado. El espacio interior se siente fracturado, como un recuerdo que se repite pero no en orden. El título alude a su interés continuo en cómo ciertas historias—especialmente sobre mujeres y personas no binarias—son contadas pero también rechazadas. La pintura refleja eso, negándose a ofrecer una imagen completa y ordenada. La superficie del lienzo se convierte en una especie de sustituto de la piel, en capas y oculta, pero que aún deja traslucir algo.
Su performance *The Maid, The Bride, The Body* (2022) hace física esa metáfora. La obra combina un video de una figura con una enorme falda de aros blanca con la falda misma, cosida y con un collage de imágenes. Durante la performance, Chen cosió estos collages a mano en un espacio con poca luz mientras transmitía en vivo por Instagram. La falda de aros, una prenda restrictiva y llamativa, se convierte en una superficie para la proyección y el cambio. La luz y la sombra se mueven sobre ella con cada puntada. Ella incorpora la teoría fílmica de Laura Mulvey pero la supera, observando cómo los cuerpos de las mujeres asiáticas son reinterpretados no solo en el cine, sino también en los espacios online, con todos sus filtros y juicios instantáneos. En sus manos, la falda deja de ser una reliquia de control y comienza a ser algo que se resiste.
*The Shimmer* (2025) parece más tranquilo pero impacta igualmente. Un textil blanco impreso con una fotografía en blanco y negro de una habitación lujosa y llena de objetos cuelga en la pared. Dos pequeñas argollas de metal perforan la imagen, y de ellas cuelgan cordones pálidos que se enroscan en el suelo. Parecen cordones o tendones, derramándose desde la imagen plana hacia la habitación. Es un movimiento pequeño pero agudo que rompe la sensación sellada de la foto antigua, haciéndola porosa, algo en lo que podrías meter la mano. El tacto aquí no es solo sensorial–es una forma de hurgar en la historia para ver qué sale.
En estas obras, la idea de Chen de “volverse monstruoso” aparece una y otra vez, pero no en el sentido de película de terror. Aquí, lo monstruoso trata de negarse a encajar ordenadamente en las categorías que la gente establece. En la pintura, esta negación se muestra en formas incompletas o resbaladizas. En la performance, se trata de cambiar el significado de un objeto al trabajarlo en tiempo real. En los textiles, es el cuerpo filtrándose en una imagen que no estaba destinada a contenerlo.
Ella es cuidadosa con sus materiales. En la pintura, deja partes del lienzo al descubierto para que la obra pueda respirar. Con la tela, aprovecha su suavidad y cómo puede guardar memoria. En el video, trata la luz y la proyección casi como otro material físico, superponiéndolos hasta que no puedes distinguir dónde termina uno y empieza el otro. En *The Shimmer*, los espacios vacíos no están realmente vacíos–contienen su propio peso, como una pausa en una conversación que te hace notar lo que te rodea.
También es buena tomando la teoría y transformándola en algo que puedes sentir de verdad. Aunque su trabajo hace referencia a la teoría feminista de los años 70, no se limita a reciclarla. Señala dónde se equivoca, especialmente en torno a la raza, la clase y la sexualidad, e incorpora otras formas de pensar, como la teoría trans, para abrir más posibilidades. Esa mezcla mantiene la obra arraigada en su propia herencia cultural y a la vez le permite conectar con públicos diversos.
Sus exposiciones han llegado a gente en el Reino Unido, Alemania, China y Corea del Sur, y es fácil ver por qué. Los temas son lo suficientemente grandes como para cruzar fronteras, pero la forma en que los maneja se siente personal y específica. Su enseñanza e investigación la mantienen en conversación con otros, lo que probablemente alimenta lo receptiva que se siente su obra.
Lo que más destaca es cómo trata al cuerpo como un colaborador y no solo como un tema. En *The Shimmer*, está ahí en los cordones que se derraman de la imagen. En *The Maid, The Bride, The Body*, está parcialmente oculto pero aún así impulsa la obra. En *Myths of Disavowal*, está ahí en el espacio fragmentado, más sentido que visto. Es un cuerpo que no se queda quieto, que cruza líneas, que convierte su propia superficie en un lugar de juego y resistencia.
Su obra te invita a tomarte tu tiempo. En un mundo donde todo busca atrapar tu atención rápido, las piezas de Chen te ralentizan. Esta lentitud no es solo para mostrar–es suficiente para hacerte notar los pequeños cambios de textura, los espacios entre las marcas, la forma en que la luz cae sobre un pliegue de la tela.
Al final, el arte de Chen reivindica la piel–no como un muro, no como algo para exhibir, sino como un lugar donde ocurre el contacto, donde el cuidado es posible y donde las cosas pueden cambiar. Ella demuestra que la pintura puede despegar capas, la performance puede apropiarse de algo y los textiles pueden abrir grietas en el pasado. Su trabajo no se queda solo en la galería; se queda contigo, cambiando cómo miras y quizás incluso cómo tocas.
