VIDA (Y MUERTE) EN ESPAÑA: Michael Coy analiza cómo difieren los ritos funerarios de los del Reino Unido

¿Sabías que el constante buen clima de España se debe a una zona de alta presión en el Océano Atlántico?

Es cierto.

Estamos bajo la influencia del Anticiclón de las Azores. ¡Ojalá siga así por mucho tiempo!

Ahora que estamos en junio, con cielos azules radiante, hablemos de la muerte.

Hay diferencias interesantes entre las costumbres británicas y españolas en torno al fallecimiento.

El cáncer de pulmón es más común en España (25.000 muertes anuales, frente a la mitad en Reino Unido). Sin duda, por el tabaquismo.

Hoy, muchos españoles aún encienden un cigarrillo en mitad de una conversación. Su idea de "fumar menos" es cambiar de Marlboro a una marca más barata, como Ducados.

Hace treinta años, todo el mundo fumaba. Constantemente. En trenes, ascensores, incluso en la cama. Y eso aún se refleja en las estadísticas de mortalidad.

Otra diferencia: los españoles no comparten nuestro pudor social. Si les cuentas que tu tío Jorge falleció la semana pasada, simplemente dicen "Pésame mucho" y siguen hablando del partido del Barça.

La tradición irlandesa del velatorio también existía en Reino Unido. La gente moría en casa, y la familia pasaba la noche en vela, velando al difunto sobre la mesa de la cocina.

Un insecto tímido taladra la madera de las casas. Su apareamiento produce un suave clic, casi inaudible. Pero en la oscuridad, junto al cuerpo, se oye.

Por eso se llama "Escarabajo del Muerte".

En España aún se mantiene la costumbre, pero ahora ocurre en el tanatorio. Si un vecino o amigo muere, es cortés asistir, decir "pésame mucho" y pasar un rato conversando con los dolientes.

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En Reino Unido, los funerales suelen ser una semana (o más) después del fallecimiento. Aquí, por influencia árabe, ocurren al día siguiente. No hay refrigeración; el cuerpo debe enterrarse rápido. Nadie lo ve irrespetuoso.

El luto, en cambio, es más elaborado en España. Ya no es tan riguroso como hace 50 años, pero aún hay viudas que visten de negro el resto de sus días.

En Reino Unido, se invita al doliente a un pint en el pub. Aquí, esa invitación ofendería. Los deudos no salen a divertirse.

Si vas a un funeral, prepárate para sorpresas. Casi todos se entierran en nichos, y los trabajadores del cementerio aparecen con cubos de yeso para sellar la tumba antes del almuerzo. A nosotros nos choca que charlen, pero… es su espacio de trabajo.

También desconcerta que los dolientes aplaudan al pasar el ataúd. Pero es su tradición.

Funeral español

Toda alegría había huido de aquellos callejones gélidos.

El sol se había arrastrado
a morir en soledad,
como un gato envenenado.

Al otro lado del valle,
los castaños permanecían estoicos,
guerreros de terracota, despojados,
su verdor agotado.

La humedad era el único feligrés
que aún visitaba la iglesia del pueblo.

El yeso se hinchaba, gotoso,
como nudillos artríticos,
y los santos rurales en sus cuadros
se arrugaban en los marcos,
olvidados, moteados
de hongos y manchas.

El ataúd se balanceó al salir a la llovizna.

En España, a nadie se le entierra en tierra.
Te encajan en un muro.

Los dolientes, tosiendo, cojeando,
esperábamos apiñados.

Vimos cómo alzaban el féretro
hacia su nicho.

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Me horrorizó. Entrevi,
para mi desconsuelo,
algo claustrofóbicamente pequeño,
tan desolado, inhóspito:
el interior de su "lote",
ese hueco que nos aguarda a todos.