En el corazón de Madrid, donde el tintineo de las copas y las risas nunca andan lejos, un elemento característico de la vida española se encuentra bajo escrutinio. Las asociaciones vecinales, encabezadas por la vocal Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM), han intensificado su campaña contra el extenso panorama de terrazas al aire libre de la ciudad. Ante la frustración que generan el ruido nocturno y la expansión de los restaurantes, los residentes exigen normativas más estrictas para controlar las terrazas de hostelería.
¿El último punto de fricción? Un anteproyecto de ordenanza, aprobado por el ayuntamiento a finales de julio, que según sus críticos recicla viejos problemas como hacer la vista gorda con los horarios de cierre y ejercer una supervisión mínima. Retomando un conflicto que se originó en 2007 con la ley antitabaco de España, la cual provocó una oleada de terrazas permanentes, los vecinos demandan ahora el regreso a los montajes “solo en verano” y un control más riguroso. Mientras las “alegaciones” llueven por parte de los residentes e incluso de grupos de la oposición como Más Madrid, la disputa adquiere una urgencia sin precedentes. Pero la pregunta candente es la siguiente: ¿está por fin amenazada la humilde terraza de bar, alma del pulso social madrileño?
La FRAVM ha presentado un contundente conjunto de 43 alegaciones al gobierno municipal, exigiendo una regulación más estricta de las terrazas para equilibrar la actividad hostelera con el derecho al descanso de los vecinos. Critican que el anteproyecto mantenga los mismos horarios de apertura, los cuales consideran la raíz de los conflictos por ruido.
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Agentes para controlar las terrazas de Madrid
Entre sus peticiones se encuentran permisos estacionales limitados a los meses de verano, horarios de cierre a las 23:00 en zonas residenciales (y a las 02:00 en áreas no residenciales solo si distan más de 200 metros de viviendas), y un cuerpo dedicado de “policía de terrazas” similar a los agentes de movilidad de la policía local.
La disputa se remonta a 2006, cuando la ley antitabaco impulsó a las autoridades a flexibilizar las normativas de terrazas, obviando informes de impacto ambiental y permitiendo su funcionamiento anual para compensar a los bares por la pérdida de ingresos en sus espacios interiores. Esto acabó con la apreciada tradición de las “terrazas de verano”, que solo operaban en los meses más calurosos, una pérdida que la FRAVM desea revertir.
El Tribunal Supremo anuló una modificación anterior de 2022 bajo el mandato de la alcaldesa José Luis Martínez-Almeida por carecer de informes suficientes. El nuevo anteproyecto, aprobado el 31 de julio, recupera esos cambios pero enfrentó críticas por un periodo de consulta pública en agosto, plena temporada vacacional, que según la FRAVM resultó en una participación vecinal insuficiente.
Preocupación de que la prohibición de terrazas pueda arruinar los negocios de Madrid
Los hosteleros advierten de que las nuevas normas podrían condenar a miles de terrazas y reducir sus ingresos, mientras que partidos políticos como Más Madrid presentaron sus propias alegaciones el 10 de septiembre, abogando por la protección del patrimonio histórico. La FRAVM también propone la creación de un “Consejo de Terrazas” con la participación de vecinos, colectivos de discapacidad y empresarios.
En España, las terrazas no son meros asientos al aire libre; constituyen el alma cultural de una nación que se enorgullece de anteponer el tiempo libre, la conversación y la comunidad. Desde tiempo inmemorial, han transformado tardes mundanas en animados rituales de tapas compartidas, cañas frías y debates interminables. En ciudades como Madrid, su popularidad se disparó tras la ley antitabaco de 2007, convirtiéndose en santuarios permanentes para fumadores y sociables, mientras que la pandemia de COVID-19 potenció su atractivo como espacios seguros al aire libre que sostuvieron al sector hostelero durante los confinamientos. Económicamente, son oro puro: contribuyen al atractivo de España como destino turístico (el país recibió más de 85 millones de visitantes en 2024) y sostienen una industria de 140.000 millones de euros que emplea a uno de cada ocho españoles.
Culturalmente, son la esencia misma del ritmo pausado de la vida española, lugares para hacer nuevos amigos en un mundo cada vez más digital. No obstante, como demuestra el debate en Madrid, esta tradición roza el exceso, revelando la delgada línea que separa la jarana y el descanso.
El debate sobre las terrazas en Madrid continúa, y por ahora, su futuro yace en manos de aquellos que tienen que madrugar.
