¿Alguna vez has escuchado el término «guiri»?
Es una expresión coloquial que se refiere a nosotros.
Los extranjeros.
En concreto, a los extranjeros de tipo anglosajón.
Los españoles saben perfectamente que nos necesitan. (Mira a tu alrededor: ¿hay alguna actividad económica que no sea el turismo?) Pero tienen una palabra (ligeramente) despectiva para nosotros. Nos llaman guiris.
El 25 de junio de 1870, una mujer española de 40 años, residente en París, escribió al gobierno de Madrid para romper todo vínculo formal con España.
¿Qué tenía que ver esta mujer con un término coloquial para extranjeros?
Entre 1833 y 1868, España tuvo una reina. Isabel II tenía tres años cuando subió al trono.
Justo antes de que Isabel naciera, su padre (el rey Fernando VII) promulgó la Pragmática Sanción. Este decreto abolía la Ley Sálica, que prohibía a las mujeres reinar.
Cuando comenzó su reinado, Isabel ya tenía dos puntos en contra para el pueblo: tenía tres años y era mujer.
España no estaba lista para ser gobernada por una niña.
Era un mal augurio.
Sus 35 años en el trono fueron infelices. En el País Vasco, un grupo conocido como los «carlistas» vivía en rebeldía abierta, y su mandato estuvo marcado por revueltas y conspiraciones.
En 1868, en Cádiz (siempre un foco revolucionario), estalló un motín naval que se extendió rápidamente. Sevilla estaba muy cerca de Cádiz, así que Isabel huyó a Francia.
Supuso que, cuando las cosas se calmaran, volvería a reinar. Pero no fue así. Simplemente, era demasiado impopular.
Para darle a su hijo Alfonso la oportunidad de ser rey, escribió la carta mencionada, renunciando a sus derechos al trono.
El 12 de junio se cumplirán 155 años de su abdicación.
Su hijo sí llegó a ser rey. Fue Alfonso XII.
Aunque regresó brevemente a España, Isabel no se quedó. París era su hogar. Murió allí en 1904, a los 73 años.
¿Dónde íbamos con lo de los guiris?
Cuenta la historia que, de joven, a Isabel le gustaban los hombres. Mucho.
Su «tipo» preferido era un escocés alto y atlético. Siendo reina, tenía libertad para contratar y despedir personal. Eligió personalmente a un grupo de guardaespaldas escoceses.
Isabel también decidió vivir en Sevilla, en vez de Madrid.
Quería que sus guardaespaldas (y según los rumores, eran MUY cercanos) llevaran uniforme. Sus consejeros le advirtieron que no era buena idea.
Era impopular, y ver a «sus» hombres pavoneándose por Sevilla como pavos reales uniformados podía provocar otra revuelta.
Isabel entendió el punto, pero insistió en que cada uno de sus escoceses llevara una hebilla de cinturón con la inscripción: «Guardia Imperial de la Reina Isabel».
Le explicaron que era demasiado texto para una hebilla, así que aceptó reducirlo a «Gu.I.R.I.» Las hebillas se fabricaron y entregaron.
No es difícil imaginar a un atractivo escocés, bien pagado y vestido, luciendo su hebilla mientras pasea por la Calle Sierpes en los años 1850.
Igual de fácil es imaginar a un grupo de sevillanos pobres, tomando manzanilla en la terraza de un bar.
Sin duda, uno de ellos miró a sus amigos y dijo con sorna: «Mirad, chicos, ahí va otro de sus “guiris”».
Y así nacen las expresiones coloquiales.
