Al reflexionar sobre los exploradores del siglo XVI, típicamente es Cristóbal Colón quien viene a la mente. A los medios les encanta celebrar al comerciante de Génova quien, en su época, fué considerado un fracasado y que (técnicamente) no “descubrió” América.
Quizás sería mejor redirigir nuestra admiración hacia Fernando de Magallanes: un verdadero aventurero que dió su vida en pos de su audaz misión y cuyos descubrimientos reconfiguraron el mundo.
El 20 de septiembre de 1519, Magallanes zarpó desde Andalucía para lograr lo que Colón había intentado –y fracasado– en conseguir: llegar a las Islas de las Especias navegando hacia el oeste.
Antes de profundizar en los detalles, aclaremos algo. Si bien Fernando de Magallanes nació en Portugal, calificarlo como “portugués” es un tanto engañoso. Se casó con una mujer española y vivió en España, criando a sus hijos como españoles. Más importante aún, en una época en que las identidades nacionales no estaban tan definidas como hoy, Magallanes se consideraba un servidor del rey de España, quien financió sus viajes y le otorgó títulos.
La Búsqueda de las Especias
Hoy las especias pueden parecer una commodity cotidiana, pero en 1519 valían su peso en oro. Imaginense una familia de clase media en Córdoba, España. No hay refrigeración y, si las cosechas fallan, se enfrenta el hambre. Tal vez se tenga un cerdo como reserva. Pero tras una semana comiendo cerdo todos los días, uno empieza a notar que la carne se pone en mal estado. Las especias eran vitales para enmascarar el sabor y olor rancios.
Magallanes, bien educado y consciente de que la Tierra era redonda, comprendía el valor de las Islas de las Especias –situadas cerca de Japón. Pero las rutas terrestres a través de Siria e India eran lentas y costosas, plagadas de intermediarios y constantes riesgos de robo.
¿La solución de Magallanes? Navegar hacia el oeste. Seguro que tenía que haber una ruta marítima hacia las Islas de las Especias, y si él pudiera encontrarla, seguirían enormes ganacias.
Comienza el Viaje
Con cinco naves y una tripulación de 270 hombres, Magallanes partió de Sanlúcar. Para Navidad, su flota había cruzado el Atlántico y llegado a lo que ahora es Río de Janeiro. Pero ya las cosas se desmoronaban. Un tripulante fue sorprendido agrediendo a un grumete y fue ejecutado. Pronto siguió un motín. Magallanes, firme en su mando, hizo matar a dos de los cabecillas y encadenar a algunos oficiales de bajo rango.
Pero la desgracia apenas comenzaba.
Mientras la flota navegaba hacia el sur por la costa de lo que hoy es Argentina, encontraron un tiempo terrible. Un barco, el Santiago, se hundió en una tormenta. Magallanes decidió pausar el viaje y dejar descansar a los hombres en tierra, dándose cuenta de que habían entrado en el hemisferio sur, donde el invierno se acercaba. Por seguridad, permanecieron en tierra hasta octubre de 1520, cuando reanudaron la travesía.
El Estrecho de Magallanes
En diciembre de 1520, Magallanes encontró lo que buscaba: una ruta marítima alrededor del extremo sur de América del Sur. Las traicioneras aguas –ahora conocidas como el Estrecho de Magallanes– eran notoriamente tormentosas y difíciles. Una vez atravesadas, la flota entró en un vasto y calmado océano, que Magallanes bautizó como “Pacífico” por sus tranquilas aguas.
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Pero esperaba otro desastre. Para entonces, los marineros sufrían de escorbuto –una deficiencia de vitamina C– porque no tenían acceso a fruta fresca. Los marineros de la época desconocían la enfermedad, y los hombres de Magallanes comenzaron a enfermar. Para cuando llegaron a Filipinas, 30 hombres habían muerto.
Magallanes, un cristiano devoto, buscó convertir a los nativos de Filipinas al cristianismo. Sin embargo, esto enfureció a algunas tribus locales y estalló un conflicto. En abril de 1521, Magallanes fue alcanzado en el cuello por una flecha envenenada y murió casi al instante. Había estado en el mar durante 19 meses.
El Legado
En septiembre de 1522, tras un agotador viaje de tres años, solo 18 hombres de la tripulación original de Magallanes lograron regresar a España. Si bien Fernando de Magallanes nunca volvió, su expedición fue la primera en circunnavegar el globo, alterando para siempre nuestra comprensión del mundo.
Fernando de Magallanes pudo haber perdido la vida, pero su viaje transformó la relación de la humanidad con el planeta que habitamos.
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