Viajes Londres-Nueva York en 90 minutos a la vista.

La perspectiva de cruzar el Atlántico en tan solo una hora y media ha cautivado a los viajeros durante décadas, pero lo que una vez pareció el dominio de la ciencia ficción se acerca cada vez más a la realidad. El viaje suborbital de pasajeros, que permitiría a cohetes lanzar viajeros al espacio brevemente antes de aterrizarlos a miles de kilómetros de distancia, está siendo explorado seriamente por las principales compañías de vuelos espaciales privados. De materializarse, podría reducir la travesía entre Londres y Nueva York de más de siete horas a poco más de noventa minutos.

El principio es relativamente sencillo, aunque la ingeniería no lo sea. En lugar de volar a través de la atmósfera como una aeronave tradicional, un vehículo suborbital despegaría verticalmente, propulsado por motores cohete, y ascendería hasta el límite con el espacio. Los viajeros experimentarían unos minutos de ingravidez mientras la nave traza un arco a gran altitud sobre la Tierra antes de iniciar su descenso hacia el destino. Al sortear gran parte de la atmósfera terrestre, la distancia recorrida se acorta drásticamente y los tiempos de viaje se reducen espectacularmente.

SpaceX ha discutido públicamente el uso de su cohete Starship para viajes “punto a punto” en la Tierra, con demostraciones animadas que muestran a pasajeros embarcando en una gran ciudad y llegando a otra en menos de dos horas. Blue Origin, la compañía aeroespacial fundada por Jeff Bezos, ha volado exitosamente su cohete New Shepard en multiples ocasiones con pasajeros a bordo, demostrando la viabilidad de un vuelo suborbital seguro. Virgin Galactic, liderada por Richard Branson, se ha centrado primero en el turismo espacial, pero su tecnología podría adaptarse para trayectos de larga distancia ultrarápidos. Los entendidos en la industria sugieren que podrían realizarse pruebas limitadas de servicios de pasajeros o carga antes de 2035, y que los primeros prototipos podrían ser testados en los próximos años. Sin embargo, existen desafíos significativos que superar antes de que estos vuelos puedan formar parte de la vida cotidiana. La seguridad es el asunto más apremiante. Los vehículos deben poder soportar temperaturas y fuerzas G extremas, a la vez que han de ser lo suficientemente fiables y seguros como para igualar los rigurosos estándares de la aviación comercial. Las instalaciones de despegue y aterrizaje también tendrían que evolucionar hacia “espaciopuertos” especializados, equipados para manejar lanzamientos de cohetes desde ubicaciones cercanas a grandes ciudades.

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El coste es otro gran obstáculo. Se prevé que los precios iniciales de los billetes sean astronómicos, accesibles solo para la élite adinerada, los gobiernos o las corporaciones. Los analistas comparan la posible franja de precios con los primeros días de la aviación, cuando solo los más ricos podían permitirse vuelos transatlánticos. Con el tiempo, no obstante, la competencia y el refinamiento tecnológico podrían hacer los precios más asequibles. El marco regulatorio presenta una complicación adicional. Los vuelos suborbitales cruzan múltiples espacios aéreos e incluso fronteras nacionales en cuestión de minutos, lo que plantea nuevas cuestiones en torno a la soberanía, la seguridad y la cooperación internacional. Los gobiernos y las autoridades de aviación deberán adaptarse con rapidez si se quiere implementar esta tecnología a escala global.

A pesar de los obstáculos, las recompensas son potencialmente transformadoras. La capacidad de conectar Londres y Nueva York en 90 minutos revolucionaría los negocios, el turismo e incluso la respuesta a emergencias. Imaginen un mundo donde los líderes internacionales pudieran reunirse cara a cara en cuestión de horas, o donde equipos médicos pudieran ser enviados a través de continentes en un tiempo récord. Para el viajero común, la idea de desayunar en Londres, almorzar en Nueva York y cenar de vuelta en casa el mismo día quizá no sea tan descabellada como parece. Aunque aún queda un largo camino por recorrer, el vuelo suborbital ya no es un sueño lejano. Con miles de millones invertidos, prototipos que ya vuelan y una industria decidida a traspasar los límites del viaje humano, la cuenta atrás para los trayectos transatlánticos ultrarrápidos ya ha comenzado.

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