Veterano de la Guerra de Corea, de 95 años, fracasa en su intento de regresar a Corea del Norte.

Yuna Ku

BBC Coreano, en Paju

Jungmin Choi/BBC

Tras décadas en el Sur, Ahn Hak-sop esperava regresar a su hogar en el Norte.

Una mañana muy calurosa esta semana pasada, una multitud inusualmente grande se había reunido en la Estación de Imjingang, la última parada de la línea metropolitana de Seúl que se acerca más a Corea del Norte.

Había decenas de activistas y agentes de policía, todos con la atención fijada en un hombre: Ahn Hak-sop, un ex prisionero de guerra norcoreano de 95 años que se dirigía a su hogar, al otro lado de la frontera que divide la península coreana.

Era lo que el Sr. Ahn llamó su viaje final: quería volver al Norte para ser enterrado allí, después de pasar la mayor parte de su vida en Corea del Sur, gran parte de ella en contra de su voluntad.

Nunca logró cruzar: fue rechazado, como se esperaba porque el gobierno surcoreano dijo que no tuvieron tiempo suficiente para hacer los arreglos necesarios.

Pero el Sr. Ahn llegó tan cerca como pudo.

Debilitado por un edema pulmonar (acumulación de líquido en los pulmones), no pudo hacer la caminata de 30 minutos desde la estación hasta el Puente de la Unificación, o Tongil Dae-gyo, uno de los pocos pasadizos que conecta Corea del Sur con el Norte.

Así que salió del coche a unos 200 metros del puente y caminó el último tramo a pie, flanqueado por dos simpatizantes que lo sostenían.

Regresó sosteniendo una bandera norcoreana, una vista rara y profundamente chocante en el Sur, y se dirigió a los periodistas y a los unos 20 voluntarios que habían acudido para apoyarlo.

“Solo quiero que mi cuerpo descanse en una tierra verdaderamente independiente,” dijo. “Una tierra libre del imperialismo.”

Una creencia inquebrantable

Ahn Hak-sop tenía 23 años cuando fue capturado por los surcoreanos.

Tres años antes, estaba en la escuela secundaria cuando el entonces gobernante norcoreano Kim Il-sung atacó el Sur. Kim, que quería reunificar las dos Coreas, reunió a sus compatriotas afirmando que el Sur había iniciado el ataque de 1950.

Ahn fue uno de los que se creyó esto. Se unió al Ejército Popular de Corea del Norte en 1952 como oficial de enlace, y luego fue asignado a una unidad que se envió al Sur.

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Fue capturado en abril de 1953, tres meses antes del armisticio, y condenado a cadena perpetua ese mismo año. Fue liberado más de 42 años después debido a un indulto especial en el día de la independencia de Corea.

Como muchos otros prisioneros norcoreanos, al Sr. Ahn también le llamaban “cabezarroja”, en referencia a sus simpatías comunistas, y le costó encontrar un trabajo digno.

No fue fácil, dijo a la BBC en una entrevista anterior en julio. El gobierno no ayudó mucho al principio, dijo, agentes lo siguieron durante años. Se casó e incluso acogió a un niño, pero nunca sintió que perteneciera realmente.

Durante todo ese tiempo, hizo su hogar en un pequeño pueblo en Gimpo, el lugar más cercano donde un civil puede vivir a la frontera con el Norte.

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Tropas norcoreanas siendo hechas prisioneras por soldados estadounidenses en 1953, el mismo año en que el Sr. Ahn fue capturado.

Sin embargo, en el año 2000, rechazó la oportunidad de ser enviado de vuelta al Norte junto con otros decenas de prisioneros que también querían regresar.

Había sido optimista entonces de que los lazos entre los dos lados mejorarían, que su gente podría viajar de ida y vuelta libremente.

Pero eligió quedarse porque temía que irse sería una victoria para los estadounidenses.

“En ese momento, estaban presionando para un gobierno militar estadounidense [en el Sur]”, dijo.

“Si hubiera regresado al Norte, habría sentido como si le estuviera entregando mi propio dormitorio a los estadounidenses, desalojándolo para ellos. Mi conciencia como ser humano simplemente no podía permitir eso.”

No está claro a qué se refería, aparte de los crecientes lazos entre Seúl y Washington, que incluyen una fuerte alianza militar que garantiza a Corea del Sur protección contra cualquier ataque del Norte.

Esa relación molesta profundamente al Sr. Ahn, que nunca ha dejado de creer la propaganda de la familia Kim: que lo único que impide la reunificación de la península coreana era un “Estados Unidos imperialista” y un gobierno surcoreano que estaba a su servicio.

‘Una transferencia del dominio colonial’

Nacido en 1930 en el Condado de Ganghwa, Provincia de Gyeonggi, durante el dominio colonial japonés de la península coreana, el Sr. Ahn era el menor de tres hermanos. También tenía dos hermanas menores.

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El patriotismo echó raíces temprano. Su abuelo se negó a dejarle asistir a la escuela porque “no quería hacerme japonés”, recordó. Así que empezó la escuela más tarde de lo habitual, después de que su abuelo muriera.

Cuando Japón se rindió en 1945, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial y a su colonización de Corea, el Sr. Ahn y su hermano menor, que había desertado del ejército japonés, se escondían en la casa de su tía al pie del Monte Mani en la Isla de Ganghwa.

“Eso no fue liberación, fue solo una transferencia del dominio colonial”, dijo.

“Un panfleto [que vimos] decía que Corea no estaba siendo liberada, sino que se implementaría el gobierno militar estadounidense. Incluso decía que si alguien violaba la ley militar de EE.UU., sería castigado estrictamente bajo la ley militar.”

Jungmin Choi/BBC

Fue rechazado en la frontera, regresando para enfrentar las cámaras con una bandera norcoreana.

Mientras la Unión Soviética y EE.UU. forcejeaban por la península coreana, acordaron dividirla. Los soviéticos tomaron el control del Norte y EE.UU. del Sur, donde establecieron una administración militar hasta 1948.

**Yuna Ku**

Cuando Kim atacó en el 1950, ya existía un gobierno en Corea del Sur. Pero el Sr. Ahn, como tantos norcoreanos, cree que el Sur provocó el conflicto y que su aliansa con Washington impidió la reunificación.

### Un mundo que cambia

Una vez capturado, el Sr. Ahn tuvo varias oportunidades para evitar la prisión. Le pidieron que firmara documentos renunciando al Norte y a su ideología comunista, lo que se llamaba “conversión”. Pero el se negó.

“Porque me negué a firmar un juramento escrito de conversión, tuve que soportar humillación, tortura y violencia sin fin; días llenos de vergüenza y dolor. No hay forma de describir completamente ese sufrimiento con palabras”, le dijo a la multitud reunida cerca de la frontera el miércoles.

El gobierno surcoreano nunca respondió directamente a esta acusación en particular, aunque una comisión especial reconoció la violencia en la prisión en el 2004. Las alegaciones directas del Sr. Ahn fueron investigadas por la Comisión de Verdad y Reconciliación de Corea del Sur, un organismo independiente que investiga abusos pasados de los derechos humanos, en 2009. Dicha comisión encontró que hubo un esfuerzo deliberado para forzar su conversión, que incluyó actos de tortura.

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Desde hace tiempo se acepta en Corea del Sur que esos prisioneros a menudo enfrentaban violencia tras las rejas.

“Cada vez que recuperaba la conciencia, lo primero que chequeava eran mis manos; para ver si había tinta roja en ellas”, recordó el Sr. Ahn en su entrevista de julio.

Eso usualmente señalaba que alguien había forzado su huella dactilar en un juramento escrito de conversión ideológica.

“Si no la había, pensaba: ‘No importa lo que hicieron, yo gané’. Y me sentía satisfecho”.

El Norte ha cambiado notablemente desde que el Sr. Ahn se fue. El nieto de Kim Il-sung dirige ahora el país: una dictadura recluida que es más rica que en 1950, pero que sigue siendo uno de los países más pobres del mundo. El Sr. Ahn no estuvo en el Norte durante la devastadora hambruna de los 90 que mató a cientos de miles. Decenas de miles más huyeron, haciendo viajes mortales para escapar de sus vidas allí.

El Sr. Ahn, sin embargo, rechazó cualquier sugerencia sobre problemas humanitarios en el Norte, culpando a los medios por ser parciales y solo reportar el lado oscuro del país. Argumenta que Corea del Norte esta prosperando y defiende la decisión de Kim de enviar tropas para ayudar a la invasión rusa de Ucrania.

El Sur también ha cambiado durante el tiempo del Sr. Ahn aquí. Una vez fue una pobre dictadura militar, ahora es una democracia poderosa y rica. Su relación con el Norte ha tenido altibajos, vacilando entre la hostilidad abierta y un engagement esperanzador.

Pero las creencias del Sr. Ahn no han vacilado. Ha dedicado los últimos 30 años de su vida a protestar contra un país que él cree que todavía coloniza Corea del Sur: Estados Unidos.

“Dicen que los humanos, a diferencia de los animales, tienen dos tipos de vida. Una es la vida biológica básica; la tipo en la que hablamos, comemos, defecamos, dormimos, etc. La segunda es la vida política, también llamada vida social. Si le quitas la vida política a un ser humano, no es diferente de un robot”, dijo el Sr. Ahn a la BBC en julio.

“Viví bajo el rule colonial japonés todos esos años. Pero no quiero ser enterrado bajo el colonialismo [estadounidense] ni siquiera en la muerte”.