Venta del emblemático hotel trae esperanza a Madrid

Meliá Hotels International ha anunciado el cese de operaciones del icónico hotel ME Reina Victoria en Madrid a partir de agosto de 2025, poniendo fin así a veinte años de gestión bajo la marca ME by Meliá, que comenzó en 2004.

La pregunta que planea sobre la emblemática plaza madrileña es si esto supone un cambio necesario en la capital después de varios años de saturación turística que ha transformado el centro en una suerte de Disneyland para visitantes efímeros que terminan mascullando: “no volveremos”.

Antaño uno de los alojamientos más elegantes de Madrid, donde todas las celebridades internacionales deseaban ser vistas y fotografiadas, el Reina Victoria había decaído, al igual que el resto de la Plaza Santa Ana, convertido en una trampa turística corporativa e ‘instagrammable’. El que fuera un prestigioso y magnífico bar en la azotea, pionero en la ciudad, para 2019 exigía ser una chica atractiva menor de 25 años para tan siquiera atraer la atención de un camarero. Y si se tenía la suerte de lograrlo, se podía aguardar veinte minutos por un gin-tonic mediocre que era arrojado sobre la mesa.

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La ironía residía en que, durante esos veinte minutos de espera, lo único que podía hacerse era contemplar las vistas. Lo sobrecogedor de ellas era que, desde la azotea de este palacio art decó otrora opulento, se divisaban Puente de Vallecas y Entrevías, posiblemente las zonas más humildes y deterioradas de Madrid. Mientras que desde Vallecas y Entrevías, la vista era la de uno de los hoteles más palaciegos e históricos de la capital, un auténtico pastel de boda arquitectónico.

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Rescatando a Madrid del abismo del infierno turístico

Pero la “mala gestión” no se circunscribía únicamente al Reina Victoria. De hecho, justo enfrente del hotel, al otro lado de la plaza, se encontraba La Vinoteca – un establecimiento dedicado a albergar y servir algunos de los vinos asequibles más exquisitos conocidos. Así fue hasta que fue vendida a una corporación internacional. En 2021, cesaron de ofrecer los alrededor de cien vinos de los que presumían. Ahora solo tenían “tinto” o “blanco”, pero irónicamente conservaban el nombre “Vinoteca” y a parte del atribulado personal que debía continuar sirviendo allí.

Esto no era, ni mucho menos, exclusivo de la Plaza Santa Ana. Un popular chef televisivo con estrellas Michelin invirtió, por aquellas mismas fechas, en un local en la Gran Vía madrileña, sirviendo deleites tan delectables como rabo de toro microondas, aún medio congelado en el hueso, listo para ser servido con desdén a los turistas, seguido de un mojito servido de una botella de tapón de rosca.

Hace no ni siquiera veinte años, la Plaza Santa Ana era un lugar donde las familias locales llevaban a sus hijos a jugar con otros niños, donde los vecinos se reunían para tomar una cerveza o dos en la Cervecería Alemana antes de comer con sus abuelas, y donde los amantes del arte hacían cola brevemente para entrar al Teatro Español para ver algo que no fuera un musical basado en un dibujo animado de Disney.

La distinción al alcance de Madrid una vez más

Quizás ahora Madrid tenga la oportunidad de rescatar la Plaza Santa Ana de las luces LED multicolores que hasta hace poco adornaban cada ventana del icónico Hotel Reina Victoria.

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Históricamente conocido como el “hotel de los toreros”, el establecimiento underwent una audaz renovación que lo transformó en un emblema moderno de la hostelería internacional, atrayendo a viajeros globales, instagrammers y celebridades del mundo de la cultura y la moda “supuestamente”, construido para un beneficio a corto plazo mediante el engaño al turista para que creyera que esto era el Madrid auténtico, en lugar de invertir a largo plazo en una autenticidad sostenible y la antigua elegancia del hotel.

Se ha hablado y quejado mucho del “overtourism“, culpabilizando al turista. Pero los vacacionistas y visitantes de fin de semana, en su mayoría, buscan experimentar la autenticidad de Madrid. Lamentablemente, la Plaza Santa Ana se había transformado en todo lo contrario. La esperanza reside en quien compre el Reina Victoria y devuelva su clase y prestigio, en quien retire esas horrendas luces LED e inspire al resto de la plaza a hacer lo mismo.