En 1877, el Rey Alfonso XII otorgó oficialmente a Santa Pola el título de villa.
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Santa Pola, hoy una bulliciosa localidad costera, presume de una historia que se remonta miles de años. Hallazgos arqueológicos revelan presencia humana ya desde el Neolítico, aunque fueron los romanos quienes le dieron por primera vez una relevancia perdurable al asentamiento.
Conocida como Portus Illicitanus, funcionaba como el puerto de la cercana ciudad romana de Illici (la actual Elche), un enclave crucial para el comercio y la producción de sal. Durante la Edad Media, el lugar conservó su importancia marítima, pero afrontó constantes peligros por los ataques piratas. Para defender la costa, se erigieron torres vigía y, en 1557, el Rey Felipe II ordenó la construcción del imponente Castillo Fortaleza, que aún hoy domina el centro del pueblo. La fortaleza ofrecía refugio a los residentes y protección a los marineros, consolidando a Santa Pola como un vital puesto estratégico.
Para los siglos XVIII y XIX, la piratería había mermado y Santa Pola creció de forma sostenida como comunidad pesquera y comercial. Su puerto bullía de actividad, y en torno a él se desarrollaron servicios como panaderías, almacenes y pequeñas iglesias. Sus playas comenzaron a atraer a los primeros veraneantes, lo que llevó a las autoridades de Elche a regular los baños ya en 1810. En 1877, el Rey Alfonso XII concedió oficialmente a Santa Pola el título de villa, reconociendo así su creciente población e importáncia.
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Hoy en día, Santa Pola combina sus tradiciones pesqueras y sus históricas salinas con el turismo moderno. De puerto romano a destino turístico popular, la historia estratificada de la town sigue siendo central en su identidad.
