“Siempre as hecho las cosas más hermosas de la pura basura.” Esa es la frase favorita de Darrah Cloud en su nueva obra sobre Alexander McQueen, a quien llamaban el chico malo o el enfant terrible de la moda británica.
“Es lo que él hacía,” explica Cloud por Zoom desde Nueva York. “Tenía la habilidad de transformar el trauma en belleza, o la alegría en belleza, o una concha de ostra en un vestido. Osea, qué cosa tan extraordinaria.”
House of McQueen, que se estrena fuera de Broadway el 9 de septiembre, explora cómo McQueen, hijo de un taxista de clase trabajadora londinense, llegó a la cima de la industria de la moda combinando espectáculo provocativo y una artesanía impecable.
Cloud añade: “Es como una persona analógica en un mundo que se volvía digital. El vestido de ostra todavía tiene su ADN, estoy segura, porque lo cosió él mismo. No es que enviara el diseño a Japón para que lo fabricaran en una fábrica. Muchas de sus prendas son únicas por eso.”
El joven Lee McQueen –después cambió a su segundo nombre, Alexander, porque sonaba más fino– dejó el colegio a los 16 años y se formó como sastre en Savile Row, donde cuenta la leyenda que escribió obscenidades en el forro de una chaqueta destinada al Príncipe Carlos.
McQueen hizo un máster en la prestigiosa escuela de arte Central Saint Martins, donde su colección de graduación, inspirada en Jack el Destripador, fue comprada por la estilista Isabella Blow, quien se convirtió en su mentora y mecenas.
Sus primeras colecciones causaron conmoción. En ‘Highland Rape’, modelos desarregladas caminaban por la pasarela con su ropa de inspiración escocesa rasgada, exponiendo pechos y partes íntimas. Él dijo: “No quiero un desfile con el que sales sintiéndote como después de un almuerzo dominical. Quiero que salgas o bien repelido o eufórico.”
En 1996 McQueen tuvo su gran oportunidad al convertirse en diseñador jefe de Givenchy, donde chocó con las limitaciones de una casa de lujo pero produjo shows memorables y a veces perturbadores.
Fundó su propia marca, Alexander McQueen, que abordaba la muerte, la naturaleza, el folclore y la tensión entre la belleza y el horror. Sus teatrales desfiles incluyeron una modelo encerrada en una caja de cristal con mariposas, pintura con robots en la pasarela y proyecciones holográficas de Kate Moss.
Ganó cuatro premios al Diseñador Británico del Año y un CBE en 2003. Pero luchó con su salud mental y el abuso de sustancias, y se suicidó a los 40 años.
House of McQueen protagoniza Luke Newton, conocido por interpretar a Colin en Bridgerton de Netflix, como McQueen, y Emily Skinner como su madre, Joyce McQueen. El show es producido por Rick Lazes y Gary James McQueen, sobrino del diseñador, es el director creativo.
Cloud aceptó escribir el guion en enero de 2020. Habiendo quedado impresionada por la exposición Alexander McQueen: Savage Beauty en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, no dudó en unirse. “Quería hacerlo inmediatamente porque no sabía mucho sobre Lee. Tenía ganas de investigar cómo lo hizo y de dónde vino todo.
“Como artista que paso mi vida intentando arreglar el mundo con mi escritura, me sentí identificada con su lucha, con haber nacido en el East End de Londres. Se suponía que no debía salir de ese barrio, pero lo hizo.
“Lo hizo creyendo en sí mismo. Joyce McQueen tuvo mucho que ver. Ella juega un gran papel en la obra. Me identifiqué con la historia, con su ira, con lo que le inspiraba y cómo superaba todo eso.”
Añade: “Esa lucha entre el arte y el comercio fue para él de por vida y dolorosa. Era una persona que llevaba el corazón en la mano. Me encanta la gente así. Esas personas que sienten tan profundamente son joyas, son tesoros.”
Usando una narrativa no lineal y potenciada por paneles LED de piso a techo, House of McQueen considera a los mentores, colaboradores y colegas que influyeron profundamente en la vida y la carrera rompedora de McQueen.
“No estaba solo. Fue apoyado. Fue apoyado por una madre fabulosa, un hogar difícil pero que le apoyaba. El apoyo y el aprecio vienen en diferentes estilos. Un padre difícil quizá sea tu mayor fan. Supongo que quiero que la gente salga pensando ‘qué pérdida’ y ‘qué gran artista’ y que entiendan lo que se necesita para crear gran arte.”
El director del espectáculo, Sam Helfrich, dice que estas interacciones forman un “paisaje de memoria” de personas que “le causaron gran dolor, angustia, culpa y tragedia” pero que también proporcionaron “momentos de belleza, momentos de alegría, momentos de fantasía”.
Helfrich dice: “Todos son personas que podrían fácilmente haber dicho ‘no me interesa’, y todo se habría parado. Pero una tras otra, hay gente en este mundo que ve algo.
“Ahí es donde entra la magia. ¿Qué ven con un trozo de tela en las manos? ¿Qué vieron en un chico punk que les pedía un trabajo? Son momentos importantes. Convertir eso en momentos teatrales me pareció interesante.”
Aun así, la mudanza de McQueen a Francia y su relación con la casa Givenchy fue tumultuosa. Helfrich reflexiona: “Ese intercambio entre arte y comercio, la lucha por ser artista y también ganar dinero y servir a los intereses de casas como Givenchy o Gucci, es parte de la mezcla.
“Lee no siempre tomó decisiones perfectas. Hay una escena en la obra donde se encuentra con Tom Ford y es una escena muy complicada. Es una escena en la que el público se va pensando ‘¿fue la decisión correcta, fue lo correcto? ¿Es un compromiso? ¿Acaba de menospreciarse como artista? O quizá no.’ Es una escena complicada donde piensas que quizá Lee no siempre es perfecto y tampoco trata siempre bien a la gente.”
Al final de su vida, dos muertes devastaron a McQueen. Blow se suicidó en 2007 y, a principios de 2010, murió su querida madre. Solo días después –en la víspera de su funeral– el diseñador se suicidó tras tomar drogas. La obra no busca sacar conclusiones firmes sobre su motivación.
Helfrich dice: “Es fácil para todos ser psicólogos de sofá y decir que estas son las razones. Pero ojalá la obra presente un retrato más complejo y no termine con un obvio ‘Oh, bueno, era inevitable’, porque para cuando llegas a ese punto en la obra no quieres que pase: están pasando demasiadas cosas buenas como para que esto ocurra. Eso es lo que quiero que piense la gente.”
Helfrich ve el espectáculo como “un evento teatral y no una biografía” y se basó en su experiencia dirigiendo ópera en Nueva York, Salzburgo y otros lugares. Dirigió Nixon in China de John Adams en la Ópera de Eugene.
Dice: “El proyecto sí se siente operístico en muchos sentidos, aunque no es una ópera. Tiene mucha amplitud y es una gran historia. Para mí es una historia muy de Verdi y Shakespeare. Me atrajo por eso y creo que me eligieron por lo mismo. Mi forma de pensar es muy operística.”
Cloud, por su parte, dice que su carrera ha consistido en convertir a personas con vidas aparentemente oscuras en héroes épicos. “Así que encajaba con esto en el sentido de que quería concentrarme en la humanidad de Lee y su faceta más familiar,” explica.
“No es una persona épica e intocable. Es un ser humano real con defectos. Era difícil y era gracioso y era irracional y neurótico y todas las cosas que somos todos. Eso me parece heroico.”
