Junto a su labor docente, Margharita participa activamente en voluntariado. Crédito de la foto: Margharita Bandini
Cambiar de país rara vez es una decisión única, sino más bien el resultado de la confluencia de factores personales, profesionales y culturales. España lleva mucho tiempo atrayendo a europeos que buscan un estilo de vida mediterráneo, un coste de vida relativamente asequible y unas identidades regionales marcadas. Esta experiencia queda reflejada en la historia de Margharita, una ciudadana italiana cuyo traslado a España se produjo tras años de vivir y trabajar por toda Europa.
Margharita se mudó a España entre 2010 y 2011, después de pasar temporadas en Italia, Noruega y Portugal. Originaria de Rávena y posteriormente residente en Roma, ya había vivido en Oslo y Évora antes de llegar a España. Su mudanza estuvo motivada por circunstancias personales, tras una relación a distancia de un año cuando su pareja se trasladó a España. “Pensé que sería beneficioso para nuestra relación intentar vivir juntos”, comenta. Más que un plan permanente, fue una decisión práctica para comprobar si la vida diaria compartida en el mismo país funcionaría.
Vivir y trabajar en España
Vida profesional y voluntariado
Desde su llegada a España, Margharita ha vivido en varias ciudades, como Madrid, Granada, Córdoba y Barcelona. Cada una le ofreció una perspectiva distinta de la vida española, subrayando sus diversas identidades regionales. Actualmente reside en Barcelona, donde trabaja como profesora de inglés.
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Paralelamente a la enseñanza, Margharita participa activamente en voluntariado. Trabaja de forma remota para el Grupo de Especialistas en Nutrias de la CSE de la UICN, centrándose en la gestión de medios y la creación de redes. Además, es voluntaria en Los Ángeles del Raval, un rescate de animales exóticos en Barcelona que da soporte a mascotas abandonadas y animales no protegidos. “Ayudar a los animales y conectar con la comunidad local se ha convertido en una parte central de mi vida”, afirma. Su labor voluntaria refleja un compromiso de larga duración con la conservación y el bienestar animal.
Adaptación a la cultura y la vida cotidiana
Retos e integración
Adaptarse a la vida en España conllevó sus propios desafíos. Uno de los más inmediatos fue ajustarse a los horarios locales. “Estaba acostumbrada a cenar a las 20:30, y de repente la gente quedaba a las 22:30 para decidir adónde ir. Una locura”, recuerda Margharita. En Cataluña, también encontró que la integración social era más compleja, señalando que forjar amistades profundas requería paciencia y perseverancia. “Romper la coraza para llegar a ser amiga de catalanes llevó su tiempo”, añade.
A pesar de estos retos, Margharita destaca muchos aspectos positivos de vivir en España. “El tiempo es perfecto, es posible vivir decentemente y la gente es, por lo general, amable”, señala. Como italiana, concede especial importancia a la cultura mediterránea, explicando que vivir en un país sin ella sería difícil. Con el tiempo, las interacciones cotidianas y las referencias culturales compartidas le ayudaron a sentirse asentada.
Quedarse en España, por ahora
Experiencia y consejos para recién llegados
Margharita explica que se ha quedado en España porque la vida es cómoda en estos momentos. “Porque estamos a gusto, por ahora”, afirma. Su decisión es práctica más que permanente, reflejando estabilidad, calidad de vida y circunstancias personales.
Para quienes consideren mudarse a España, aconseja llegar con la mente abierta, probar la comida local, aprender el idioma y establecer vínculos con la comunidad, incluyendo a los residentes de mayor edad. “Hagan amistad con las abuelas, les ayudarán a sentirse como en casa”, recomienda. Después de años de mudanzas por Europa, España se ha convertido en el hogar actual de Margharita, moldeado por una adaptación gradual, un equilibrio profesional y una integración en lo cotidiano.
