Un gobierno que le falla a su pueblo pierde su derecho a gobernar.

El gobierno no es un privilegio concebido a los políticos. Es una responsabilidad solemne de servir al pueblo. Sus obligaciones son claras e innegociables: proteger a los ciudadanos, gestionar los recursos de manera justa y tratar a cada residente con igualdad. Cuando incumple estas obligaciones, pierde legitimidad.

En Orihuela, este fracaso ya no es un riesgo—es una realidad. Vivimos bajo un gobierno que se escuda tras la máscara de la autoridad mientras abandona a quienes dice representar.

Una Ciudad Sin Protección

La prueba más fundamental de cualquier administración es la seguridad ciudadana. Sin embargo, Orihuela se ha convertido en un municipio donde la presencia policial es escasa, sobrecargada y, en muchas comunidades, inexistente. Desde la costa hasta las pedanías y el casco histórico, los residentes quedan vulnerables.

Esto no es mera negligencia. Es una traición. Un gobierno que no puede garantizar la seguridad ha fracasado en su deber más básico. Ningún ciudadano debería preguntarse si llegará ayuda cuando la necesita.

Presupuestos Que Explotan, No Sirven

Una gobernanza justa requiere una inversión equitativa en todo el municipio. Pero los presupuestos de Orihuela exponen una realidad distinta: algunas zonas son sistemáticamente descuidadas mientras que otras son privilegiadas.

La costa—hogar de decenas de miles de residentes y gran contribuyente de ingresos a través de impuestos municipales—ha sido tratada como poco más que una fuente de financiación. Las infraestructuras se rezagan, los servicios esenciales siguen siendo insuficientes y a los residentes se les dice que esperen mientras su dinero financia proyectos en otras partes.

Esto no es gestión financiera. Esto es explotación. Un gobierno que drena una parte de su municipio para beneficiar a otra no sirve a sus ciudadanos—los divide.

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La Igualdad Reemplazada por el Favoritismo

Cada residente de Orihuela—ya sea español o extranjero, de la costa o del interior, agricultor o comerciante—merece dignidad, representación y respeto. Sin embargo, la igualdad aquí ha sido erosionada por el favoritismo político.

Algunas voces son amplificadas, mientras otras son ignoradas. Comunidades enteras se sienten abandonadas por las mismas instituciones que deberían unirlas. Una vez que se abandona la igualdad, el fundamento moral del gobierno se desmorona con ella.

Cuando el Gobierno Pierde Su Derecho a Gobernar

Un gobierno que no puede garantizar la seguridad, distribuir los recursos con justicia o defender la igualdad ha perdido su propósito. Lo que queda no es liderazgo, sino una estructura hueca aferrada al poder. La autoridad sin servicio no es gobernanza—es dominación disfrazada.

El pueblo de Orihuela debe negarse a aceptar esta decadencia como inevitable. Debemos exigir responsabilidades, equidad y un liderazgo que reconozca a cada residente como un igual. Si los líderes actuales no cumplen con su deber, entonces pierden el derecho a gobernar.

Un Llamado a la Acción

El futuro de Orihuela no será determinado por los fracasos de sus políticos, sino por la determinación de sus ciudadanos. El cambio comienza cuando la gente se une y dice: basta.

Ya no seremos ignorados. Ya no seremos divididos. Ya no aceptaremos un gobierno que no logra protegernos, servirnos y unirnos.

Un gobierno que abandona a su pueblo renuncia a su derecho a gobernar. Orihuela merece algo mejor—y el momento de exigirlo es ahora.