Existe una percepción generalizada de que Gran Bretaña ha ido a peor. Como expatriado residente en España, esta sensación se percibe con gran intensidad en las redes sociales. La semana pasada estuve en Londres y me alarmaron las afirmaciones del líder de Reform UK, Nigel Farage, quien sostenía que era imposible caminar de noche por el centro de Londres sin que te robaran el móvil. Se equivoca. Sigo teniendo mi teléfono.
No obstante, a pesar de todo ello, el constante bombardeo de noticias negativas sobre el país acaba calando y, evidentemente, resulta bastante triste. Pero para mí, esta perspectiva cambió por completo el martes por la noche, cuando subí a bordo de la fragata de la Marina Real, el HMS Richmond, que se encontraba de visita.
Su tripulación, cuya mayoría ronda los 25 años, lleva cinco meses lejos de casa; su buque ha estado en el punto de mira de los cañones y misiles de la Armada china y, por supuesto, existe la amenaza constante de los rusos. Sin embargo, nada de ello se percibía. El Richmond parece ser un “barco feliz” y es un orgullo tanto para la Marina Real como para Gran Bretaña.
Tuve ocación de conversar con varios miembros de la tripulación, quienes demostraron un gran profesionalismo y un profundo orgullo por su servicio a la nación. También eran sumamente agradables y de trato fácil. Gran Bretaña debería sentirse orgullosa de ellos. Si en algún momento alguien se siente desalentado por la situación del país, que recuerde que hay miles de jóvenes con uniforme que cumplen con su deber y honran a Gran Bretaña.
