La Fiscalía: Debbie
Afirma que el cuenco castellano que empleamos para la sal no es auténtico. Considera que pretende aparentar sofisticación.
Mi pareja, Gene, me ha estado insistiendo durante años para que le ayude a seleccionar saleros y pimenteros. No obstante, los percibo como accesorios superfluos.
La sal y la pimienta ya se adquieren en sus propios envases de plástico en el supermercado, y además disponemos de sal rosa del Himalaya en un pequeño cuenco de cerámica español que servimos con una cucharilla de madera. A mí me agrada utilizar el cuenco, pero a Gene no le complace pues a menudo acabamos empleando los dedos para espolvorear la sal, alegando él que resulta poco higiénico. Pero si estamos solos en casa, ¿a quién le importa?
Cuando recibimos visitas, sostiene que es de mala educación que introduzcan la mano en el cuenco.
Gene arguye que sería “más higiénico y conveniente” no almacenar la sal en un recipiente abierto. Mas no creo que los saleros vayan a suponer una mejora significativa en nuestras vidas. Los envases de plástico cumplen su función de forma perfectamente aceptable, y no veo la necesidad de incorporar más objetos que desordenen la encimera o abarroten nuestra pequeña mesa de madera.
La otra objeción de Gene concierne a la presentación y la facilidad de uso. Cuando tenemos invitados, le parece una descortesía que metan los dedos en el cuenco, cosa que ocurre ocasionalmente. En una ocasión, una amiga cogió sal con los dedos y Gene no dijo nada hasta después de su marcha, pero le molestó considerablemente. También opina que los saleros de supermercado tienen un aspecto cutre.
Incluso ha propuesto trasvasar todos nuestros jabones y suavizantes a recipientes uniformes. Simplemente no le hallo sentido, mientras que para Gene es una cuestión estética. Llevamos cinco años conviviendo y siempre se ha mostrado así. Según él, es más sostenible reutilizar envases en lugar de comprar constantemente nuevos de plástico, pero dudo que marque una gran diferencia, ya que probablemente compramos sal y pimienta un par de veces al año.
Frente a los saleros, considero más interesante poseer un pequeño cuenco de sal española, pues otorga un aire culto y viajado. Gene ha invertido horas navegando online y comparando pequeños saleros antiguos de plata con otros de madera. Me parece un esfuerzo desmesurado. La humanidad se las arregló perfectamente sin saleros durante siglos.
La Defensa: Gene
Unos saleros adecuados son más prácticos y realzan la mesa, demostrando que esta ha sido dispuesta con esmero e intención.
A menudo se tacha a los saleros y pimenteros de meramente decorativos o innecesarios, pero cumplen una función práctica. Su principal virtud es la higiene.
Los cuencos abiertos para la sal, por muy encantadores o artesanales que sean, invitan a que la gente introduzca los dedos o emplee cucharas. Cuando los invitados lo hacen, me estremece pensar en la cantidad de bacterias que pueden depositarse. Un salero, en cambio, mantiene los condimentos protegidos y se dispensan de forma limpia.
Luego está la cuestión de la presentación. Cuando se recibe a invitados, los detalles son cruciales. Un par de saleros bien elegidos realzan el conjunto de la mesa, mientras que los envases de plástico o vidrio de supermercado parecen provisionales y fuera de lugar. A Debbie le hace gracia, pero a mí me gusta cuidar la estética del entorno. Puede que la gente no comente explícitamente esos pequeños detalles, pero la presentación contribuye a crear un ambiente, y los toques sutiles son importantes. Una mesa dispuesta con intención se percibe de modo muy distinto a otra donde se coloca cualquier envase original de la tienda.
Deseo que los saleros de madera armonizen con los muebles de nuestra cocina. A Debbie le trae realmente sin cuidado.
La conveniencia es otro factor. Los saleros están diseñados para dispensar con rapidez y uniformidad. Una sacudida rápida proporciona la cantidad justa, sin necesidad de andar midiendo o aplastando grumos. He echado a perder muchos platos por exceso de sal. Los saleros ocuparían el mismo espacio que los envases de supermercado, pero nos ayudarían a dosificar mejor el condimento en nuestras comidas, además de presentar un aspecto más agradable.
Me gustaría que los de madera combinaran con los muebles de la cocina y la mesa del comedor. A Debbie le es indiferente, aunque una vez mostró interés por unos saleros victorianos de plata, opción que contemplo. Sin embargo, desearía que mostrara más interés en nuestra vida en común, ya que ella también los usaría. No comprendo su resistencia.
Los saleros apropiados aunan higiene, practicidad y presentación de un modo que los cuencos abiertos y los envases desechables no logran. Un pequeño cambio, quizá, pero que marca la diferencia en la sensación de un hogar compartido. Debbie debería sentirse agradecida de tener una pareja que se preocupe tan intensamente por los pequeños detalles.
El Jurado: Los Lectores de Guardian
Parece que a Debbie no le afectará este cambio, mientras que hará a Gene mucho más feliz. Y en los tiempos que corren, se agradece encontrar oportunidades para añadir un poco más de belleza al mundo, o siquiera a una mesa.
Rebecca, 31
Gene puede tener razón en lo relativo a la apariencia de la mesa, pero realmente necesita relajarse: la idea de trasvasarlo todo me parece innecesaria y un salero no evitará que salpiques en exceso un plato. La sal es un biocida natural, así que las probabilidades de contraer algo al compartir un pequeño cuenco deben ser ínfimas.
Bob, 72
Debbie debería ceder en lo del cuenco a cambio de unos saleros elegantes. El deseo de Gene de optimizar su hogar puede parecer excesivo, pero no tiene nada de malo, siempre que no imponga a Debbie la tarea de decidir.
Daisy, 26
Es positivo tener objetos estéticamente placenteros en el hogar, y Gene parece preocuparse genuinamente por que el espacio resulte agradable para ambos. Lo del suavizante quizá sea demasiado, pero si quiere emplear su tiempo en eso, cada cual es libre.
Sophie, 41
Si la higiene es el problema, lávense las manos antes de tocar la sal. La estética es una preferencia personal, pero la pimienta recién molida sabe mejor que la premolida y se puede dosificar mejor la sal al pellizcar que con un salero.
Matt, 30
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