Tradiciones de Mallorca en peligro

Las tradiciones son el pilar de muchas sociedades, especialmente en pequeñas comunidades insulares que, afortunadamente, aún florecen en nuestra maravillosa isla de Mallorca.

Lamentablemente, las costumbres ancestrales y los modos de vida tradicionales suelen verse amenazados por autoridades burocráticas y derrochadoras que se creen modernas y progresistas, pero que, en realidad, no hacen más que arruinarlo todo para todos. Un ejemplo típico de la "guerra woke" es el eterno debate sobre las terrazas, donde numerosos cafés y restaurantes de la isla siguen viendo canceladas sus zonas de comedor al aire libre sin una razón clara que nadie pueda explicar. Vale, quizás algunos dueños abusivos aprovechen para extender sus mesitas un poco más de lo permitido, pero la vida en el Mediterráneo se trata de disfrutar y relajarse al aire libre, de saborear una buena comida en el aire cálido y perfumado por el jazmín, ¡no de que el ayuntamiento persiga un par de mesas "rebeldes" o asegure que los peatones puedan caminar en línea recta de un punto a otro! Por no hablar de los ciclistas, que ya van zigzagueando por todas partes sin inmutarse.

Y lo más importante: ¿por qué las autoridades no se dedican a hacer cumplir las normas que ya existen y cuentan con el apoyo de los locales? Como la prohibición de turistas maleducados que pasean semidesnudos por las calles, lejos de las playas, incluso en la espléndida capital, Palma. Si queremos ver carne indecorosa, ya hay una aplicación para eso. Pero la policía parece más interesada en multar terrazas que en hacer respetar este reglamento.

Recientemente, en un pueblo andaluz llamado Santa Fe, la policía pidió a los vecinos que no sacaran sillas a la calle por las noches para disfrutar del "tomar el fresco", una tradición mediterránea arraigada en toda España, incluida Mallorca. La excusa fue "armonía vecinal". ¡Vamos ya! La gente respondió con ironía en redes: "Hay que acabar con esta grave amenaza: abuelas disfrutando de la brisa. ¡Que caiga todo el peso de la ley sobre ellas!". El alcalde, Juan Cobo, achacó el revuelo a malentendidos y aseguró que nadie prohibiría a los mayores sentarse a charlar.

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El respeto es clave. Las tradiciones auténticas forman parte de nuestro legado y rara vez molestan… hasta que alguien las explota. Como el botellón, que pasó de ser un plan económico entre amigos a convertirse en un caos de basura y ruido, gracias al impulso de las redes.

Así que, con el buen tiempo, saquen una silla y disfruten de una charla con los vecinos al atardecer. Es una forma perfecta de practicar español y arreglar el mundo. Eso sí, guarden la botella dentro y no alboroten mucho. ¡No vaya a ser que les caiga una multa por alterar el orden público!