Toda mi vida ha sido una preparación: sobre Los cuatro pasaron el día juntos de Chris Kraus

Muchos lectores de la ficción anterior de Chris Kraus quizás recuerdan cuando la autora reflexiona: “Se le ocurrió a Catt Dunlop que la base epistemológica para la guerra en Irak había sido establecida por el video de sexo anal de Paris Hilton.”[1] Esta es solo una de las muchas astutas “krausismos”, una hipótesis irónica en su novela del 2012, Summer of Hate. La nueva novela de Kraus, escrita bajo el título juvenil, The Four Spent the Day Together (2025), no podría ser más krausiana si jugara con teorías similares cuando escribe: “Las viejas fotos porno de Melania Trump estaban saturando internet mientras Catt manejaba hacia Balsam.”[2]

Envueltos en una nube enfermiza de una América sin brillo, de clase media y baja, Chris Kraus combina estupidez, pobreza, éxito, decepción y la cultura del “odio” online en un cóctel de ficción sin filtros. *The Four Spent the Day Together* es un retrato de algunos de los pueblos más tristes de Estados Unidos, eclipsados por la megalópolis cultural de la Costa Oeste, Los Ángeles. Catt Greene es azotada por la cultura de la cancelación, el alcoholismo de su pareja, el boom inmobiliario y la gentrificación, la angustia de las redes sociales, la vacuidad del mundo del arte y una investigación por asesinato. La novela genera presión hasta que chilla. Incomoda los sentidos del lector, golpeando de forma contundente y brutal.

Nos presentan a la protagonista de Kraus y al reino de la novela: entre Walmart, “donde todo pasaba”, suburbios, viejos vecindarios mineros deteriorados y aparcamientos vacíos, adicción al *meth* y al alcohol, DUIs, AAs, #MeToos, tiendas de licores y concesionarios de Chevrolet, sexting online y habitaciones mugrientas en buhardillas. Publicada por primera vez fuera del paraguas de la familia Semiotext(e), por Scribner (Nueva York), la cuarta novela de Kraus es una novela de crímenes reales. Y aunque el verdadero crimen solo llega completamente en su tercer y último capítulo, Harding, la premisa general de la novela alterna en varios estratos dramaticamente escenificados: el deseo, el amor, la infelicidad y la adicción, todo de forma malsana y pululante como una neblina radiactiva.

La novela es un viaje de tres partes escrito cronológicamente: Milford, Balsam y Harding. Milford narra la vida de los padres de clase media de Catt. Los antecedentes de Catt trazan los de la propia autora, aunque se ensamblan bajo el velo translúcido de la ficción. Su padre Jasper, que trabaja en publicación, su madre Emma, que es baja, busto grande y redonda como una baya madura con la iglesia como refugio, y su hermana discapacitada Carla. Cambiando el East Bronx por los idílicos suburbios de Connecticut, la madre de Catt pronto empieza a sentirse atrapada, sola y sin propósito: “Milford no tiene nada que ver con la ciudad. Era extraño y remoto.”[3] El tedio diario de Emma continúa mientras lleva a Catt y Carla al colegio y los recoge. Está ocupada “horneando un bizcocho desde cero e inventando nuevas formas de sacar tres comidas de un pollo.”[4]

Atrapada en un aburrido agujero suburbano, la adolescente Catt opta por matar el tiempo drogándose: “Sola en su habitación, Catt descubrió que podía colocarse inhalando el material de oficina que su padre traía a casa de Cambridge—botes de Liquid Paper, tubos de cemento de goma. Nadie sabía que ella hacía esto.”[5]

“Las drogas eran algo que la gente hacía para que estar sentado sin hacer nada en una habitación pareciera emocionante.”[6] El marcado tono confesional con el que Kraus escribe a Catt enciende nuestro juicio. Quizás, crea un valance de comprensión. Después de todo, muchos podemos simpatizar con Catt en que parece más fácil escapar temporalmente de la monotonía que enfrentarla.

Catt sabe que tiene que salir de Milford, pero no tiene ni idea de cómo. Todavía no. Antes de que sus padres decidan mudarse a Wellington, Nueva Zelanda, Catt, como todas las adolescentes antes que ella, se convierte en un desastre desenfrenado que busca sexo y aventura. Kraus nos ofrece el staccato de la creciente temeridad de Catt; su cuerpo sugiere cosas que desea. Su virginidad, un obstáculo tibio del que necesita deshacerse. Con su única amiga, Heather, hacen autostop hasta Bushnell Park. Conocen a Damien y Jonathan. Los cuatro se cuelan en la casa del vecino, fuman hachís, follan. Minutos después, la policía irrumpe. Catt está castigada. Los chicos van a la cárcel. A partir de entonces, nada vuelve a ser igual.

Uno no necesita pensarlo dos veces para ver que *The Four Spent the Day Together* se lee como una continuación de *Summer of Hate*. Ya sea intencional o no, ayuda al lector a posicionar personajes y eventos familiares en una nueva perspectiva. Paralela a su homónima en *Summer of Hate*, Catt Dunlop, ahora Catt Greene, vive en Los Ángeles, escribe y da clases a tiempo parcial en una universidad. Está junto a Paul Garcia. Se conocieron en 2005. Catt lo sacó de los líos en los que estaba metido hasta que la conoció. Y aunque ya estábamos familiarizados con los trastornos alcohólicos de Paul antes, su personaje evoluciona y se erosiona a lo largo de la trama de la nueva novela. Plantea la pregunta de si su relación romántica puede sobrevivir a su adicción; demonios que lo acechan y atraen mientras Catt no está, dando conferencias y promocionando su escritura. “La idea de beber lo llamaba como una bella sirena.”[7]

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Pasan los años. Es 2012. Milford cambia a Balsam, Minnesota. Catt trabaja en un libro sin terminar, After Kathy Acker. Kraus representa lo que la hambre de aprobación le hizo a cualquiera online a escala global: “El dos mil once, 2012, 2013 fueron los años en Los Ángeles en los que parecía que todo se escaló. ¿Fue porque todo el mundo estaba online todo el tiempo? UberX, promocionado por la administración Obama, fue lanzado, llevando a los taxistas con licencia a la quiebra, a las deudas y al suicidio. Nadie hablaba de cómo la malla invisible de vigilancia y control de datos que rodeaba el mundo se estaba cerrando. El tiempo se aceleró, un flujo continuo de eventos en cascada que significaban menos y se movían más rápido.”[8]

Y aunque reflexiona sobre las consecuencias de que todo migre online, Catt es consciente de que le trajo un beneficio sustancial. “Aún así, al mismo tiempo, la migración de todas las cosas online dio un gran impulso a la carrera de Catt como escritora. Cosas que había escrito más de una década antes estaban siendo descubiertas, publicadas y tuiteadas por una nueva generación de mujeres más jóvenes.”[9]

Lo que es atractivo de *The Four Spent the Day Together* es su sentido del tiempo compuesto. La voz del narrador, como un proxy de la propia Kraus, relata y superpone el curso de una vida en un estilo semi-ficticio, semi-autobiográfico.

Las novelas que Catt había escrito anteriormente resurgen. Las parejas que había amado van y vienen. Los lugares donde vivió y que dejó atrás regresan a su memoria, para luego ser tragados por el tiempo.

Después de todo, la nostalgia vende mejor que el sexo. Una vez sedimentado, el pasado se cierne junto con el presente. Debido a que la forma de la novela le permite a Kraus manejar el tiempo en una escala grande, ella muestra cómo la historia ondula a través de la vida.

La segunda parte de la novela, *Balsam*, funciona como una transición emocional de la ciudad al campo. Es el corazón del libro, donde Kraus plasma sus historias de la manera más personal. Narra lo que Kraus recuerda, en palabras de Catt, como “nadar en el tiempo en lugar de ahogarse en él”[10]. Escribe sobre la proximidad a la naturaleza, a los Lagos Twin. La vida silvestre aislada del norte de Minnesota le recuerda a los viejos tiempos, los años que pasó con Mikal, su ex pareja. Uno podría suponer que Mikal está inspirado en el ex pareja de Kraus, el crítico literario francés Sylvère Lotringer.

Al principio, Catt está profundamente conflictuada sobre su vida dentro del mundo del arte de Los Ángeles. “A Catt ni siquiera le gustaba el arte, siempre prefería los jardines botánicos sobre los museos o galerías”[11]. Eventualmente, al escribir sobre artistas, termina respetando su trabajo. Ella planea comprar una cabaña modesta en Minnesota, con vista al Lago South Jonas. Un lugar donde ella podría escribir y Paul instalar su oficina, así lo proyecta ella. Rememora recuerdos de ser pobre y trabajar en los empleos más básicos en Nueva York. Hasta los cuarenta años, Catt no había tenido dinero para arreglar sus dientes torcidos.

LA es invadida por el cálido zumbido del capital. “Pulsaba por las calles como la cafeína. Todos los viejos restaurantes estaban cerrándose y siendo reemplazados por cafés de alto concepto. Catt anhelaba estabilidad—ella había amado esos barrios viejos y decadentes por lo que habían sido y la gente que vivía en ellos, y odiaba la idea de convertirse en parte de este tsunami de gentrificación”[12].

Poco después de que Catt y Mikal firman “su acuerdo de separación en una servilleta en un delicatessen judío”[13], Catt recibe una llamada de un agente inmobiliario con una oferta para la casa en Balsam. Paul y ella se mudan allí. Pero lo que sigue son las recaídas alcohólicas intermitentes de Paul mientras trabaja en una clínica psiquiátrica. Entre sus múltiples crisis y arrepentimientos, Catt amenaza con divorciarse de él.

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La prosa lúcida de Kraus equilibra lo sardónico y lo desolado del clima de los cachés culturales en detalles elegantes: “¿Cuánto, se preguntó entonces, se puede gastar en una vela aromática? La respuesta eran 73 dólares”[14].

“El dos mil dieciséis fue el momento del envejecimiento”[15], reconcilia Catt. Vende los derechos de televisión de su primer libro, *I Love Dick*. Sin embargo, su fama generalizada se mancha rápidamente. Aquí, Kraus nos brinda una inquietud contagiosa, un sentimiento agresivo. La cultura de la cancelación que se solidifica alrededor de Catt y su carrera como escritora. “Ah, ¿Catt Greene? Es una casera, no una escritora”[16]. Es increpada por manifestantes (un movimiento contra la gentrificación de LA y el desplazamiento de personas) en un evento de lectura en Nueva York promocionando la biografía de Acker. Como consecuencia, enfrenta una ola de acusaciones.

“Alguien entró en su página de Wikipedia y cambió su ocupación de ‘escritora’ a ‘casera'”[17]. Los ataques despreciativos en línea, hechos desde la comodidad de un dormitorio, son tan rampantes que vuelven locos a los haters. En palabras de Kraus, somos testigos de cómo solo se necesitan minutos y un puñado de clics para cancelar a alguien en internet.

Es 2019 y, antes de que Catt vuele de regreso a LA, se encuentra con un artículo de periódico titulado *Los cuatro pasaron el día juntos*. El reporte anunciaba que Micah, Evan y Brittney han sido acusados del asesinato, secuestro y robo de la víctima Brandon Halbach. Como si fuera un parche temporal frente a la grotesca naturaleza de sus acusaciones en línea de “casera abusiva” y la desconfianza continua hacia los atracones de bebida de Paul, Catt pronto se obsesiona con descubrir más sobre el caso del asesinato. Después de todo, sucedió cerca del camino de tráileres donde ella y Paul frecuentemente paseaban en bicicleta.

Los cuatro, “Debían estar drogados—¿con qué drogas? ¿Eran amigos? ¿De qué hablaban? Ella anhela investigar”[18]. A lo largo de *Harding*, el homicidio se convierte en una nueva narrativa. Una ventana hacia un tipo extraño de instinto que atrae a Catt a explorar la naturaleza del crimen. Algo a lo que le dedica toda su atención, en lugar de preocuparse por la bebida y las mentiras de Paul. Cualquier cosa para darle un nuevo significado en un lugar donde ella siempre había sido la que ayudaba a todos. Pero, ¿es el asesinato sólo contenido para un nuevo libro? ¿O evoca la nostalgia adolescente de Catt?

Los adolescentes problemáticos y los actos siniestros que cometen no son nada nuevo en el espectro del entretenimiento de crímenes reales. Históricamente, las novelas de crímenes reales se remontan a las ejecuciones del siglo XVI. Fueron refinadas por escritores como Edmund Pearson a principios del siglo XX, y *A sangre fría* (1965) de Truman Capote. Desde la década de 2010, se ha convertido en comida chatarra cinematográfica y se han servido documentales a las masas de consumidores. Tanto repele como atrae al público mainstream porque refleja la fascinación humana con una parte enferma y sangrienta de nosotros mismos, el tipo de violencia que podemos cometer.

En ocasiones, me recordaba a la novela de Rebecca Godfrey *Under The Bridge* (2005). Godfrey escribió sobre la historia real de una chica de catorce años que fue asesinada por sus amigas. “Las jóvenes de Victoria eran a las que debíamos proteger, no las que debían protegernos de ellas”[19].

En su enfoque sobre el true crime, el último capítulo de Kraus se acerca a los detalles específicos y revela una investigación de sus narrativas: una antigua ciudad minera, sus residentes de clase baja y sus hijos adictos a las metanfetaminas. Lo que Kraus hace con la historia es aprovechar un sentimiento desolador que prevalece. Refleja una de las trampas más profundas de Estados Unidos: un paisaje arcano de aquellos etiquetados como pobres y desfavorecidos, encarcelados y generalmente en su peor momento. Un diluvio de estrago sistemático y sociológico erosiona y priva a varias generaciones. Las hijas son testigos de cómo sus madres venden drogas. El ciclo se repite.

En *The Four Spent the Day Together*, Kraus combina el true crime con la autoficción al insertar y entrelazar los dolores de su propia vida junto a la violencia en un pueblo pequeño de Estados Unidos. La agonía íntima y la colectiva se fusionan, creando así un formato meta. Su enfoque confesional y el predominio de las historias personales podrían facilmente encasillarla como una novela generacional. Pero, ¿sería Kraus si no jugara con las categorías y su tedio? ¿Con sus binomios? En ese sentido, hace lo que siempre ha sabido hacer mejor: frases quirúrgicas y sarcásticas que deslumbran porque no anestesian la angustia. La abrazan. No se apartan de diseccionar desde los más altos escalones de la sociedad hasta sus propios recuerdos más personales.

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El tiempo pasa y se comprime de manera diferente entre los primeros y los últimos capítulos de la novela. Esto dicta el ritmo de la historia. Mientras sus frases elaboradas al principio están impregnadas de los recuerdos de Catt sobre la Generación Silenciosa y los Baby Boomers, el último capítulo se construye sobre el intercambio hueco de mensajes de Facebook. Su escritura afirma una estructura de frases tenue, declaraciones policiales y elementos que reflejan el lenguaje frío y ‘no cool’ de los Millennials. Un contraste tan marcado que resalta cómo el lenguaje y la comunicación se han deteriorado en el transcurso de esos años.

Para el final de la novela, la investigación de Catt llega a un callejón sin salida nada sorprendente. No encuentra motivos claros detrás del crimen. Se queda con el informe criminal de 80 páginas del asesinato, que no proporciona nada más que información—específicamente, mensajes de Facebook entre los cuatro. El asesinato se sumerge en una angustia sin respuesta. Nada golpea más sin sentido que no tener una explicación para un crimen cometido por tres jóvenes. Deriva hacia un espasmo. “Los tres lo hicieron por diversión, porque querían. Querían hacer algo malo. Querían hacer algo siniestro. Los móviles ahora están en un almacén.”[20]

A diferencia de sus últimas tres novelas, *The Four Spent the Day Together* intensifica el letargo y la violencia con los que lidian sus protagonistas. Sin embargo, Kraus nos da algo mucho más truculento y vigoroso que una simple ‘novela de true crime tradicional’. Lo que me impactó fue su escenario conflictivo. Un registro multigeneracional que mezcla las atrocidades personales y públicas. Uno con menos ilusión y más con un malestar del siglo veintiuno. Del tipo que recopila lo doméstico, lo familiar, lo rural y lo impredecible. Un desguace con coleccionables preciosos: la sociología suburbana se encuentra con la versión de Kraus del true crime, que a su vez se encuentra con la sensibilidad del mundo del arte. Una coleccionista ingeniosa, Kraus ensambla baratijas de la naturaleza humana retorcida.

El final de la novela rezuma una frialdad y una ira misteriosas. Un juego de diversión sin alma frente al asesinato, la absoluta inefabilidad de tales actos. Una burla a la mortalidad donde ya no parece quedar nada, o casi nada, sagrado. Me hace pensar en una captura de pantalla de una imagen tan brutalmente real que no puedo evitar mirar fijamente a su centro ardiente.

Cuando pasé la última página, pensé: ¿Esto es todo? ¿Qué pasa después con Catt y el caso del asesinato? ¿Hacia dónde se irá a vagar ahora? ¿A una cabaña destartalada en el bosque, o a su apartamento en Los Ángeles? Bueno, imagino que Kraus quizás diría: “No seas un soplón. No cuentes nada.”

Chris Kraus: *The Four Spent the Day Together*, Scribner, Nueva York, 2025. 320 págs. $29.

[20] Ibíd., p. 302 Claro, aquí tienes una explicación sobre el cambio climático redactada en un nivel B2 de español, con un par de errores comunes incluidos.

El cambio climático es uno de los problemas más importantes que enfrenta nuestro planeta. Se refiere principalmente al aumento gradual de la temperatura media de la Tierra, un fenómeno conocido como calentamiento global. Este aumento es mayoritariamente causado por las actividades humanas, especialmente por la quema de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas. Esto libera grandes cantidades de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, que atrapan el calor en la atmósfera.

Las consecuencias ya son visibles en todo el mundo: los polos se derriten, el nivel del mar sube y los fenómenos meteorológicos extremos, como huracanes y sequías, son más frecuentes e intensos. Estos cambios afectan a los ecosistemas, la agricultura y, por supuesto, a las comunidades humanas.

Para combatir este problema, es crucial que los gobiernos, las empresas y la sociedad en general tomen medidas. Es necesario transicionar hacia fuentes de energía renovable, como la solar y la eólica, mejorar la eficiencia energética y adoptar prácticas más sostenibles en nuestro día a día. Aunque el desafío es grande, la acción colectiva puede marcar una gran diferencia para el futuro de las próximas generaciones.