En esta edición de diciembre de Americans in Spain, analizamos los elevados gastos de los estadounidenses en el mercado inmobiliario español, la influencia que ejercen los think tanks conservadores de EE.UU. en la política de España y la llegada de la NFL a Madrid.
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A mis compatriotas les encanta España. Recibo preguntas semanales sobre mudarse aquí, y mi familia presume ahora de lo que en su día tildó de “decisión precipitada”.
En esta edición, examinamos cómo los estadounidenses gastan más en vivienda en España que cualquier otra nacionalidad, la influencia que el grupo conservador Heritage Foundation está ejerciendo en el país y cómo la promoción del fútbol americano aquí incrementa el ‘poder blando’ de EE.UU.
A principios de año, The Local informó de un aumento del 26% en el número de estadounidenses residentes en España en los dos últimos años. El año pasado, un récord de 15.638 estadounidenses obtuvieron la residencia.
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Muchos se mudaron por razones políticas, y otros aluden a una mejora en la calidad de vida. Un lector elogió lo que denomina “una sanidad y educación prácticamente gratuitas”.
No obstante, otros señalaron deficiencias del sistema español, como la falta de oportunidades para los negocios y el crecimiento profesional. Por experiencia personal, les digo que ambos argumentos tienen su parte de razón, y que todo depende del enfoque.
España es actualmente la economía de más rápido crecimiento de Europa, pero aún cuenta con algunos de los salarios más bajos de la Unión Europea.
Atrapado entre la doble migración de extranjeros con pocos y con muchos recursos, el gobierno español lucha por hallar un equilibrio.
A mediados de noviembre, la ministra de Trabajo y segunda vicepresidenta, Yolanda Díaz, anunció que su partido de izquierdas Sumar exigirá un llamado “impuesto Trump” para que las grandes tecnológicas estadounidenses paguen impuestos en España y garanticen una competencia “justa” con las empresas locales.
Todavía no se han desvelado los detalles, aunque fuentes ministeriales indicaron al diario El País que probablemente será una ampliación del “impuesto a Google”, que actualmente es del 3% y grava servicios digitales como la venta de datos.
Dicho impuesto ya es un tema candente, y la administración Trump ha pedido su eliminación.
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La plausible subida impositiva no es lo único que desagrada a la administración Trump sobre la política española. El presidente estadounidense ha sido muy vocal sobre su desdén hacia la política del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sugiriendo incluso la expulsión de España de la OTAN por negarse a aumentar el gasto en defensa al 5% del PIB.
No son solo bravatas; medios de información política como Agenda Pública han hallado profundas conexiones entre los *think tanks* de ultraderecha de EE.UU. y el partido español Vox, así como con el PP. Mike Gonzalez, experto de la Heritage Foundation —el *think tank* conservador estadounidense tras el polémico Proyecto 2025—, ha sido muy explícito sobre sus intentos de influencia en la península ibérica.
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González, que visitó Madrid en noviembre para reunirse con la cúpula de Vox, declaró a Agenda Pública: “España es un país puente, clave, uno de los más importantes de la civilización occidental”.
Al igual que Trump, también criticó la negativa de Sánchez a unirse al compromiso de otros aliados de la OTAN de aumentar el gasto en defensa, tildando al presidente español de “mal aliado”.
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La crisis de la vivienda en España alimenta el discurso de la ultraderecha, y los estadounidenses son un culpable involuntario, adquiriendo propiedades por toda la península (y las islas). Somos uno de los siete países que conforman la mayoría de compradores extranjeros, junto con portugueses, ucranianos, italianos, marroquíes, colombianos y neerlandeses.
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Pero donde realmente destacamos los estadounidenses es en el precio que pagamos. Con una media de 3.465 €/m², los nacionales de EE.UU. pagan el precio medio más alto de España. Para muchos locales, esto se está convirtiendo en un problem. Un lector de The Local lo explicaba así: “Los españoles no pueden permitirse comprar un piso porque los precios suben demasiado. Los extranjeros con sueldos más altos compran y alquilan mucho aquí, y la gente normal con un salario normal en España no puede vivir en nuestras ciudades”.
Solo en el último año, los precios de la vivienda en España han subido un 14,8%.
Mientras, España está siendo influenciada por EE.UU. de otra manera: mediante el fútbol americano. El 16 de noviembre, Madrid se convirtió en la cuarta ciudad europea en acoger un partido de la temporada regular de la NFL, tras Londres, Múnich y Fráncfort.
Casi 80.000 espectadores llenaron el estadio Santiago Bernabéu del Real Madrid para ver el encuentro entre los Miami Dolphins y los Washington Commanders.
Da igual que para los españoles el fútbol sea un juego que se practica con los pies; la versión estadounidense atrae aficionados e ingresos a Madrid —se estima que unos 81,2 millones de dólares durante ese fin de semana.
Es un arma de doble filo. España gana nuevos aficionados y se consolida como destino de eventos deportivos internacionales.
Por otro lado, en un momento en que la influencia estadounidense decae (por los recortes en ayuda exterior, las restricciones a estudiantes internacionales y la hostilidad hacia la ciencia), la NFL —y con ella EE.UU.— ganan “poder blando” sobre España, tanto cultural como económicamente.
Así lo afirma un reciente artículo del Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos, un *think tank* establecido por el gobierno con sede en Madrid. Ya veremos cómo nos sentimos los estadounidenses siendo conocidos por los *touchdowns* en lugar de por los Nobeles.
Si están considerando mudarse a España, no esperen perfección. Tampoco esperen el mismo ritmo, políticas y cultura a los que están acostumbrados en su país —quizá puedan animar tanto al fútbol americano como al europeo.
Todo, desde la compra de una vivienda, los contratos de alquiler, los impuestos y las citas, es distinto aquí. Hagan lo posible por integrarse, aprender el ritmo, la cultura y el idioma, lo que me lleva a mi despiste mensual.
Las conjugaciones importan —especialmente en las citas. Era pronto en mi aventura barcelonesa, y sobreestimé mis habilidades lingüísticas —y como siempre, mis habilidades para ligar. Tras unas copas, anuncié que me iba a casa. “Vamos a casa”, dije, rechazando su invitación a otra ronda.
Cuando mi cita me acompañó contento, me emocionó vivir en una ciudad donde aún quedaban caballeros. No fue hasta llegar a mi puerta que me percaté de mi error de conjugación. “Vamos a casa” significa “let’s go home”. Me disculpé profusamente e insistí en que quería decir “me voy a casa”.
Un español decepcionado pasó la noche solo, o al menos, sin mí. Huelga decir que no hubo segunda cita.
