Supervivientes aún temen a las armas dos años después.

Mayeni Jones, BBC News en Johannesburgo

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Vusi Tshabalala escapó por poco de lesionarse en el incendio luego de huir cubierto por una manta empapada en agua.

Ennegrecidos por el hollín, los restos calcinados y abandonados del infame edificio Usindiso en el centro de Johannesburgo son un memorial no intencionado para las 76 personas que murieron aquí en un devastador incendio hace dos años.

En un principio era un bloque de oficinas, este edificio de los años 50 en el área de Marshalltown fue abandonado y luego ocupado por cientos de personas que necesitaban desesperadamente un hogar.

Uno de ellos era Vusi Tshabalala, quien niega con la cabeza incredulo mientras recuerda como sobrevivió al incendio en aquella noche de agosto.
“El fuego pareció salir de la nada”, cuenta el hombre de 45 años a la BBC con una voz melancólica, ronca por años de fumar cigarrillos.

El Sr. Tshabalala estaba durmiendo en el tercer piso del edificio de cinco plantas, donde compartía un lugar con su entonces novia y su hermano.

Despertados por las llamas, lograron escapar cubriendose con mantas mojadas y corriendo en la oscuridad hacia una salida trasera.
“Mientras corríamos, otros se lastimaron porque cuando se caían, no podían levantarse. La gente pasaba por encima de ellos. Doy gracias a Dios de que salimos sin heridas.”

La tragedia conmocionó a la nación y resaltó las profundas desigualdades de vivienda en la ciudad más rica de África – desigualdades que las autoridades prometieron abordar.

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En la mañana después del incendio, los bomberos continuaron rociando el edificio con agua.

Visitando el lugar horas después del incendio, el presidente Cyril Ramaphosa lo llamó “una llamada de atención para comenzar a abordar la situación de la vivienda en el centro de la ciudad”.
“Necesitamos encontrar maneras efectivas de tratar el tema de la vivienda”, dijo.

Pero dos años después, el Sr. Tshabalala y muchos otros aún no han encontrado un hogar permanente.

Inicialmente fue reubicado en Rosettenville, a 5 km al sur de Marshalltown, pero dice que se fue porque no podía encontrar trabajo por allá.

Luego intentó en el barrio industrial de Denver, a 6 km al este del edificio Usindiso, donde otros sobrevivientes han sido colocados – pero dice que los frecuentes tiroteos lo forzaron a irse.

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Algunas personas viven justo al lado del edificio Usindiso quemado.

Actualmente vive a la sombra de su antiguo hogar, donde otros exresidentes del edificio Usindiso han levantado chabolas en un asentamiento informal conocido como Emaxhoseni.

Hechas de hierro corrugado y madera, las estructuras están muy juntas – y a pocos metros, algunas personas incluso han instalado carpas improvisadas contra la pared del edificio Usindiso.

La calle está sucia y los residentes nos cuentan que el drenaje es malo. Durante las lluvias de verano, el área se inunda y se llena de basura.

Pero para el Sr. Tshabalala, quien trabaja actualmente en una construcción cercana, vivir aquí vale la pena: “Regresé porque al menos aquí conseguimos trabajos. En los otros lugares adonde nos llevaron, no podemos encontrar trabajo.”

Él culpa a las autoridades por no hacer lo suficiente para apoyar a los sobrevivientes del incendio: “Nadie quiere saber dónde está viviendo la gente de esta tragedia.”

Algunos de los sobrevivientes se han quedado en un campamento instalado para ellos en Denver – aunque esto no significa que estén contentos.

“Este lugar no es seguro”, le dice a la BBC Thobeka Biyela de 29 años.

Los niños juegan entre los refugios temporales de hierro corrugado donde las mujeres también lavan ropa durante nuestra visita. Solo hay unas pocas docenas de baños portátiles y 12 grifos para las aproximadamente 800 personas que viven aquí.

La Sra. Biyela, quien trabaja como voluntaria policial, explica como le dispararon a principios de este año mientras dormía en su casa.
“Oí disparos. Luego me dió una bala. No sé quien me disparó pero unos hombres estaban peleando afuera”, dice, esforzándose por contener las lágrimas.

La bala que atravesó la pared y la golpeó aún está alojada en su cadera. Los doctores le dijeron que intentar removerla causaría más daño.

Ella ha cubierto los agujeros de bala en la pared con cinta adhesiva: “A veces cuando veo los agujeros de bala, lloro. Lloro porque no esperaba que esto me pasara en mi vida. He llorado mucho.”

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La Sra. Biyela está desesperada por dejar el campamento pero no puede pagar un alquiler privado, ya que su rol de voluntaria le paga muy poco.

Ella quiere que las autoridades la reubiquen, ya que le dijeron que el campamento era solo una solución temporal, pero dos años después no tiene idea de si o cuándo se irá.
“Si el gobierno nos hubiera reubicado después de seis meses como nos prometieron, quizá no los culparía. Pero los culpo porque ya han pasado dos años.”

“Ahora cuando hace frío, no puedo ir a trabajar porque me duele la herida. Tengo que comprar analgésicos todos los días. Me duelen las piernas, no puedo estar de pie o caminar por mucho tiempo.”

Debido a los problemas de seguridad, ha enviado a su hija de tres años, que estaba con ella la noche del incendio, a vivir con su abuela en la provincia de KwaZulu-Natal.
“Tengo mucho miedo. Nos prometieron que iban a poner rejas en la entrada del campamento pero no hay rejas. Cualquiera puede entrar aquí.”

Los residentes del campamento dicen que tres personas han sido asesinadas desde su llegada a Denver: una apuñalada, otra golpeada hasta la muerte y la tercera baleada.

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Thobeka Biyela dice que las paredes de metal son tan delgadas que la gente ha sido apuñalada a través de ellas.

La BBC contactó a la oficina del alcalde de la ciudad para preguntar por qué los sobrevivientes del incendio no habían sido reubicados después de dos años, pero no obtuvo respuesta a esta pregunta.

Nomzamo Zondo, abogada y directora ejecutiva del Instituto de Derechos Socioeconómicos de Sudáfrica (SERI), una organización de derechos humanos con sede en Johannesburgo, dice que ha sido una lucha sacar a la gente de los llamados alojamientos de emergencia temporales.

Ella explica que, según la política nacional de vivienda, el estado debería encontrar alojamiento permanente para aquellos que son desalojados o víctimas de un desastre, a menos que puedan valerse por sí mismos.
“Generalmente, eso no pasa. Sin ningún alojamiento económico al que la gente pueda mudarse y sin ningún plan del estado para proporcionarlo, es poco probable que la gente deje su vivienda temporal”, le dice a la BBC.

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Parece haber muchos edificios abandonados en el centro de Johannesburgo que podrían proporcionar hogares permanentes, pero los desarrolladores interesados en remodelarlos luego cobran un alquiler que está fuera del alcance de muchos.
“En el momento que entra el mercado privado, no hay espacio para los pobres”, dice la abogada de vivienda.

Hay algo de esperanza de mejora en el futuro.

Con Sudáfrica siendo anfitrión de la cumbre de líderes del G20 en noviembre, Ramaphosa ordenó que los barrios del centro de Johannesburgo fueran limpiados antes de la reunión.

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Cuando el presidente Cyril Ramaphosa visitó después del incendio, describió el incidente como “una llamada de atención”.

Eso fue en marzo – y se suponía que uno de los enfoques serían los edificios deteriorados de la ciudad.

En un documento de la autoridad ciudadana, Marshalltown fue identificada como una de las áreas que se beneficiaría de inversión para asegurar “calles más limpias, edificios más seguros, y una renovada confianza económica”.

Johannesburgo sería “un lugar donde la resistencia, innovación y potencial de África estarán en plena exhibición para el mundo”.

Pero poco parece haber pasado hasta ahora y la Sra. Zondo dice que un cambio duradero tomará tiempo.
“El G20 está a solo dos meses de distancia. En ese tiempo, es poco probable que se haga mucho, pero nuestra esperanza es que el compromiso de la presidencia para mejorar el centro de la ciudad sobreviva al G20 y asegure que haya vivienda digna para los pobres y que no tengamos otro Usindiso”, dice.

En respuesta a una pregunta sobre por qué el área no había sido regenerada como se prometió, la oficina del alcalde le dijo a la BBC que el proyecto continuaría después de la reunión del G20.

Mientras tanto, muchos de los exresidentes del edificio Usindiso permanecen en el limbo.
“No veo que esto cambié”, suspira el Sr. Tshabalala.
“Si la gente todavía vive así”, dice, señalando a los hombres sin hogar en carpas detrás de él, “no veo ningún cambio. No sé qué está pasando con nuestro gobierno.”

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