Los partidarios de los carnets de identidad digitales argumentan que van a acelerar el futuro digital del Reino Unido al darle a cada persona una manera de probar su identidad.
Lo que es confuso sobre este argumento es que ya podemos hacer eso.
Tenemos documentos de identidad físicos en forma de pasaportes y licencias de conducir. También tenemos un sistema extenso de identificación digital y un montón de leyes que requieren que pruebes tu identidad, a veces varias veces por semana.
Si has contratado a alguien recientemente, aunque sea por pocos días, sabrás que tienes que verificar sus documentos de derecho a trabajar, ya sea físicamente o digitalmente.
Es lo mismo si abres una cuenta de banco, contratas un abogado, presentas una declaración de impuestos, votas en unas elecciones o solicitas servicios gubernamentales como el Universal Credit. Hoy en día, incluso acceder a contenido pornográfico en línea requiere una verificación de identidad.
El problema, desde el punto de vista del gobierno, es que ninguno de estos sistemas está conectado, lo que hace posible que la gente se escabulla por los huecos.
A pesar de todas las verificaciones, por ejemplo, los inmigrantes ilegales consiguen regularmente acceso a cuentas bancarias. Se supone que el Ministerio del Interior debe compartir sus datos con los bancos y las cajas de ahorros para evitar que esto pase, pero la información frecuentemente está incompleta o simplemente es incorrecta: por eso el sistema tuvo que ser pausado por cuatro años después de que saliera a la luz el escándalo de Windrush.
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Un sistema verdaderamente eficiente limpiaría este tipo de datos, los enlazaría y los conectaría en una visión general completa. Pero eso requeriría que la anticuada administración pública acceda a información que a menudo es difícil de encontrar, y mucho menos de compartir.
Es mucho más fácil – o eso dicen los defensores de los carnets de identidad – barrer con la vieja burocracia y comenzar de nuevo con un único sistema central.
El resultado, dicen, sería un sistema más rápido y confiable para los ciudadanos. Pero principalmente es una pieza de infraestructura que, sus proponentes esperan, haría que el gobierno funcione como se supone que debe hacerlo.
Todo lo cual plantea la pregunta – ¿realmente queremos eso?
¿Queremos un gobierno que pueda rastrearnos en cada parte de nuestras vidas? ¿Que pueda realmente hacer cumplir la ley, de una manera que no tiene esperanza de hacer actualmente?
El gobierno cree que la respuesta es sí. Sus grupos de enfoque y sus encuestas les dicen que la gente está harta de los sistemas gubernamentales que fallan y desean acciones decisivas, especialmente en inmigración.
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¿Estamos en una ‘epidemia’ de ciberataques?
Por eso, el riesgo más grande en todo esto podría no ser la política sino la implementación.
¿Pueden asegurarse de que este sistema se construya dentro del presupuesto y sin grandes retrasos? ¿Pueden lograr que funcione a gran escala sin sufrir un hackeo o una falla técnica grave?
¿Pueden mostrarle a la gente que el problema es el sistema actual, no la forma en que se está usando?
Esta es una tarea que incluso Google o Amazon temerían. Una que hace que el HS2 parezca fácil.
Sin embargo, Whitehall – no conocida por su experiencia tecnológica – podría tener que encargarse, quizás para las próximas elecciones.