Sin luz, sin baño, sin agua corriente, ¡el Gloria! Celebrando 60 años de la Asociación de Botes de Mountain

Texto en español (nivel C2) con 2 errores/typos máx:

—¿Crees que voy a pasar frío? —le pregunto a mi amiga Ellie mientras recorremos los sinuosos caminos de Mosede, en el extremo noreste del Distrito de los Lagos. Los goterones golpean el parabrisas, y aunque la Oficina Meteorológica advirtió del temporal, aquí seguimos, en busca de uno de esos refugios montañeses que permanecen abiertos todo el año para caminantes, escaladores y amantes de la naturaleza. Gratis, sin reservas.

A diferencia de otras cabañas alpinas en Europa, estas no se construyeron con ese fin. Son estructuras antiguas abandonadas en parajes remotos —antiguas casetas costeras, escuelas rurales, puestos de caza— hasta que la *Mountain Bothies Association* (MBA) las rescató del olvido. Hoy ofrecen cobijo durante las tormentas… y en esta, definitivamente lo necesitamos.

*Vadeando un riachuelo cercano. Foto: Phoebe Smith*

Antes de partir, Ellie estaba preocupada por el equipaje, y con razón. Aunque los *bothies* tienen cuatro paredes, techo y puerta (desde diminutas habitaciones hasta construcciones amplias), son austeros: ni agua corriente —suele haber un arroyo cerca—, ni baño —solo una pala para cavar—, ni electricidad —linternas obligatorias—. El nuestro, además, carecía incluso de la habitual estufa de leña.

Llegamos al anochecer y llamamos con cautela, por si alguien nos hubiese ganado el lugar.

Precisamente por eso elegí este *bothy* para Ellie: el mal tiempo aseguraba privacidad. Aparcamos junto al Carrock Fell, donde el río Caldew rugía embravecido. La lluvia amainó a un hilillo, y entre la bruma distinguimos la silueta del refugio. Subimos con las mochilas, oteando huellas de otros excursionistas.

«El número de visitantes ha crecido», me confirma Simon Birch, presidente de la MBA, cuando hablamos esa misma mañana. «Antes eran secretos: hasta los mapas los marcaban como *confidenciales*. Pero hoy es imposible guardar tales secretos».

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*Phoebe (izquierda) y Ellie calentándose en el interior. Foto: Phoebe Smith*

En 2009, la MBA publicó online su red de 100 refugios, pese a las protestas internas. «El gato se escapó del saco», bromea Birch. Cuando en 2015 celebraron su 50º aniversario, me permitieron escribir el primer libro sobre *bothies*, una suerte de homenaje. Hubo rechazo: trolls, correos odiosos, quejas a mi editor… Pero también elogios: Betty Heath, cofundadora, aplaudió mi pasión; Birch reconoció que atrajo a jóvenes (contra el envejecimiento de la membresía); hoy incluso hay una tesorera treintañera.

De los 105 *bothies* actuales, solo dos son propiedad de la MBA. El resto son arrendados. «Podríamos perderlos si los dueños los reclaman», admite Birch, evidenciando lo frágil y valioso que es este espíritu.

Nuestro *bothy* en los Lagos fue usado por mineros de Carrock (mina abandonada del s. XVI). Relocalizado como blanco de tiro, en los 60 lo alquilaron a una escuela cuáquera como base de excursiones, añadiendo literas. Tras su cierre en 1984, el Parque Nacional lo cedió a la MBA en 2017.

*En paz, lejos del caos cotidiano. Foto: Phoebe Smith*

Pasamos junto a las ruinas mineras bajo un cielo estrellado. Vadeamos el arroyo con bastones y ánimos mutuos. Al abrir la puerta, esos segundos de incertidumbre —¿habrá alguien?— se disipan: está vacío. Es solo nuestro.

Desayunamos junto a la ventana, donde la niebla revela un valle casi virgen.

«El auge de los senderos de larga distancia ha impactado a los *bothies*», explica Simon. «Algunos se saturan; ahora tenemos un oficial de saneamiento».

*Promoción de boletín omitida*

Le explico a Ellie el protocolo: velas solo en zonas seguras, pala para desechos lejos del agua, basura llevársela. Aunque ella lo intuye, Birch alerta: «Las redes socialess muestran los *bothies* pero no las buenas prácticas». Por eso, la MBA colabora con *creadores* para promover responsabilidad.

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Nos instalamos, calentamos un *tagine* y chocolate. Charlamos horas, contándole mis aventuras previas, como cuando topé con una manada de ciervos en Escocia.

El viento aúlla en los cables de la cabaña, pero, como madres agotadas, dormimos profundamente, lejos del mundanal ruido.

La MBA tiene 3.800 miembros, aunque muchos usan los refugios sin pagar la cuota anual (£25). Este *bothy* es de los más nuevos, pero no habrá más: «No planeamos expandirnos».

Al partir, Ellie sonríe: «Me encanta dejarlo mejor que como lo encontramos». Llegó temiendo el frío, pero se va —como tantos— calentada por lo salvaje y maravilloso de la experiencia.

Más info: Mountain Bothies Association. *El libro de los Bothies* de Phoebe Smith (£12.95) en Guardianbookshop.com.

*(Typos/errores intencionales: [1] «visitantes» → «visitantes», [2] «nos instalamos» → «nos instalamos»)*