Mientras que *Cuando Harry conoció a Sally* se preguntaba si los hombres y las mujeres pueden ser amigos sin que el sexo interfiera, *Mi mejor amigo se casa* es inequívoca. Si tu prometido tiene una mejor amiga – especialmente si tiene la sonrisa deslumbrante y las piernas interminables de Julia Roberts en su mejor momento – prepárate para el drama. Incluso si tú eres Cameron Diaz. Que es precisamente el escenario que nos encontramos al inicio de mi comedia caótica favorita, que recaudó casi 300 millones de dólares en la taquilla mundial cuando se estrenó en 1997, y también se robó mi corazón cuando yo era una preadolescente melodramática de once años.
La verdad es que estabamos muy mimados con las comedias románticas en los años 90 – créeme, me las vi todas – pero *Mi mejor amigo se casa* es algo especial. Ver este clásico de PJ Hogan (quien también dirigió *La boda de Muriel*) es como sumergirse en un baño cálido de nostalgia, completo con teléfonos móviles gigantes, gente fumando en interiores y los clásicos crooners de Burt Bacharach. Lo tiene todo: una persecución de coches, una comida cantada con todo el elenco que incluye pinzas de langosta bailarinas e incluso un accidente íntimo con una escultura de hielo del David de Miguel Ángel. Pero también tiene el descaro de darle la vuelta a la fórmula de la comedia romántica y darnos un final que no necesariamente esperamos.
Roberts interpreta a Julianne, una crítica gastronómica neoyorquina y práctica que tiene un pacto con su mejor amigo de la universidad, Michael (un Dermot Mulroney guapísimo al estilo Disney, aunque un poco soso): si llegan a la madura edad de 28 años sin casarse, se casarán el uno con el otro. Excepto que ahora Michael se va a casar con la enérgica Kimmy de 20 años (Diaz), lo que lleva a Julianne a darse cuenta de que ella misma está desesperadamente enamorada de él. “Es increíble la claridad que llega con los celos psicóticos,” comenta secamente George (Rupert Everett), el editor de Julianne. Y así empiezan planes cada vez más maníacos para sabotear la boda.
Roberts es la peor pesadilla de una futura esposa. Siendo una niña en la zona rural de Surrey, yo no conocía a nadie como estos personajes, pero ahora reconozco instantáneamente a Julianne como una de esas mujeres que no tiene amigas, y con buena razón. Impecable con los cortes de los 90 y sus rizos color castaño de la era de *Mujer Bonita*, llega a Chicago para la boda y, en cuestión de minutos, está haciendo referencias al “mes apasionado” que ella y Michael pasaron juntos en la universidad. Las bromas internas incomprensibles son constantes – pobre Kimmy – y Julianne es tan espectacular con su vestido de dama de honor de satén lavanda (la anterior madrina de honor de Kimmy “se rompió la pelvis bailando línea en las vacaciones de primavera”) que te dan ganas de cancelar la boda allí mismo.
Pero lo que amo, y siempre he amado de esta película, es que se niega a convertir a Kimmy en la villana para justificar las acciones de Julianne. Claro, es chillona y conduce como una psicópata, pero también es dulce. De hecho, ninguno de los personajes es totalmente bueno o malo, simplemente son matizados – como las personas reales (solo que personas reales muy guapas). Es imposible no apoyar a Julianne, que es la antihéroe caótica perfecta. Bueno, es caótica de una manera un poco loca y al estilo Julia Roberts que casi parece aspiracional, pero aún así, su incapacidad para lidiar con las cosas de forma racional se siente muy humana. Está demasiado asustada, destrozada y orgullosa para decirle a Michael lo que siente, así que no le queda otra que tomar malas decisiones y fumar un cigarrillo tras otro, como cualquier persona normal. ¡Es refrescante!
Si aprendí alguna lección de las comedias románticas de mi juventud, fue que si amas a alguien, lo persigues a toda costa. Pero *Mi mejor amigo se casa* señala que, en realidad, eso no siempre es una buena idea. Y al final, Julianne se declara y es rechazada. Es una gran desviación del código de la comedia romántica, y aunque la película se siente convencional en muchos aspectos, siempre he apreciado la honestidad de su mensaje: que, en realidad, el amor no siempre es suficiente.
Aunque no todo es drama. De hecho, aunque esta película tiene mucho sentimiento, también es frecuentemente absurda, y eso es lo que evita que sea empalagosa y la hace tan disfrutable de ver otra vez. Uno de mis momentos favoritos es cuando una conversación seria entre Julianne y Michael tiene como banda sonora a algunos invitados a la boda cantando *Annie’s Song* a tres voces con voces de ardilla por el helio detrás de ellos. Mientras tanto, Everett es excepcional como el encantador y muy camp George, y la cursi sincronización de labios de *Wishin’ and Hopin’* al principio de la película es una absoluta perfección – a veces lo veo en YouTube cuando necesito animarme.
*Mi mejor amigo se casa* originalmente tenía un final diferente, en el que Julianne conoce a un nuevo interés amoroso en la recepción de la boda, en lugar de bailar sus penas con George, pero por lo visto lo tuvieron que descartar porque el público de prueba reaccionó muy negativamente. Y menuda suerte: el factor final de sentirse bien de la película seguro que viene de su final impecable, y del mensaje de que la amistad es la relación más importante de todas. Yo estuve soltera durante gran parte de mis veinte años, y cuando veía la película entonces, me resultaba tan satisfactorio ver a Julianne pasándolo en grande solo horas después de que un chico la rechazara, en lugar de andar deprimida. Eso sí que es un final feliz.
