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El valor de mercado combinado de los magníficos siete gigantes tecnológicos de Estados Unidos ha superado ya la producción total de la Unión Europea, en una muestra implacable de la fortaleza de las acciones tecnológicas que eleva las valoraciones y aviva los temores sobre un posible exceso en el mercado.
Al cierre del 2 de octubre de 2025, las siete principales compañías tecnológicas estadounidenses —Nvidia, Microsoft, Apple, Alphabet, Amazon, Meta y Tesla— alcanzaron una capitalización bursátil total de 20,8 billones de dólares (17,7 billones de euros), superando la producción económica total de la UE, de 19,4 billones de dólares (16,5 billones de euros).
Solo Nvidia, hoy la empresa más valiosa del mundo, posee una valoración de mercado de aproximadamente 4,3 billones de dólares (3,9 billones de euros), equivalente al PIB de Alemania, la economía más grande de Europa.
Este hito extraordinario está avivando el debate: ¿estamos ante un momento transformador para el capitalismo global o frente a los primeros signos de una nueva burbuja tecnológica?
Para evaluarlo, debemos preguntarnos: ¿qué define realmente una burbuja tecnológica y en qué se diferencia del frenesí especulativo de principios de la década de 2000?
¿Qué es una burbuja tecnológica?
Una burbuja tecnológica podría definirse no solo por valoraciones elevadas, sino por una desconexión generalizada entre los precios de mercado y la realidad económica subyacente o los fundamentos empresariales.
Se caracteriza por el fervor especulativo, el optimismo excesivo de los inversores y la creencia de que el rápido cambio tecnológico generará ganancias ilimitadas, a menudo sin considerar la rentabilidad o los modelos de negocio sostenibles.
El célebre economista Robert Shiller describe las burbujas como períodos de “contagio social”, en los que las historias de riqueza rápida alimentan el entusiasmo colectivo, atrayendo a más inversores e impulsando los precios aún más, al margen de los fundamentos.
En esta fase, el miedo a perderse algo anula la evaluación de riesgos.
“Las burbujas especulativas son alimentadas por la propagación contagiosa de narrativas de mercado, que inspiran euforia y el deseo de participar entre un número creciente de inversores”, escribió Robert Shiller en su ‘Exuberancia irracional’.
Hyman Minsky, otro economista influyente, sostenía que, durante los auges eufóricos, la especulación se convierte en la fuerza dominante en los mercados.
A medida que suben los precios de los activos, estos se justifican cada vez más con narrativas en lugar de datos. Finalmente, un desencadenante —ya sea macroeconómico, regulatorio o psicológico— rompe la ilusión, dando lugar a una fuerte corrección. En las burbujas tecnológicas, esta dinámica suele verse amplificada por el encanto de la innovación.
Los inversores proyectan un crecimiento exponencial en tecnologías emergentes, desde el puntocom a finales de los noventa hasta el blockchain en la década de 2010, y ahora, potencialmente, la inteligencia artificial.
“Esto no es una burbuja, sino una reconfiguración del capitalismo”
Jordi Visser, director gerente sénior y jefe de investigación macro en 22V Research, sostiene que tildar la situación actual de burbuja es erróneo.
“Para distinguir la IA de la simplificación perezosa de ‘burbuja’, debemos reconocer que lo que se desarrolla no es una manía especulativa, sino una carrera armamentística estructural”, afirmó, señalando las fuertes inversiones de gobiernos y corporaciones en capacidades de IA como una cuestión de seguridad nacional y económica.
En lugar de estar impulsada por un entusiasmo insostenible, Visser sugiere que la IA está acelerando un proceso de concentración económica de décadas, en el que la riqueza y la innovación se concentran en menos manos, ya sean empresas, hogares o naciones.
“Las burbujas llevan a todos a la euforia; la concentración deja a más atrás”, dijo.
Aun así, hay indicios de que el sentimiento inversor se está sobrecalentando. La velocidad de las entradas de capital en fondos cotizados (ETF) temáticos de IA, el alza especulativa de empresas de pequeña capitalización relacionadas con la IA y el dominio de algunas megacapitalizaciones en el mercado más amplio quizá no indiquen una burbuja completa, pero sí un riesgo elevado.
Además, las apuestas estructurales en IA podrían no generar beneficios a largo plazo. Como en revoluciones tecnológicas anteriores, no todas las empresas saldrán victoriosas. Los fantasmas de AOL, Blackberry y Yahoo! —antes líderes del mercado— siguen presentes como recordatorio de la facilidad con que la innovación puede superar a la incumbentcia.
¿Estamos en la euforia del puntocom?
Para evaluar si estamos en una burbuja similar a la de finales de los noventa, conviene revisar las cifras. El actual rally tecnológico se remonta a noviembre de 2022, cuando OpenAI lanzó ChatGPT, un hito para la inteligencia artificial generativa que desencadenó una nueva ola de entusiasmo en Silicon Valley y más allá.
Desde entonces, el NASDAQ 100, el índice de referencia para las mayores firmas tecnológicas estadounidenses, ha subido un 140% en menos de tres años.
Es una cifra impresionante, aunque modesta comparada con la era puntocom: en los tres años previos al pico de marzo de 2000, el Nasdaq 100 subió más de un 500%.
Según esa métrica, todavía estamos lejos del nivel de euforia que definió el auge tecnológico de principios de siglo. Las valoraciones, aunque altas, no son aún extremas.
Uno de los indicadores más utilizados para evaluar valoraciones bursátiles es el ratio precio-beneficio (P/E) forward, que compara el precio actual de las acciones de una empresa con sus beneficios esperados en los próximos doce meses.
Así se sitúan actualmente los siete magníficos:
Nvidia: 33,2x
Microsoft: 33,2x
Apple: 33,3x
Alphabet: 24,8x
Amazon: 32,1x
Meta: 25,5x
Tesla: 220,0x
Solo Tesla destaca significativamente, cotizando con un P/E forward de 220, el más alto del Nasdaq 100 junto a Palantir, otra empresa centrada en la IA. Excluyendo Tesla, las valoraciones del grupo son en realidad inferiores a las del Nasdaq 100 en su conjunto, que cotiza por encima de 40 veces los beneficios esperados.
En este contexto, aunque los precios son indudablemente elevados, aún no reflejan los excesos efervescentes de la burbuja puntocom, al menos según los estándares de valoración tradicionales.
Conclusión
El actual rally tecnológico es extraordinario tanto en escala como en simbolismo.
Que las siete principales empresas tecnológicas del mundo superen en valor conjunto la producción económica de la Unión Europea dice mucho del cambiante equilibrio de poder financiero en la era digital. Pero, según las métricas tradicionales de euforia (alzas explosivas, valoraciones irracionales, manía minorista generalizada), el ciclo actual no alcanza el clímax del puntocom.
Esto podría tranquilizar a algunos, pero la línea que separa la transformación estructural del exceso especulativo suele ser muy fina.
