Imagínate esto: un grupo de gente super rica reunido en un retiro enorme y ostentoso. Los SUV son negros, con vidrios polarizados y elegantes. Los aviones son privados. Los egos enormes, el personal abundante y casi invisible, la decoración fría pero increíblemente cara. Este es el ambiente distintivo de Succession, el exitazo de HBO que convirtió las patéticas hazañas de unos herederos de magnates de los medios en un drama shakesperiano por cuatro aclamadas temporadas. También es la estética ahora familiar de varias sátiras "come-ricos" que ridiculizan nuestra era oligárquica, aunque con poca utilidad—The Menu, Triangle of Sadness, Knives Out: Glass Onion, Parasite, The White Lotus y la reciente decepción de A24 Death of a Unicorn, por nombrar algunas.
Mountainhead, el primer proyecto post-Succession de Jesse Armstrong, trata sobre cuatro billonarios de la tecnología que se reúnen para jugar póker mientras una IA de uno de ellos causa caos global. Lo abordé con cansancio: el mercado de sátiras sobre ultra-ricos está saturado. Hay mucho de Argestes, el episodio de Succession en un retiro de montaña, en estas escenas de autos llegando a un chalet rodeado de nieve. Y aunque Armstrong evita comparaciones obvias, Venis (Cory Michael Smith), el CEO más rico del mundo, tiene un aire innegable a Elon Musk: nihilista, con delirios de grandeza y una necesidad absurda de probar su virilidad ("el paisaje es tan bello que te lo puedes follar").
En parte, es un alivio ver a estos tech bros convertidos en villanos de película sin ambigüedades. Armstrong sigue siendo maestro del diálogo ácido, pero Mountainhead no logra evitar la fatiga de ver a estos personajes predecibles. Entre Venis, Soup (Jason Schwartzman), el capitalista Randall (Steve Carell) y el prodigio Jeff (Ramy Youssef), planear el futuro post-humano se siente más pesado que escalar un monte con ellos.
Ni siquiera las sátiras más ingeniosas podrían reflejar bien la segunda administración de Trump o el auge de la IA. La hipernormalización ha vuelto la realidad tan absurda que ridiculizarla parece inútil. Succession triunfó por su distancia crítica y su ludicridad (término inventado de Logan Roy), pero ahora esas herramientas parecen insuficientes.
Mountainhead se siente como un experimento acelerado: escrito en meses, filmado en marzo y estrenado en mayo. El guión parece generado por IA, lleno de jerga técnica (decel, p(doom)) y crisis globales absurdas (deepfakes, países en quiebra). La trama carece de peso emocional y se pierde en la autocomplacencia, como Don’t Look Up.
Lo más frustrante es la falta de voces alternativas: una novia, un empleado, alguien que cuestione a estos billonarios insufribles. Pero quizá eso ya no cabe en esta sátira agotada.
