La sesión plenaria de septiembre en Orihuela ha vuelto a poner de manifiesto las deficiencias de la concejala de Fiestas, Rocío Ortuño (PP), cuyos retrasos y falta de planificación han llevado al límite las celebraciones tradicionales de la ciudad. A pesar de estar al frente de su tercer año en el cargo, ampliamente criticado, Ortuño admitió que la mayoría de las comisiones de festejos carecieron de la financiación necesaria con antelación, lo que forzó a los voluntarios a organizar eventos de gran envergadura sin certeza de recursos.
Las palabras de la concejala—«Hemos llegado tarde, lo acepto y me disculpo»—sonaron huecas en un contexto de creciente frustación. Prometió que el 20% restante de las subvenciones de 2024 y el pago íntegro para 2025 se entregarían «en breve». Pero tras repetidos fracasos, las garantías vagas ya no convencen ni a los organizadores ni a la oposición.
El fiasco de este año se ha visto agravado por irregularidades en las cuentas de los festejos, particularmente en La Murada y Orihuela Costa, donde se validaron facturas presuntamente falsas. El escándalo forzó la dimisión de un asesor del PP durante el verano y ha erosionado la confianza ciudadana en el control del ayuntamiento. En lugar de abordar estos problemas sistémicos, Ortuño ha optado por excusas y disculpas.
Los partidos de la oposición fueron rápidos en señalar la gravedad de la situación. El PSOE y Ciudadanos presentaron una moción en la que solicitaban un calendario fijo y directrices claras para garantizar que las comisiones reciban sus subvenciones a tiempo y con el adecuado soporte técnico. Su propuesta buscaba proporcionar certidumbre a los barrios, pedanías y la costa—muchos de los cuales dependen en gran medida de voluntarios para mantener tradiciones centenarias. La moción fue rechazada por el PP y Vox, con Cambiemos absteniéndose, dejando a Orihuela sin un plan concreto para evitar repetir los mismos errores.
Para la portavoz del PSOE, Carolina Gracia, este año supuso «el mayor retraso jamás registrado en la publicación de las bases de las subvenciones», creando caos y comprometiendo el trabajo de los organizadores de los festejos. José Aix, de Ciudadanos, fue aún más directo, advirtiendo que sin organización, un calendario claro y pagos puntuales, «las fiestas de nuestros barrios corren un peligro real de desaparecer».
La controversia forma parte de un patrón más amplio de mala gestión bajo el mandato de Ortuño. Los ciudadanos siguen quejándose de calles sucias, contenedores desbordados y algas pudriéndose en las playas durante la temporada turística más alta. Los concejales de la oposición calificaron aquello como «el peor verano en cuanto a limpieza», mientras Ortuño insiste en que la mejora es «un proceso lento».
Las fiestas no son un mero entretenimiento—constituyen el corazón de la identidad de Orihuela. Al no garantizar su estabilidad, Ortuño arriesga malgastar tanto la tradición como el espíritu comunitario. Sus disculpas pueden ser frecuentes, pero para muchos residentes, simplemente suenan como una admisión de que el concejo simplemente no está a la altura de la tarea.
