“Risas en las galerías”: el humor en la fotografía | Fotografía

El humor y el mundo del arte tienen una relación extraña. A menudo se considera una aspiración menor para un artista verdadero, y cuando aparece en las artes gráficas, suele ser más un condimento que el plato principal.

Por eso es tan refrescante ver la nueva exposición del Phoenix Art Museum, Funny Business, que se sumerge con audacia en el mundo de la fotografía cómica. Con humor desde múltiples ángulos—desde lo absurdo y surrealista hasta lo irónico y paródico—, la muestra invita a reflexionar sobre el propósito de la risa y, de paso, a reírse un buen rato en un día de verano.

Según la curadora Emilia Mickevicius, la fotografía es un medio ideal para explorar el humor porque, a diferencia de otras formas de arte, tiene una conexión especial con la realidad: "Los chistes sorprenden, rompen jerarquías o expectativas—y esa ruptura es clave para el humor. La fotografía es buena en eso por su relación única con el mundo visual. Cuando ves una foto, es lo opuesto a la suspensión de la incredulidad: piensas, ‘¿Cómo puede ser esto?’"

Un ejemplo es Duck and Boxer, de la fotógrafa húngara Camilla ‘Ylla’ Koffler. La imagen de un pato y un perro boxer juntos en la playa, mirando curiosos hacia un lado, parece demasiado perfecta para ser real. Su ternura absurda desafía la idea de que toda foto captura un instante real, cuestionando qué verdad queda registrada cuando la luz toca la película.

"El humor muestra lo contextual que puede ser el significado fotográfico", dice Mickevicius. "Un chiste asume que tienes ciertas ideas previas que luego rompe. Las fotos también: adquieren sentido en relación con otras, se nutren de distintos campos y experiencias".

Jo Ann Callis también juega con lo inesperado en Parrot and Sailboat (1980), donde un loro observa un barco de juguete en una bañera. Pero a diferencia de la dulzura de Ylla, su imagen tiene un aire surrealista y inquietante, como si algo turbio estuviera ocurriendo fuera del cuadro. Ambas fotos revelan las capas de ironía y emoción que estas imágenes contienen, desafiando al espectador a descifrar qué está pasando realmente.

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Otro ejemplo es la foto sin título de Garry Winogrand (1963), donde una mujer con lentes de gata mira fijamente a la cámara mientras dos rinocerontes pelean tras ella. Todo—su expresión neutra, la postura aburrida, la posición de los animales—se junta en el instante decisivo, demostrando que el humor a veces es cuestión de milisegundos.

En un giro contemporáneo, la muestra incluye videos de Jeff Mermelstein, quien captura momentos callejeros en Nueva York con su iPhone. "Trabaja desde un voyerismo afectuoso", explica Mickevicius. "Es como si dijera: ‘¡Mira lo interesante que es la gente!’".

También está el juego sublime de Leslie Krims en Porsche Rainbows, donde rocía agua a un Porsche creando arcoíris. Con su estética vintage de los 70, la obra evoca tardes perezosas y pura alegría visual.

Para algo completamente distinto, la artista Steffi Faircloth presenta su serie Bordertown ASMR, donde come un elote frente al muro fronterizo. Su acto simple vuelve ridículos los alambres de púas detrás de ella. "Muestra que múltiples realidades—alegría y sufrimiento—pueden coexistir", dice Mickevicius.

Con un toque de presciencia, Faircloth incluso anticipó cómo el gobierno usaría el ASMR de forma siniestra en videos de deportaciones. "Es escalofriante, pero demuestra cómo ella adelantó ese lenguaje", añade la curadora.

Funny Business es, ante todo, una experiencia placentera. "Me encanta oír reír a la gente en las salas", dice Mickevicius, quien espera que la risa invite a repensar el arte y la sociedad. "Los museos te confrontan con perspectivas distintas. Tienen el poder de completar el circuito interpretativo".