Decenas de residentes de Guardamar del Segura se lanzaron al mar en protesta la semana pasada, exigiendo a la Demarcación de Costas de España que detenga la demolición de las históricas viviendas de primera línea de Playa Babilonia, programada para septiembre.
Alrededor de las 20:00 del martes, en un ambiente festivo pero desafiante, los vecinos se reunieron en la playa para participar en un baño simbólico, una protesta impulsada por un llamamiento viral en redes sociales. Su objetivo: presionar al Ministerio para la Transición Ecológica y su Dirección General de Costas para que reconsidere la destrucción planeada de unas 60 casas centenarias ubicadas al norte del centro urbano.
El acto concluyó con aplausos y cierta esperanza de que las autoridades escuchen a los concesionarios, quienes luchan contra el reloj para salvar sus propiedades. Muchos temen que se repita aquí el ritmo acelerado de demoliciones visto en otros lugares, como el derribo sorpresa de los chiringuitos Jaime y Miramar a principios de verano.
Este baño también conmemoró el centésimo chapuzón diario de David Renner, joven vecino e impulsor del movimiento. Renner ha documentado sus nadadas en Instagram y TikTok, usándolas para narrar las historias personales y colectivas tras estas viviendas, muchas en manos de las mismas familias por generaciones. La asociación de vecinos de Babilonia apoyó el evento y lo difundió ampliamente.
Con la mayoría de propietarios viviendo lo que creen será su último verano en estas casas, la urgencia es palpable. Aunque Costas planeaba iniciar las demoliciones antes del verano, se concedió una breve prórroga para que los residentes retiren sus pertenencias por cuenta propia, requisito legal para devolver la zona a su estado natural.
Una cuenta atrás personal, una lucha colectiva
La cuenta regresiva simbólica de Renner comenzó hace meses, subrayando la fecha límite y la injusticia percibida por los vecinos. Su frustración surge de un doble rasero: mientras otras propiedades en dominio público marítimo-terrestre han obtenido prórrogas sin problemas, a ellos les fueron denegadas. Argumentan que esta negativa es la única razón por la que avanza el derribo.
Según informes, la mayoría solicitó la renovación de sus concesiones en 2018. Al no recibir respuesta, acudieron a los tribunales. El Tribunal Nacional, basándose en informes técnicos del Ministerio, rechazó sus peticiones alegando que las casas aceleran la erosión. Los residentes lo niegan, atribuyendo el deterioro costero a la falta de inversión pública en mantenimiento y a infraestructuras defectuosas, como el espigón construido en los 90 en la desembocadura del Segura, que desvía sedimentos clave.
David Renner
Las autoridades sostienen que las demoliciones forman parte de un plan de regeneración para reintegrar la playa al ecosistema dunar y bosque de pinos, liberando 600 metros de costa. Por ahora, unas 20 casas al sur están a salvo por estar en zona urbana, aunque sus concesiones tampoco han sido renovadas.
Últimos recursos legales y una apuesta por la protección patrimonial
Pese a las escasas opciones, la asociación sigue explorando vías legales. Una de sus últimas esperanzas es lograr la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) para las viviendas, construidas al estilo tradicional de la Vega Baja con techumbres de caña y muros de mampostería.
Este reconocimiento podría ampararlas bajo un nuevo artículo de la Ley de Costas Valenciana que permite conservar enclaves históricos o compensar con reubicación.
Aunque las competencias autonómicas en costa son limitadas, sus abogados se preparan para todo. Si el derribo es inevitable, negocian con el Ministerio para que los vecinos ejecuten las demoliciones, reduciendo costes y evitando la intervención de Tragsa, empresa pública criticada por opacidad en licitaciones y justificación de gastos.
Sentando un precedente
Los derribos repentinos de los chiringuitos Jaime y Miramar en junio fueron un recordatorio de la determinación de Costas. El Bar Jaime aún operaba cuando llegó la orden. Sus dueños interpusieron una denuncia, alegando que su concesión seguía vigente sin necesidad de renovación.
Los vecinos de Playa Babilonia esperan, no solo una respuesta, sino una señal de que la historia, la comunidad y la equidad pesarán más que las excavadoras.
